MIéRCOLES, 27 DE NOV

Yuanes: una estrategia para la soberanía

El Banco Central de la República Argentina tiene reservas en yuanes por el equivalente a 19.000 millones de dólares. Una nación soberana, como debe ser la nuestra, no tiene que subordinarse a nadie y sí debe establecer relaciones económicas, comerciales y políticas de iguales entre países independientes. Que se le pida a China usar los yuanes por 5.000 millones de dólares (cifra que se le fue a pedir al FMI), para “cerrar” las cuentas y pagos de este año, máxime que el año 2024 se obtendría un superávit comercial del orden de los 25.000 millones de dólares, es factible y necesario.

Por Horacio Rovelli (Cohete a la Luna)

La Argentina, en el año 2022, tuvo récord de ventas y de compras con el exterior, teniendo en cuenta los datos que son por declaraciones juradas, sin contemplar la sub-facturación de exportaciones y la sobre-facturación de importaciones. Se declararon exportaciones por 88.466 millones de dólares, y los tres primeros clientes son Brasil, China, y los Estados Unidos.

A Brasil, que es nuestro primer socio comercial, se le vende medios de transporte y autopartes, petróleo y gas, trigo y cebada. Y se le compra tubos soldados por arco sumergido, hierro, acero, utilizados en oleoductos y/o gasoductos (esto tiene nombre y apellido: son, básicamente, las compras de USIMINAS de Brasil donde el grupo Techint posee el 50 % del capital y usa dólares que le compra al BCRA al tipo de  cambio oficial, que, por ejemplo, al día viernes 28 de abril 2023 cotizaba a 228,50 pesos); vehículos para transporte (por la integración particular de las empresas radicadas en ambos países que gozan de reintegros impositivos y de draw back [i]); café, pasta química de madera, etcétera.

Con la República Popular China los despachos se concentraron en carne bovina deshuesada, congelada; carbonato de litio; cebada en grano; soja y sus derivados. E importamos de ahí computadoras y teléfonos celulares; suministros industriales elaborados; piezas y accesorios para máquinas y herramientas, plástico y sus manufacturas; grupos electrógenos de energía eólica; circuitos impresos con componentes eléctricos o electrónicos montados para aparatos eléctricos de telefonía o telegrafía; aparatos eléctricos de telefonía o telegrafía con hilos, de telecomunicación por corriente portadora o digital; partes para aparatos receptores de radiotelefonía, radiotelegrafía, radiodifusión, televisión, video monitores y video proyectores, y motocicletas con motor de émbolo alternativo.

A su vez, el comercio con los Estados Unidos es de venta, principalmente, de aceites crudos de petróleo; oro para uso no monetario; productos intermedios de otros aceros aleados excluido el inoxidable; aluminio; aceite de soja y aceite de girasol en bruto; limón y sus derivados y otras frutas frescas. En cambio, se importa gasoil; turbinas de gas; carbonato de sodio anhidro; hulla bituminosa; productos inmunológicos y medicamentos envasados; vehículos automotor; máquinas y herramientas.

Como lo reconoce la Asociación de Comercio entre Estados Unidos y Argentina AmCham, entre los sectores de mayor relevancia se encuentran el petrolero (apalancado por las inversiones en Vaca Muerta), el suministro de energía (AES), la industria manufacturera (GM, Ford, Goodyear, BASF, DuPont, Whirlpool), seguros (Metlife, Prudential), servicios financieros (American Express, Visa, JP Morgan), servicios profesionales (Accenture, Manpower Group), servicios de información y comunicaciones (IBM, Cisco Systems, Google).

