En 18 años que lleva en la Corte de la provincia, Rafael Gutiérrez dio muestras de que lo suyo es el poder. Su fuerte no pasa por el contenido de sus votos ni por sus opiniones en materia de derecho. Pasa por el ejercicio de sus funciones como una constante acumulación de poder. No le fue mal. Al contrario, le fue tan bien dentro del Poder Judicial que siente que es hora de dar el salto a la política.

Sin embargo, en el primer movimiento que hizo en ese sentido, el “Rafa”, como le dicen, tiró la pelota demasiado lejos al especular sobre una candidatura a gobernador y dejó las cosas en un punto de difícil retorno.

Jugar con el misterio sobre una candidatura a gobernador, o a lo que sea, es muy común entre los políticos a la hora de medir el terreno que les gustaría pisar. Pero hacerlo desde la presidencia de la Corte Suprema de Justicia para medir cuánta agua hay en la pileta, eso rompe todas las reglas. Las escritas y las no escritas.

Gutiérrez y quienes empujan su candidatura no le dieron mucha bolilla al artículo 89 de la Constitución provincial: “Los miembros del Poder Judicial no pueden actuar de manera alguna en política”. Una de las frases que más se escuchó estos días fue: “Y…viste como es el Gordo…”.

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Si a fines de la semana próxima, al descender del avión que lo trae de Alemania, anuncia su retiro de la Justicia para dedicarse a la política, entonces sus declaraciones en los medios de prensa de los últimos 15 días serán una anécdota. Quizás ya lo tiene decidido y sólo está jugando con el misterio. Distinto será si se echa atrás y pretende seguir en la Corte como si nada hubiera pasado.

Repercusiones

Como mínimo, el ensayo de Gutiérrez sobre dar un salto a la política es parecido al de un elefante adentro de un bazar. Las formas valen mucho y en la Justicia más que en ningún otro lado. No porque sea un secreto su afinidad con el peronismo o porque tenga ideas políticas afines a un partido, sino porque la actividad política está vedada para los jueces desde el momento que asumen. Y es una condición excluyente para el ejercicio del cargo.

Que un día Gutiérrez apareciera en los medios autoinstalándose como potencial candidato fue una sorpresa para todo el arco político santafesino, pero son pocos los que se meten o se animan a cuestionar al hombre más poderoso de la Justicia provincial. El gobernador, que tendrá que aceptarle o rechazarle la renuncia si resuelve saltar a la política, cuando le preguntaron los periodistas dijo que “todos tienen derecho a candidatearse” pero era inocultable que lo había sorprendido la forma descarada en que se dedicaba a construir públicamente una candidatura desde su cargo de juez.

Carlos Fascendini, el vicegobernador, fue un poco más explícito: “La verdad que es muy desprolijo”, dijo en una entrevista con Tres Poderes en el canal público de la provincia.

El último antecedente de un pase de la Justicia a la política es el de Alejandra Rodenas. La ex jueza de instrucción cuidó los procedimientos hasta el último minuto y no habló de esa posibilidad hasta el día que formalizó su renuncia.

Por el contrario, lo de Gutiérrez está más cerca del memorable papelón del ex juez de la Corte Casiano Irribarren cuando en un acto institucional se sumó al público que cantaba la marcha peronista.

¿Qué quiere Gutiérrez? Probablemente se haya aburrido de ser juez, no encuentre nuevas motivaciones dentro de Tribunales y crea que es momento de capitalizar la enorme red de relaciones que construyó desde el Poder Judicial.

Mientras él se avoca a su proyecto personal, suele señalarse a Roberto Falistocco, también de extracción peronista y el más antiguo de los actuales ministros de la Corte, como el interlocutor preferido de Omar Perotti y con quien Gutiérrez tendrá que competir en las primarias del justicialismo si finalmente se lanza a la política.

El amperímetro peronista

El peronismo navegó entre la sorpresa por la repentina aparición de Gutiérrez como posible candidato y cierta indiferencia por una movida a la que se le asigna poco impacto dentro de la vida interna partidaria. Distintos referentes describen la movida como “muy acotada” y promovido por hombres del Poder Judicial y otros de la vida política y de medios de la capital provincial que conforman su entorno más cercano.

También hay un puñado de presidentes comunales que lo instan a calzarse el traje. El más visible es Amaro González, de Timbúes. En esa paisajísticamente hermosa y económicamente rica localidad ribereña, Gutiérrez se prestó para que González hiciera pública la promoción de su candidatura a gobernador, en el contexto de una charla que compartió con el consultor político y encuestador Enrique Zuleta Puceiro. La charla estuvo marcada por sutiles tips de campaña. Los que ven política con el olfato lo percibieron.

Hay quienes opinan que lo de Gutiérrez tiene que ver con las renovadas expectativas de poder del PJ santafesino. A diferencia de otras elecciones, nadie quiere quedarse en la casa. Por el contrario muchos grupos se activaron para disputar su cuotaparte de poder. Y las Paso de abril próximo serán una instancia crucial para el reparto interno de poder en el peronismo.

Las ganas de saltar a la política de Gutiérrez coinciden con dirigentes o jefes comunales que están interesados, por ejemplo, en colocar diputados propios en la Cámara de Diputados pero para armar una lista necesitan una figura provincial de referencia como carta de presentación.

A su manera

Gutiérrez lleva 43 años en la Justicia santafesina. Entró en 1975 como secretario y llegó a la Corte promovido por su primo Carlos Reutemann en 2000.

Desde entonces se encargó de hacer política en todo el sentido de la palabra. Dentro de los Tribunales, suele decirse que más que juez es el mejor representante gremial de jueces, funcionarios y empleados del Poder Judicial. Esa actitud rompió barreras geográficas y ya no es una excepción encontrar hoy en los Tribunales de Rosario quienes valoran su perfil protector.

Él mismo gusta repetirlo: “Si yo he ayudado a todo el mundo!! El que necesitaba una mano yo se la di, de adentro y de afuera. Yo ayudo a todos… peronistas, radicales, socialistas”, suele jactarse.

Tiene puesta la camiseta. Lo demostró bancando al grupo «Resistiré» que quiso frenar la reforma del sistema penal en 2007. O cuando ningunea y desprecia a los funcionarios de Seguridad provincial que cuestionan decisiones de jueces. Qué decir de su encendida defensa del privilegio de los jueces y la autodecisión de que no les corresponde tributar impuesto a las Ganancias. Para un poder tan corporativo como el judicial esas actitudes son muy valoradas.

Un juez de primera instancia consultado para este artículo lo dijo así: “No voy a decir nada que ustedes no sepan, pero en mayor o menor medida muchos le deben un favor. Él ayuda a todos, siempre operó como un político dentro de tribunales”.

Etapa cumplida

Gutiérrez ya superó los 65 años que establece la Constitución provincial como límite para ejercer como juez, pero no los 75 que marca la Constitución nacional. No parecen ser esas barreras las que guían sus decisiones de estos días; más bien una necesidad personal de dar un giro en su vida y probarse en otro campo, para lo cual tiene que cerrar una etapa de cuatro décadas en la Justicia. Íntimamente siente que conquistó todo lo que podía conquistar, incluida su proyección nacional con la presidencia de la Junta de Cortes y de la Federación Argentina de Magistrados.

Ahora le gustaría mudarse a la política partidaria con toda esa experiencia acumulada y una montaña de relaciones y favores a los que echar mano. Los primeros pasos fueron de una desprolijidad llamativa, propia de quien no está bien asesorado o está acostumbrado a hacer sin dar explicaciones ni pagar costos. En política no es tan fácil.