Por Alejandro Maidana

“Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”, Paulo Freire.

Sin dudas, el gremio docente es uno de los más dignos de nuestro país. En un marco de luchas por mejoras salariales y estructurales, vuelve a emerger la figura preponderante de la escuela pública y a abrirse un nuevo debate en torno a la misma.

Una creciente degradación social que hace foco en el avance insostenible del narcotráfico y otros flagelos, ha convertido al trabajo de los docentes de barrios populares en una quijotada más que valorable.

En dialogo con Conclusión dos de ellos brindaron detalles sobre cómo es alfabetizar a niños en condiciones de vulnerabilidad.

Claudia Montenegro pertenece a la escuela 660 “Laprida” de Biedma y Matienzo. Consultada sobre su desempeño en la misma indicó: “Este año me tocó estar a cargo de un multigrado, que no es otra cosa que  contar con alumnos de diferentes edades y grados. Lamentablemente pesa sobre ellos un estigma que la experiencia de trabajar junto a los mismos se encargo de desmitificar. Suelen estar tildados como conflictivos y rebeldes, ya que arrastran problemas de aprendizaje, ausentismo, conducta y sobre edad, pero desde mi lugar debo decir que es un placer trabajar con ellos”.

La realidad social de los barrios cuenta con diferentes aristas, es por ello que la escuela ocupa un lugar de preponderancia en la transformación de los más vulnerables “El mayor problema de las escuelas enclavadas en barriadas populares es el alto índice de ausentismo de su alumnado. En ese sentido me encargo de comunicarme con sus padres, insistirles en la importancia de que sus chicos estén contenidos, si bien no es una tarea fácil te llena el corazón”, afirmó la docente.

“Nuestros alumnos en la escuela vuelven a sentirse niños, ya que muchos de ellos tienen en sus hogares tareas que no condicen con su edad.  Es triste pero invita a seguir colaborando en su crecimiento, muchos chicos vienen solitos, caminando o en bicicleta. Tenemos casos que como sus papás salen a trabajar muy temprano, se levantan, se cambian, y despeinados y sin desayunar emprenden el camino hacía uno de los pocos lugares que lo tratan como lo que son. Es por eso de la importancia que tiene hoy la escuela, en tiempos de una degradación social que espanta, nuestra función cobra relevancia.  Debemos ser humanos, respetar sus tiempos y sus libertades, en definitiva debemos educar con muchísima vocación social”, enfatizó.

El populoso barrio Ludueña carga en su vientre un número importante de instituciones escolares. Una de ellas es la 1188 Juan B. Bustos que se encuentra en Perú casi Junín. Facundo Fernández es docente de Ciencias sociales y elementales de quinto grado: “Estoy a cargo de quinto grado, tengo un grupo reducido por distintas razones, es un dato alarmante en la cual hemos tomado cartas en el asunto. Como dato saliente es que todo el alumnado es del barrio y las compañeras docentes en su gran mayoría también. Esta escuela supo tener turnos intermedios, más allá del turno mañana y tarde. Hoy creemos que debido al gran avance de las privadas, las matriculas han caído de manera preocupante”.

Cuando hace referencia a las escuelas privadas el docente se detiene en datos de suma valía. “No se trata de un avance ideológico contra la educación privada, pero nosotros creemos que los chicos deben crecer con la mayor libertad posible. Esto tiene que ver con la posibilidad de crecer sin estar sujetos a una religión o a una bajada línea que pueda condicionar su autonomía individual. Ellos tendrán tiempo suficiente para poder elegir, pero para eso tenemos que acompañarlos desde la educación pública”.

“Es increíble como los chicos no se guardan nada a la hora de contar lo que les sucede y lo que los condiciona. Ellos no tienen filtro para charlar con su maestro, toman la escuela como un espacio consolidado de libertad. Uno sabe que la realidad de los barrios es cada segundo más difícil, por eso no nos sorprende encontramos con un “a mi mamá le pegaron”, “ayer no pude venir porque mi hermanito lo internaron de urgencia”, “nos tuvimos que ir de mi casa por no poder pagar el alquiler”, “no me siento bien de la panza porque no comí”. Los chicos depositan mucha confianza en nosotros, y nosotros nos encargamos de que el lugar que los educa no caiga en el autoritarismo ya que su grado de vulnerabilidad social es muy grande”, expresó Facundo.

La enorme incapacidad del estado para abordar los problemas estructurales de una sociedad, genera un grado de exclusión notable en la población juvenil. En ese aspecto, la escuela articula no sólo como garante de educación, sino también como un espacio de esparcimiento y alegría. Sobre este punto el docente nos fue muy claro: “Mas allá que hay actividades que los aburre, los chicos de nuestro barrio van muy contentos a la escuela. Con respecto a la metodología de trabajo, nosotros no acostumbramos a utilizar libros como si lo hacen las escuelas del centro, primero porque las familias no pueden adquirirlos, y segundo porque la realidad de nuestros chicos difiere a la lógica que plantean los mismos. Te doy un ejemplo, muchos de nuestros alumnos conocieron el centro o el monumento recién a los 10 años, es por eso que los docentes debemos hacer el esfuerzo de bajar a la tierra para no incomodarlos. Quiero que se entienda que esta no es un avanzada contra los contenidos, pero no podemos hablarle a nuestros pibes de ascensores, de edificios, de autos, cuando su realidad es absolutamente opuesta y repleta de carencias”.