LUNES, 02 DE DIC

La reunión entre Putin y Biden 

La cumbre en sí nunca sucederá. No tienen nada de qué hablar, ya que ambos viven en mundos muy diferentes.

 

Por Alexander Dugin*

La reunión de Putin con su homólogo estadounidense Biden no augura nada bueno. Ninguno de los analistas y expertos en relaciones internacionales espera que en esta cumbre se produzcan rupturas o cambios positivos. Lo único peor sería la total ausencia de reuniones entre los dos mandatarios. Ahora bien, si los líderes de dos potencias mundiales que están claramente enfrentadas la una con la otra se encuentran cara a cara, entonces podemos decir que, al menos por ahora, no se producirán acciones militares. Por supuesto, la guerra podría estallar en cualquier momento: en el momento en que Biden (representante por excelencia de la agenda radical de la Gran Reconstrucción) le arrebató la presidencia a Trump, aumentaron drásticamente los riesgos de una guerra.

Rusia y Estados Unidos, o, diciéndolo más claramente, la Rusia de Putin y los Estados Unidos de Biden, tienen visiones totalmente opuestas. Sin hablar de que conciben el futuro orden mundial de maneras tan diferentes que prácticamente se excluyen mutuamente.

La prioridad de Putin es antes que nada conseguir que Rusia sea completa y totalmente soberana. Tal cosa únicamente será posible cuando el mundo sea multipolar, entonces Rusia será un polo autosuficiente y libre que podrá tomar sus propias decisiones. También existirán otros polos importantes que podrán tomar decisiones y la libertad de cada polo será limitada por la libertad de los otros.

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La prioridad de Biden no son los Estados Unidos, él quiere crear un Estado mundial que sea liderado por un gobierno mundial. Este mundo único tendrá que ser unipolar y contará con solo una ideología hegemónica: el liberalismo, los LGBT, la ecología, una democracia dominada por minorías y que defenderá una especie de racismo invertido (la teoría crítica de la raza en los Estados Unidos dice que las razas anteriormente oprimidas pueden oprimir ahora a sus antiguos opresores con total impunidad). La soberanía debe desaparecer, ya que es por completo contraria a los derechos humanos.

Biden considera que la Rusia de Putin es su enemigo por excelencia. Por supuesto, Rusia no considera que Estados Unidos sea su enemigo. Si consideramos a Estados Unidos como un polo del mundo multipolar (una realidad que pudo haber sido posible bajo el nacionalismo de Donald Trump), entonces hubiera sido posible resolver tales controversias. Es verdad que Estados Unidos y Rusia tienen intereses nacionales que entran en conflicto, pero estos conflictos no son irresolubles. Especialmente cuando consideramos las zonas de influencia de estas potencias desde una perspectiva realista: Eurasia para los euroasiáticos, Norteamérica para los estadounidenses y Europa para los europeos. Existen otros polos del mundo multipolar, como África para los africanos, Asia para los asiáticos, el mundo islámico para los musulmanes, etc. Pero tal cosa solo sería posible si el presidente de los Estados Unidos compartiera esas ideas. Una reunión entre un presidente con tales ideas y el presidente de Rusia sería muy constructiva.

Pero Biden no es el presidente de los Estados Unidos.

Es antes que nada un globalista liberal que busca que todos sean globalistas y liberales. Por lo tanto, todos deben defender estas ideas y seguir las reglas que tales ideas imponen. Para los globalistas, solo otros globalistas pueden ser considerados como amigos y, en general, ellos se ayudan los unos a los otros. Cualquiera que defienda la soberanía y la multipolaridad es considerado automáticamente como un enemigo.

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Putin defiende esto último y cree que la arquitectura política del mundo debe ser construida como un conjunto de sujetos soberanos, donde Rusia sería uno de estos países, Estados Unidos sería otro, China sería un tercero, etc. Biden solo puede ser bueno con alguien parecido a él, mientras que considera que Putin es solamente un subordinado rebelde que ahora se encuentra fuera de control, por lo que debe ser castigado a través de sanciones o seducido por medio de limosnas.

Esto produce una disonancia cognitiva en el encuentro entre Putin y Biden. La cumbre en sí nunca sucederá. No tienen nada de qué hablar, ya que ambos viven en mundos muy diferentes. Además, la lucha entre estos dos polos es cada vez más encarnizada. Solo serán capaces de discutir si ambas partes aceptan las reglas de juego de la otra.

¿Acaso Biden será capaz de dejar a un lado sus ideas globalistas? Probablemente no.

¿Y Putin dejará de defender la soberanía? Tampoco, pues Putin considera que esta es absolutamente necesaria.

Tal diálogo es imposible y únicamente podrán estar de acuerdo en detalles insignificantes.

Las relaciones ruso-estadounidenses progresarán cuando una de las dos partes desaparezca. ¿Quién colapsará primero? Si ninguno de los dos colapsa, entonces solo queda la palabra que comienza con “g” … la palabra G.

 

*Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera. Fuente: Geopolítica.ru

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