El poderoso sindicato United Auto Workers (UAW) anunció el comienzo de una huelga en tres fábricas de automóviles de Estados Unidos, que paralizará las tareas de más de 12.000 trabajadores, luego de que no prosperaran las negociaciones paritarias por salarios y condiciones laborales, en una medida de fuerza que podría desestabilizar el sector e incluso la economía nacional.

La huelga, iniciada durante la noche del jueves, «comienza en las ‘Tres Grandes'», escribió el UAW en las últimas horas en la red social X, en referencia a General Motors, Ford y Stellantis, que controla a la marca Chrysler.

Los tres centros afectados son las instalaciones de montaje de Wentzville, en Misuri, para General Motors; Toledo, en Ohio, para Stellantis, y Wayne, en Michigan, para Ford, que suman en sus líneas unos 12.700 afiliados al sindicato.

En dos meses de negociaciones, los representantes del UAW y los líderes de las «Tres Grandes» no lograron ponerse de acuerdo sobre el contenido de un nuevo convenio colectivo de cuatro años.

«Estamos lanzando una nueva estrategia», había anunciado anoche Shawn Fain, presidente del sindicato, dos horas antes de que venciera el plazo para alcanzar el acuerdo, informó la agencia de noticias AFP.

El sindicato exige un aumento salarial del 36 % en cuatro años, mientras que el ofrecimiento de los tres fabricantes estadounidenses no superó el 20 %, según el líder sindical, en un país en el que la inflación persiste.

Los históricos gigantes de Detroit también se negaron a conceder días adicionales de vacaciones y a aumentar las pensiones, proporcionadas por fondos específicos de cada empresa.

Fain instó al total de casi 146.000 miembros del gremio a estar preparados para sumarse al paro en función de cómo avancen las negociaciones, y advirtió que UAW no dudaría en prolongar la huelga.

Ford, que se había quejado de la lenta respuesta del sindicato a su última oferta, recibió una contraoferta, cuyas condiciones describió como «insostenibles» y anunció que la empresa había «negociado de buena fe en un esfuerzo por evitar una huelga».

La empresa «sigue absolutamente comprometida a alcanzar un acuerdo que recompense a nuestros empleados y proteja la capacidad de Ford para invertir en el futuro a medida que avanzamos en la transformación de toda la industria» hacia los vehículos eléctricos, declaró.

En principio, General Motors y Stellantis no hicieron comentarios.

Fain advirtió el miércoles a «las empresas desde el principio que el 14 de septiembre (a medianoche) es una fecha límite» y aseguró que no permitirían que «los Tres Grandes sigan prolongando las discusiones durante meses».

El jueves, el jefe de Ford, Jim Farley, acusó en la cadena de noticias CNBC a Fain de estar «ocupado preparando una huelga» en lugar de «negociar el contrato» en momentos en que estaba a punto de expirar.

El mismo día, un vocero de General Motors informó que por la mañana se había enviado una nueva oferta al UAW.

«Seguimos participando en negociaciones directas y de buena fe», aseguró, al tiempo que agregó que «cualquier interrupción tendría consecuencias negativas para nuestros empleados y clientes».

Un conflicto social prolongado podría tener consecuencias políticas para el presidente estadounidense, Joe Biden, cuya gestión económica es criticada, en particular por la persistente inflación en el país.

A poco más de un año de las elecciones presidenciales en las que compite, el mandatario camina sobre terreno complicado, entre su declarado apoyo a los sindicatos y el fantasma de un golpe a la economía estadounidense a causa de una huelga.

Anoche habló por teléfono con Fain y los dirigentes de los fabricantes para hacer balance de las negociaciones.

«Los consumidores y comerciantes están, en general, relativamente protegidos de los efectos de una huelga breve», explicó el vicepresidente de la consultora Anderson Economic Group (AEG), