LUNES, 02 DE DIC

Con rumbo pero sin plan: pasa el tiempo y la trampa económica está ahí

El Gobierno recibió una crisis brutal. Diez meses después, pandemia mediante, es peor. Tras el acuerdo para reestructurar parte de la deuda, se ha dicho que se “despejó” el camino para recuperar la economía. Lo cierto es que los desafíos son más complejos que eso.

 

 

La profundidad y extensión de la recesión que atraviesa el país recuerda a la que se sufrió a fines del siglo pasado, que derivó en el estallido social de diciembre de 2001.

Fue el final de un ciclo económico que trascendió más allá del gobierno que lo instauró (el de Menem, con éxito en su primer mandato) y se llevó puesto al ciclo político que decidió continuarlo (el de De la Rúa) aun cuando era evidente que estaba agotado.

El Gobierno recibió ese escenario de crisis brutal, pero diez meses después, pandemia mediante, se ha agravado. Tras el acuerdo para reestructurar parte de la deuda externa, el gobierno de Alberto Fernández ha dicho que se “despejó” el camino para recuperar la economía. Lo cierto es que los desafíos son más complejos que eso.

Aunque se reclama desde distintos sectores por la ausencia de un plan económico claro, el ministro de Economía Martín Guzmán ha ido mostrando, a su manera, algunos de los lineamientos a los que apunta en el corto y mediano plazo.

En lo inmediato debe atender a la cotización del dólar, con varios tipos de cambio y una brecha grande entre el oficial y el “blue”. Diariamente el Banco Central viene vendiendo al menos 50 millones, algo que va menguando un nivel de reservas ya crítico (algunos calculan 6.500 otros 8.000, en todo caso es muy poco).

Es importante porque una devaluación implicaría más inflación (especialmente en alimentos) y sobre todo más recesión, algo que el país no está en condiciones de afrontar.

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Esto ha develado diferencias en el equipo económico del Gobierno, a la vez de que es un asunto de extrema prioridad y urgencia. Lo admitió este fin de semana la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, quien consideró que en la Argentina «hace rato que funciona la economía como bimonetaria».

«Las peleas entre Economía y Banco Central no son tales, lo que hay son discusiones», sostuvo la funcionaria nacional, quien señaló: «Discutimos lo mismo que discute el resto de la profesión. Hay una problema estructural de falta de dólares».

Las declaraciones llegan después de que trascendieran tironeos respecto a la supresión de la venta de 200 dólares mensuales para ahorristas, una de las opciones que se analizaban para frenar el goteo de reservas. Guzmán se opone a esa visión y, con la suma de bonos habilitados tras el canje de deuda, cree que el Banco Central sumará poder de fuego para controlar la demanda.

Consultado el viernes pasado en conferencia de prensa, el titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán, admitió que sin haberlo impuesto el Gobierno se dio de hecho un desdoblamiento cambiario.

Allí mismo, el ministro dijo que continuará el esquema que permite adquirir u$s 200 a cada titular de cuenta bancaria, pese a los millonarios volúmenes que están saliendo del sistema por esa operatoria: en julio aumentó un 20% la cantidad de compradores respecto de junio.

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La mayoría de los economistas coinciden en que el valor del dólar no está atrasado sino que el problema es la poca oferta. Otras opciones también serían dar liquidez a través de las reservas en oro o convertir yuanes del swap con China.

Déficit

Otro de los temas que deben afrontarse con urgencia es el enorme agujero fiscal de las cuentas. En plena pandemia y después de la ultra ortodoxia monetarista de la última gestión de Guido Sandleris en el BCRA, hasta aquí ese déficit se zanjó con emisión monetaria ante la imposibilidad de endeudarse.

«En el horizonte, lo que se busca es que el Banco Central no esté financiando al Tesoro de forma sistemática. Pero, en la transición, va a haber una porción del déficit fiscal que requiera de financiamiento del Banco Central. A lo que apuntamos es a ir reduciendo ese financiamiento», sentenció Guzmán.

En lo que va del año, el Banco Central emitió más de 1,5 billones de pesos para asistir al Tesoro de los cuales casi el 90% ($ 1,33 billones) se produjo a partir de la declaración del Aislamiento Social Preventivo y Obligarorio (ASPO) el 19 de marzo.

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Al respecto, Guzmán aseguró que «la coordinación entre la política monetaria y fiscal es absolutamente esencial» (esto le costó caro a Macri) y que «se ha trabajado en esa dirección desde el primer día» pero que la pandemia profundizó la crisis que arrastraba el país desde 2018.

Según Guzmán, el Gobierno enfrentó una «mayor necesidad de gasto para proteger a la gente, a las empresas y al trabajo» en un contexto en el que también enfrentaba una caída de la recaudación y una crisis de deuda.

Si bien el ministro es extremadamente racional en sus planteos, suele manejar tiempos y modos académicos que a veces hacen crispar a otros actores de la economía o la demanda mediática. En ese sentido, no se advierte una disputa con Todesca sino que más bien ella suple esas faltas que el estilo de Guzmán no alcanza a cubrir. En ese sentido, la economista se expresa mucho mejor que otros ministros, el Jefe de Gabinete o incluso el Presidente.

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«Creemos que el año que viene no podemos ir al equilibrio fiscal ni nada que se le parezca. Necesitamos seguir impulsando la economía, utilizando el gasto público como un acelerador», sostuvo la funcionaria nacional.

En declaraciones radiales, aclaró: «El déficit que vamos a tener el año que viene será menor al que vamos a tener este año, que es muy particular por la pandemia».

Tiempo

El problema, en el final es el tiempo. Guzmán prefiere no mostrar del todo su hoja de ruta. El próximo 15 de septiembre se verá buena parte de ella, cuando envíe el proyecto de Presupuesto 2021 al Congreso de la Nación.

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Allí se verá qué puede esperarse para los próximos meses de la economía doméstica, probablemente algo turbulentos y especialmente el cómo avanzará la Argentina para ponerse de pie, algo que todavía le está costando y mucho, con pobreza y desempleo crecientes.

Sabido esto, deberá también haber muñeca política, expertise e inteligencia para convocar a los actores del sector privado (empresarios y trabajadores) para dar sustento al plan, que todavía no apareció aunque haya atisbos de un rumbo. La gran duda pasa por el nuevo programa que se busca con el FMI, ¿qué margen dejará el organismo para decidir política económica y monetaria? ¿Qué pedirá a cambio? Más incógnitas que el tiempo despejará…

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