A ello debemos sumarle que de las nueve grandes empresas acopiadoras y comercializadoras de granos y derivados, que representan el 80 % de las exportaciones del sector en la Argentina, cinco son estadounidenses: ADM; Bunge; Cargill; Louis Dreyfus; y Glencore. Que en energía y en Vaca Muerta se destacan las firmas Chevron, Apache y Exxon Mobil y en litio y minerales raros, las empresas Río Tinto y Livent y sus acuerdos con Ford Motor Co, la primera, y con General Motors, la segunda. Que el principal acreedor no institucional en la deuda externa argentina es BlackRock, cuya casa central está en Nueva York y lo mismo pasa con los otros fondos de cobertura (Vanguard, PIMCO, Franklin Templeton, etc.). Que el supervisor de nuestra deuda es el FMI, donde el país del norte posee el 17 % de los votos y es el único que tiene poder de veto, a lo que se suma una embajada siempre activa en defensa de los intereses de su país, la más de las veces sin cuidar las formas.

Sin embargo, la Argentina tiene una economía que compite en los mismos rubros que los Estados Unidos. Somos el décimo exportador de alimentos y forrajes, dentro de ello, el tercero en soja y sus derivados, pero Estados Unidos es el primero. A su vez, es el principal mercado de granos del mundo y los precios se fijan en Chicago. Hasta el relevamiento de la producción y su almacenamiento en silos en la Argentina es suministrado por los satélites de los Estados Unidos.

Ellos saben más que nadie que la sequía en 2022/2023 fue importante y devastadora, pero que vamos a superar el récord de producción de granos y derivados en el 2023/2024. A lo que se le debe sumar la mayor explotación de petróleo y gas de Vaca Muerta, y el pleno funcionamiento del gasoducto Néstor Kirchner, por lo que nos vamos a autoabastecer de combustible en el año 2024 y vamos a ser exportadores netos en el 2025. Más la exponencial explotación y exportación de litio y minerales raros para la tecnología moderna.

Sin embargo, sabiendo todo ello, el FMI —pese a que el Ministro Sergio Massa se había visto antes, en la República Dominicana, con la segunda del Departamento de Estado de ese país, Wendy Sherman— no le concedió el crédito puente de 5.000 millones de dólares. Además le dijo que sometía el pedido de adelantamiento del aporte de capital de 10.793 millones de dólares que, según el acuerdo de facilidades extendidas —firmado y autorizado por la ley 27.668—, deben ingresar en los meses de junio, septiembre y diciembre de 2023, a la aprobación del board del FMI .

Saben que es una situación de ahogo financiero en el comienzo de la etapa electoral de cambio de gobierno, pero lo hacen por dos razones:

  1. Una, económica. Exigen que se devalúe nuestra moneda para que la deuda sea más difícil de pagar y que compren por la mitad lo que vale el doble, tanto empresas como activos naturales y públicos.
  2. Porque quieren que la nueva administración se le subordine políticamente en el enfrentamiento que tiene con la República Popular China y que graficara la comandante del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson.

China

Una nación soberana, como debe ser la nuestra, no tiene que subordinarse a nadie y sí debe establecer relaciones económicas, comerciales y políticas de iguales entre países independientes.

El Banco Central de la República Argentina tiene reservas en yuanes por el equivalente a 19.000 millones de dólares. Que se le pida a China usar los yuanes por 5.000 millones de dólares (cifra que se le fue a pedir al FMI), para “cerrar” las cuentas y pagos de este año, máxime que el año 2024 se obtendría un superávit comercial del orden de los 25.000 millones de dólares, es factible y necesario.

Obviamente el país asiático nos vende mayor valor agregado (trabajo incorporado) que los bienes que compra de la Argentina, que sucede en la mayor parte de nuestro comercio internacional, que con China es exacerbado. Pero debe observarse lo siguiente:

  1. En primer lugar, con China tenemos una economía complementaria. Ellos tienen más de 1.400 millones de habitantes y necesitan alimentos, forrajes y energía, bienes y servicios de los que disponemos en abundancia
  2. Que se expanda la forma de pago en yuanes y pesos no es un tema menor, dado que como sucede con todas las operaciones de comercio internacional de nuestro país, debemos comprar dólares para adquirir bienes y servicios [2] y al revés, si, por ejemplo, Chile o Bolivia u otra nación quieren comprar productos argentinos, deben comprar antes dólares para hacerlo.

