El miércoles, cuando la Cámara de Diputados bloquee el proyecto de reforma constitucional que impulsa el gobierno provincial, el peronismo (y el resto del arco político opositor) habrá conseguido su primer objetivo electoral: que Miguel Lifschitz no sea candidato a gobernador.

Si bien nadie lo reconocerá en público, es sabido que un gobernador en ejercicio si más o menos hizo bien las cosas corre con ventaja a la hora de la reelección. Lifschitz ostenta una imagen positiva alta en las encuestas, lo que le facilitaría la conquista de un segundo mandato. El detalle es la Constitución de 1962 que se lo impide.

Con Lifschitz fuera de carrera, los candidatos de la oposición podrán sentir que mejoraron sus posibilidades a pesar de que no será prescindente. Jugará fuerte para entregarle la banda a un candidato del Frente Progresista, y socialista en lo posible.

Para él se reservará la cabeza de la lista de diputados provinciales, desde donde garantizará su protagonismo en la campaña, la permanencia de la UCR en el Frente Progresista y la casi segura mayoría en la Cámara baja independientemente de quien gobierne.

Adiós a la reelección

El peronismo celebrará desde el miércoles el éxito de haber frenado la potente impronta reformista que Lifschitz le imprimió a su gestión. Sin embargo, hay otra jugada que preferiría que no ocurra, pero no está bajo sus posibilidades neutralizarla.

Es la posibilidad remota de que Miguel Lifschitz acepte volver a ser candidato a intendente por Rosario. El propio Lifschitz lo descartó en su momento, pero la duda quedará abierta hasta el último minuto del día de cierre de listas.

Se insiste, es una alternativa con casi nulas chances. De hecho el socialismo deshoja la margarita de un racimo de candidateables, pero faltando 7 meses para cerrar listas no es imposible.

Omar Perotti ya tomó nota de que esa puerta queda abierta. Y una parte del peronismo santafesino cree que María Eugenia Bielsa debería postularse a intendenta para ese eventual escenario y porque, dicen, aseguraría un triunfo. La ex vicegobernadora no tiene la mínima intención: está decidida a competir en la primaria por la candidatura a gobernador del justicialismo. Argumenta que éste es el momento en lo personal y que quiere combatir el narcotráfico, por eso la provincia y no la ciudad.

Fortalezas y debilidades

El peronismo imagina el retorno a la Casa Gris sobre dos variables básicas: fortalezas propias (al menos un candidato competitivo, unidad partidaria como en 2017) y debilidades ajenas.

La principal debilidad que le detecta es el desgaste de casi tres décadas de gestión socialista en Rosario, casa matriz desde la cual exportó al resto de la provincia la actual alianza gobernante.

Desgaste que en los últimos procesos electorales se traduce en una baja del caudal electoral cautivo del que en mayor o menor medida sacaron ventaja Ciudad Futura, PRO y en menor media PJ.

Aun si mermara el poderío electoral socialista en Rosario, el peronismo debe ganar en el resto de la provincia. No es tarea sencilla. El Frente tiene un candidato muy taquillero en la capital provincial. Y en los departamentos, donde la estructura política se consolidó elección tras elección, la gestión Lifschitz es valorada por el impacto de la obra pública.

El caso del PRO es particular. Venía con el envión de la ola amarilla, pero en esta etapa, como lo revela el mudismo de sus referentes, prefiere concentrarse en las debilidades del adversario. Es más fácil criticar la seguridad pública que justificar sin tartamudear los 250 millones anuales del Fondo Sojero que Nación le arrebató a la ciudad con la misma impunidad y sorpresa que un ladrón arrebata una cartera en la vía pública.

El dilema popular-progresista

Los peronistas que ponen sus expectativas sobre el mapa provincial se entusiasman con la idea de que en Rosario haya un drenaje de votos históricos del socialismo hacia otras fuerzas.

La realidad es que el espacio político que desde 2009 para acá más se benefició con ese goteo, consiguiendo un crecimiento electoral constante que lo puso a las escalinatas del Palacio de los Leones, es el macrismo.

Malas noticias para los socialistas, pero también para los peronistas rosarinos, que a medida que se acerque 2019 deberán ajustar su estrategia como para que sus aspiraciones a ser gobierno de la ciudad no le sirvan en bandeja la ciudad al PRO, situación que dirigentes como Roberto Sukerman y Eduardo Toniolli tienen en cuenta.

Es injusto verlo como un dilema del peronismo rosarino únicamente. Atraviesa a todas las fuerzas de la ciudad que se consideran parte de un arco popular-progresista y que legítimamente aspiran a disputar o retener la Intendencia.

Ciudad Futura se hizo cargo del desafío cuando propuso constituir un gran frente electoral para aunar fuerzas. Que pasados los meses la idea haya perdido fuerza, o que se haya acotado el número de potenciales participantes al socialismo o el peronismo y no al socialismo y el peronismo, no eliminó el problema de fondo: la posibilidad de que la ciudad termine con una intendencia de centroderecha obsesionada por el ajuste, la reducción de trabajadores y el achique del Estado.

Un aspecto más. Hasta hace unos meses, muchos opositores veían como un proceso indetenible el progresivo desgaste del gobierno socialista. La fenomenal debacle de Cambiemos desde mayo hasta acá volvió más cautos esos diagnósticos. Por un lado la realidad argentina es muy cambiante; por el otro nadie subestima a una fuerza política que cumplirá 28 años en la Municipalidad habiendo sobrevivido al menemismo, el 2001, el kirchnerismo y ahora el macrismo.

Otra etapa

La imposibilidad de reelección para Lifschitz que formalizará la Cámara de Diputados esta semana abre otra etapa. Es el punto de partida para que los candidatos que no lo hicieron salgan a caminar.

En Rosario el socialismo, consciente de que no sólo no le sobra nada sino que quizás le falte algo, intensificará contactos con otras fuerzas del campo popular-progresista. Incluso se desliza, con expectativas contenidas, que habrá un acercamiento ya formal a Ciudad Futura.

Mientras tanto habilitará dos o tres precandidatos (Estévez, Caruana, Cappiello, entre otros) a caminar la ciudad con la idea de definir por el mejor posicionado en las últimas semanas del año. El elegido disputará la primaria con Pablo Javkin, Lisandro Zeno y tal vez algún otro nombre si la coalición es parte de una alianza más grande. Lo propio harán las demás fuerzas.

Hay un solo candidato que no necesita instalarse y se puede dar el lujo de decir si compite o no hasta 5 minutos antes del cierre de listas. No es el estilo del socialismo, pero materialmente es posible. Hasta ese día será su bala de plata. Hasta entonces, todo el espectro político (propios y ajenos) llevará esa astilla en el pie. Hay 99,9% de probabilidades de que Miguel Lifschitz no sea candidato a intendente. De hecho hoy ni siquiera lo considera, pero si la ciudad está en riesgo de perderse, pero si el partido se lo pide, pero si el candidato oficial no levanta en las encuestas, pero…