Por Guido Brunet – Producción fotográfica y videos: Florencia Vizzi

El teatro más emblemático de Rosario y la región se erige imponente en la intersección de Laprida y Mendoza. El lugar emana arte desde la arquitectura de su fachada hasta las salas en su interior, pasando por los corredores, escaleras, camarines y las misteriosas catacumbas. Conclusión te muestra los recovecos de un edificio con más de cien años de antigüedad y repleto de historias.

Con su estilo ecléctico, entre barroco y clásico, “el teatro luce igual a como se construyó”, comienza diciendo Gladys Ferrero, la guía del traslado, quien hace una pequeña introducción del nacimiento del edificio allá por 1904. Inmediantamente, bajo la atenta mirada de Mozart, Beethoven y Verdi, cuyos bustos resguardan celosamente el hall de entrada, comienza el recorrido.

El Círculo “no tiene nada que envidiarle a los principales teatros del mundo”, comenta Gladys mientras sube las escaleras de mármol de carrara. Y explica que los teatros de ópera se clasifican en primer, segundo y tercer orden. El Círculo es un teatro de primer orden.

Rápidamente nos adentramos al Foyer, un espacio pensado para reunión del público, pero que con los años se convirtió en una nueva sala de conciertos. Allí descansa un piano de cola Steinway de los años 30, uno de los tres que tiene el teatro, que se suman al Bluthner.

 

Mientras tanto, como casi todo el recorrido, suena de fondo la música de la Orquesta Sinfónica Provincial, que, con sus casi cien músicos, ensaya cruzando el pasillo, en la sala principal del teatro.

Los techos son una obra de arte en sí mismos. Allí en el Foyer se observan láminas de oro, y en la sala La Ópera se pueden ver musas y personajes mitológicos que observan desde la cúpula una majestuosa sala de cinco niveles “en forma de herradura”. Bajo el escenario principal, en cambio, se esconde un sótano de once metros con pisos de tierra. Y delante de él, un foso para los músicos de la orquesta.

Por la majestuosa sala La Ópera, con capacidad para 1.450 personas, pasaron muchos de los más reconocidos artistas a nivel mundial, desde clásicos a populares. En sus paredes de 113 años de historia aún resuenan las voces de los cantantes más reconocidos y los acordes de las orquestas más importantes del mundo, como la Filarmónica de Berlín, Moscú, Milan o Viena.

El mismísimo tenor italiano Enrico Caruso en 1915, luego de su actuación envió una carta al director del teatro por aquel entonces en la que elogiaba las virtudes de la sala: “Las condiciones acústicas de este teatro son tan completas, que nada tiene que envidiarle a los importantes coliseos del mundo que he visitado durante mi carrera artística, y en tal sentido es parecido al Metropolitan de New York. Atte, Enrico Caruso”, escribió el cantante de ópera.

Al salir de la sala, la guía se para casi como un diva de ópera y repasa la historia del edificio, que en 1948 la Fundación El Círculo adquirió con el fin de evitar su demolición. Ya que a raíz de los problemas económicos por la crisis mundial y la eclosión del cine sonoro, el propietario del lugar, el alemán Emilio Schiffner no podía mantener en pie a su teatro Ópera, como fue nombrado en sus inicios.

El teatro “es un centro cultural” destaca Claudia Sabatini, directora del proyecto de visitas. Es que allí funcionan galerías de arte, como el Museo de Arte Sacro o la Sala Trillas, la Escuela de Ballet Clásico Ruso (dictada por la bailarina rusa Tatiana Fesenko) y el Estudio de Comedias Musicales. Por estos espacios transitamos luego, mientras Gladys cuenta la historia de la instructora originaria de Rusia, donde estudió con el propio Baryshnikov.

Para el final llega el turno de las catacumbas, el subsuelo del teatro donde se esconden verdaderos tesoros. El lugar contiene unas 200 obras de arte sacro creadas por el artistas plástico Eduardo Barnes, quien también posee esculturas en el Museo Castagnino.

El nivel subterráneo de apariencia lúgubre, pero amena y agradable temperatura se encuentra cercano al escenario principal, que según Gladys, «es el punto de referencia del teatro». Allí se pueden encontrar a San Pablo, San Pedro, San Francisco, Don Orione, y una versión de la última cena, entre muchas otras esculturas de yeso. Además, en el amplio subsuelo habitan dos calderas, que aún calefaccionan al teatro.

Visitas guiadas

Para conocer el teatro se realizan visitas programadas con las escuelas y público en general, las cuales durante 2016 atrajeron a unas diez mil personas entre adultos y niños. El recorrido abarca la emblemática sala La Ópera, el Foyer, los antiguos camarines, el Museo de Arte Sacro, ubicado en el subsuelo, entre otros espacios.

A las visitas acceden escuelas no sólo de Rosario  y alrededores, sino también de todo el país. Fundamentalmente en la semana de la Bandera, cuando las instituciones aprovechan su visita al Monumento y se acercan a conocer el teatro. Gladys Ferrero resalta constantemente el interés de los chicos al realizar la travesía, y recuerda la vez que una niña al ingresar por primera vez a la sala principal soltó un “esto es el paraíso”.

En el mismo sentido, Claudia Sabatini comenta: “El teatro es un lugar que genera algo mágico, como cuando uno mira un hermoso paisaje, y si le ponés música, danza, espectáculo, arte provoca una gran emoción. Por eso, estas cosas quedan para toda la vida. Y puede ser que despierte el gusto por el arte. Por eso a mí siempre me interesó que vengan los chicos”. “Realmente es un fenómeno” se enorgullece Sabatini del interés del público y sobre todo los más chicos.

Por su parte, el presidente de la Fundación El Círculo, Guido Martínez Carbonell, señala: “La visita no es solamente mostrar las instalaciones o la parte edilicia del teatro, sino que es muy didáctica porque la gente descubre lugares que no conocía, con mucha riqueza artística”.

Hoy tenemos función

Además de las visitas, las escuelas pueden disfrutar del proyecto “Hoy tenemos función”, en el que se ofrecen obras del teatro a los estudiantes.

“Hace cuatro años con un éxito maravilloso”, comenta Sabatini sobre el proyecto que dispone de tres funciones por año, a las que, según señala Sabatini, asisten escuelas de todas partes de la ciudad y de localidades aledañas.

“Muchos niños no tienen acceso al teatro por diversos motivos. A la hora de elegir son muy pocos los chicos que prefieren ir a ver teatro si el adulto no los lleva. Entonces para eso surgió este proyecto para que los chicos puedan ir con los docentes. También invitamos a que vengan parientes. Es muy bueno que haya un vínculo con un familiar que tenga el arte como nexo. Y los resultados son maravillosos, de las visitas guiadas y de Hoy tenemos función”.

“Uno piensa que con algunas obras se pueden aburrir, pero todo lo contrario, disfrutan y se fascinan, descubren un mundo que para ellos no existía. Que el arte siga provocando esto, para mí significa que hay esperanza de tener un mundo mejor. El objetivo es sembrarles la semilla del arte”.

Las visitas se realizan durante todo el año, excepto enero; hasta el 31 de marzo se desarrollan únicamente por la mañana los días lunes, miércoles, viernes y sábados. Y a partir de abril se repiten por la tarde. Los recorridos escolares se hacen con turno preestablecido, para lo que se debe enviar un correo electrónico al teatro.