En gran parte del comercio internacional se va sustituyendo el dólar por acuerdos como los firmados entre India y China, China y Japón, y China y Rusia, donde se opera en forma creciente con las monedas de cada país.

Es obvio que esto va en contra de los Estados Unidos, que se beneficia con la fuerte demanda mundial de su moneda y, por ende, financia su déficit fiscal (que, por ejemplo, en el año 2021, fue del 16,7 % de su PIB), en forma mayoritaria, con emisión monetaria, cosa que a nosotros, el FMI nos limita severamente y que fue del 1 % del PIB en el año 2022 y que el FMI fijo en el 0,6 % del PIB en el año 2023 [3].

Es imprescindible que la Argentina propicie acuerdos con otros socios comerciales en nuestras respectivas monedas, que, a su vez, indirectamente, le confieren al peso un mayor valor por su utilización (y mayor demanda de pesos).

El problema es la inflación argentina, donde la paridad real o imaginaria, acicateada por los grandes operadores económicos que “dolarizan” permanentemente sus precios y la ganancia, desvalorizan el rol de nuestro dinero. Esa desvalorización es mayor en momentos de crisis, y esas crisis se desencadenan con la pérdida de reservas internacionales del BCRA.

La hiperinflación de 1989-1990 se generó cuando José Luis Machinea, presidente del BCRA en ese entonces, el 6 de febrero de 1989, dijo que la autoridad monetaria no tenía más reservas de libre disponibilidad. Ese día el precio oficial del dólar era de 17,82 australes, el gobierno de Menem, cuando asumió (en forma anticipada) el 9 de julio de ese año, lo fijó en 650 australes y la corrida cambiaria se frenó el 1 de abril de 1991, con la convertibilidad de 10.000 australes por un dólar. En ese proceso, se produjeron las privatizaciones que implicaron suficientes ingresos de divisas al país para estabilizar la situación, pero a costa de malvender YPF, Agua y Energía, Segba, Hidronor, Gas del Estado, FFCC, la Caja de Ahorro y Seguros de la Nación, etcétera.

No estamos exentos de repetir el mismo mecanismo y entrar en un proceso hiperinflacionario, azuzado por las distintas paridades cambiarias y quienes la propician, ante un BCRA que dilapidó y dilapida reservas internacionales cuando le vende a la paridad oficial dólares a las empresas para que paguen el 40 % de su deuda y/o realicen importaciones al tipo de cambio oficial (el viernes 28 de abril 2023 de 228,50 pesos).

Es por eso que un buen comienzo fue que a fin de paliar los efectos de la falta de dólares para pagar importaciones, el Ministerio de Economía activó el 26 de abril de 2023 un nuevo tramo del swap de monedas que el Banco Central tiene con su par de China, por el cual se podrán financiar importaciones pagadas en yuanes por un valor equivalente a 1.040 millones de dólares Este tramo del swap estará vigente durante el mes de mayo y permitirá a las empresas importar bienes desde el gigante asiático sin tener que pagar con dólares.

China trata de fortalecer lazos comerciales, de allí que los BRICS (Brasil, Rusia, China e India) se reúnan los días 2 y 3 de junio de 2023 en Ciudad de Cabo —Sudáfrica—, y ofrezca incorporar a 19 países, entre ellos a la Argentina, invitada especialmente por la República Popular.

[1] Devolución por el pago de aranceles para importar insumos, dado que con ellos se elabora un producto de mayor valor agregado para su exportación.

[2] Menos con Brasil, que en un porcentaje que no supera el 6 % de la relación comercial con el vecino país, se hace en nuestras respectivas monedas, pero Brasil es superavitario y tiene más empresas en la Argentina que al revés, por ende paga con el superávit comercial en pesos sus impuestos y a sus trabajadores en nuestro país.

[3] Los residentes argentinos y los que no son residentes norteamericanos con sus “ahorros” en dólares financian gran parte del déficit de los Estados Unidos.

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