Por Aldo Battisacco desde Buenos Aires (enviado especial)

En el marco de la institucionalización de la Escuela Pública Itinerante, llegamos frente al Congreso de la Nación para encontrarnos con Roberto Baradel, docente y abogado, secretario General del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires.

“Vamos a pelear por el 35% de aumento para no perder el nivel adquisitivo», dijo a principios de febrero el dirigente gremial, y puede que hay sido una frase irritante. Toda vez que recordamos cómo se inició la lucha docente por la reivindicación de sus ingresos, condiciones de trabajo y la discusión de qué educación queremos los argentinos, damos cuenta de marchas y contramarchas. De estímulos, y acusaciones cruzadas.

El indicio más grave que marcó hasta donde llegó el conflicto, emergió con la represión a los maestros del día domingo. Tal vez, porque pareciera que el gobierno se enancó en las demandas docentes, para sobrellevar una confrontación acotada desde la crítica a la protesta pero que universalizó como mensaje al conjunto del movimiento obrero. Cinco marchas mutitudinarias trascendieron el relato del oficialismo. Aunque el gobierno no deja de endilgarle a los sindicalistas que los conflictos apuntan, en todos sus órdenes, a una solapada campaña política para «limarlo» de cara a los comicios de octubre.

Baradel no subestima ni menosprecia la dimensión del conflicto, ni el rol que le cupo al oficialismo en una puja en la que se mezclan objetivos políticos con reclamos sectoriales que lo trascienden y así, llega a toda la sociedad, más por iniciativa gubernamental al ignorar la ley de financiamiento docente, que por la respuesta que ensayó la comunidad educativa que inició sus demandas con reivindicaciones puntuales.

Parado al lado del árbol que plantaron los docentes de la «Carpa Blanca» en la década del noventa, Baradel recibe un fuerte aval de sus compañeros de ruta que se acercan a saludarlo afectuosamente. Todo deviene tras una intervención apasionada en el aula de la Escuela Pública Itinerante luego de participar junto a los presentes de una proyección en la que recordaron a Carlos Fuente Alba, el docente asesinado por la espalda a quemarropa por un Policía de la Provincia del Neuquén durante un operativo de desalojo de una ruta.

En diálogo con Conclusión, el gremialista desgranará conceptos, hechos y nombres, apelando a grandes síntesis elaboradas tras los sucesos más ásperos que, muchas veces fueron tomados como la causa del conflicto, cuando en realidad solo se trató de la consecuencia.

—¿Cuál es la reflexión en relación a todo este período de luchas que enarbolaron los docentes y que termina con la instalación de la Escuela Pública Itinerante?

—Esto sucede y el conflicto se sostiene porque el gobierno tomó un viraje autoritario, además no reconoció las demandas de los docentes que son justas y legítimas e intenta acalla las voces, mentir, difamar, amenazar y reprimir. El gobierno debe entender que hay necesidades que tenemos todos los trabajadores de nuestro país que deben ser resueltas. Cuando un gobierno se convierte en autoritario, templa el ánimo de todos aquellos que trabajamos para que no se institucionalice la injusticia.

—¿Cree que la estrategia del Gobierno es focalizar el conflicto con los docentes y especialmente con usted para licuar la capacidad de negociación para arrastrar a todo el movimiento obrero?

—Sí, pretenden pasarnos por encima y arrasar todo para terminar con la resistencia de los docentes para después avanzar sobre los otros sectores que incluyen a todos los trabajadores argentinos. Y sobre esto último quiero darle una mala noticia al Gobierno: decirles que no van a poder. No pudieron nunca y tampoco podrán ahora.

—¿Cómo se sostendrá en el tiempo la Escuela Pública Itinerante, con qué políticas y con qué alianzas?

—Simplemente con la sociedad. El jueves hicimos actividades, entre tantas compartimos con los presentes un documental sobre Carlos Fuentealba y tuvimos que acortar los tiempos porque es incesante la cantidad de gente que llega para poder verlo. Hemos proyectado que se haga en cinco oportunidades. La alianza es con la sociedad, que nos demuestra solidaridad con la comunidad educativa. Es nuestro pueblo quien decidió que está dispuesto a defender la escuela pública.

—¿Está impedido el Gobierno de comprender cuáles son los alcances de los reclamos de los docentes?

—No está impedido de entender que demandamos; ha elegido una estrategia que consiste en erigirse la base electoral más dura que lo votó. Que es un sector que defiende un proyecto de país injusto, que promueve la concentración de la riqueza y sin protestas. Porque las reivindicaciones de los trabajadores la sienten como una amenaza a las riquezas que vienen acumulando y tratan de sostenerse en esa posición pero construyendo una realidad virtual a través de las redes y con la complicidad de las corporaciones mediáticas que le sostienen la partitura al Gobierno y le amplifican el mensaje que da.

—¿Cuál es límite?

—Es la realidad de todos los días, la cotidianidad que nos enrostra que no alcanzan los salarios, que nos habla de despidos y suspensiones, de tarifazos y aumento en más de un 70% de los alimentos. Que el país que nos prometieron está lejos de serlo, porque se consume menos leche, porque han crecido la cantidad de comedores, porque los jubilados pierden derechos cada semana que pasa. Nuestro país no despega. Pero también hay un mensaje cotidiano hacia el Gobierno que da todos los días la comunidad, el apoyo a la educación pública porque es un valor irrenunciable.

—¿Hay necesidad de estigmatizar a quienes recuren a la memoria y las luchas del movimiento obrero que se nutre de sus experiencias históricas?

—Sí, es así. Para ellos esto es muy malo. Que haya voces que les marquen sus actos. Piensan al país como su empresa, y creen que nosotros los trabajadores nos estamos parando dentro de sus empresas y les recuerdo que existen derechos que debe respetar, es razón suficiente para que quede afuera y se lo intente desacreditar cuando comienza a ser escuchado. Tiene un grave problema. Parece que no están enterados que el Estado no es su empresa y que nosotros no somos sus empleados.

—¿Quiere decir que los cultores del dejar hacer y dejar pasar son más los más intervencionistas cuando ocupan el Estado en favor de su sector?

—Sí, y no sólo eso, si no te gusta viene la represión.