Por Facundo Díaz D’Alessandro

El 1 de marzo el presidente Mauricio Macri abrió las sesiones ordinarias del Congreso Nacional y lanzó dos aseveraciones en torno a la economía del país: que “lo peor ya pasó”, y que transitamos una “reactivación silenciosa”.

A fines de ese mes, las cifras oficiales de pobreza, indigencia y empleo, parecieron otorgar sustento (desde la frialdad estadística) a esa visión y auspiciaron el optimismo con que el Gobierno se mostraba hacia fines del primer trimestre de 2018.

Apenas dos semanas después, el número de inflación (2,3% en marzo y 25,4% en los últimos doce meses), aunque previsible, bañó de realidad el ánimo en oficinas de Casa Rosada, recordando las debilidades que hasta aquí ha mostrado la administración económica.

Incluso levantó críticas puertas adentro del oficialismo: tanto la diputada Elisa Carrió como el gobernador mendocino y titular de la Unión Cívica Radical (UCR), Alfredo Cornejo, se quejaron por los aumentos de tarifas y apuntaron al ministro de Energía Juan José Aranguren. 

Frente a este escenario, el economista y asesor financiero Jorge Bertolino, entrevistado por Conclusión, afirmó que “un sistema de metas de inflación (como el que aplica el Banco Central) requiere coordinación entre la política fiscal y la monetaria”, lo cual no ve que ocurra en la actual gestión.

“Si tu política fiscal determina que necesites expandir la cantidad de dinero emitido en un 30%, no hay artilugio monetario ni mágico que haga que el alza de precios sea del 15%, a menos que aumente significativamente la demanda de dinero (vía aumento de la producción, por ejemplo)”, explicó el analista.

En ese sentido, Bertolino consideró que es necesaria la presencia de una figura que nuclee todas las decisiones económicas bajo su órbita. “En una situación económica como la actual, en la que se deben hacer cambios y hay desequilibrios heredados, se necesita una cabeza visible, un ministro de economía que sea capaz de tener visión global y coordinar un equipo.

El excesivo parcelamiento de la política económica hace que cada funcionario esté pensando cómo impacta cada decisión sólo en su sector”, precisó.

POBREZA Y EMPLEO

Los últimos índices referidos a empleo y pobreza presentados por el Indec a fines de marzo, pero que corresponden al último semestre de 2017,  indican que la pobreza se redujo del 30,3 al 25,7%, que la indigencia se redujo del 6,1 al 4,8% y que el desempleo se ubica en el 7,2%, al haberse generado 650.000 puestos de trabajo desde la última medición, en especial en la construcción y entre el cuentapropismo.

Según expresó Bertolino a Conclusión, esos números a priori son “positivos” e “impecables desde la elaboración estadística”. Sin embargo, el analista realizó algunas observaciones.

“Si analizamos las cifras vemos que la pobreza en realidad ha disminuido principalmente por planes sociales y no por crecimiento del empleo.

Los especialistas dicen que para que la pobreza baje significativamente se necesitan crear 1 millón de empleos, aquí se han creado 650 mil, de los cuales sólo el 27% están registrados, el resto es no registrado (“en negro”), y monotributo social que esconde planes sociales.

De este 27% de empleo formal, además, sólo el 12% es privado registrado, el otro es monotributo corriente. Los pequeños comercios que abren y cierran constantemente no pueden tomarse como un dato definitivo”, aseguró Bertolino.

Una de las mieles de manejar ‘la caja’ del Estado nacional, y razón por la cual suele decirse que las elecciones las pierden los oficialismos, es que cuando llega una elección se puede recalentar la economía, inyectar dinero en el mercado para consumo, activar obra pública que genera empleo, y otras variantes.

Más allá de que el macrismo quiera inscribirse como una variable de la ‘nueva política’ en la primera elección que tuvo como gobierno, echó mano a esas prácticas.  

“El gobierno ha usado esa herramienta con éxito, pero la elección de las políticas económicas no es correcta, hace que el modelo no sea creador de empleo, en la coyuntura electoral, con el empuje de la obra pública, influyeron en esta medición, pero ese empuje se detuvo apenas pasada la contienda y van a pasar meses hasta que vuelvan a motorizarlo. La próxima medición va a ser más débil”, expresó el economista.

DEUDA Y MODELO

Para un país que ha tenido sistemáticos problemas de restricción externa (falta de dólares para afrontar lo que necesita importar) y la crisis de deuda más importante de la historia económica moderna, el nivel de endeudamiento externo y el resultado deficitario que tiene hace más de un año la balanza comercial plantea serias dudas respecto al futuro.

Para Bertolino, el tema de la deuda “es realmente preocupante”.  

“Si el gobierno no hace nada para cambiar la situación nos vamos a comer una piña en pocos años. Estamos acostumbrados a esperar a último momento para tomar medidas necesarias, que hay que tomar porque sino el mercado te pasa por encima y hace el ajuste el mercado”, advirtió.

“Cuando el gobierno se de cuenta que los números ya no dan y no le quede otra, va a tomar esas medidas que seguramente van a disminuir en serio el gasto público, porque sino va a bajar igual licuándose por una fuerte explosión en el tipo de cambio, no al estilo 2001 o de la hiperinflación sino un aumento del 20 o 30 % y haciendo lo que el gobierno no quiere”, agregó.

En la visión del asesor bursátil, existe en el país un “problema de baja productividad  que no permite competir con éxito con productos de otros países, sobre todo por el tipo de cambio real”.

“No es un tema de número: hoy es $20, vos podrías tener $25 o $30 y no tener un tipo de cambio real mejor, es a comparacion de lo que valen los mismos productos acá y en el extranjero. El precio de nuestros productos es alto porque los costos son altos”, teorizó.

GANADORES Y PERDEDORES 

Para cerrar, Bertolino reflexionó sobre los ganadores y perdedores del modelo.

“Lamentablemente el modelo actual es sumamente financiero, no tiene lógica plantar dinero a largo plazo con la tasa de rentabilidad que se puede obtener en inversión financiera. Para el inversor es muy bueno pero para el país es muy malo y no debiera ser así”.

“En una economía sana, lo financiero no debiera ser enemigo de lo productivo, un buen mercado de capitales provee financiamiento para el sector productivo sin ser una timba o una especulación pero en este contexto la inversión financiera está de parabienes y el sector productivo la está pasando mal”, concluyó.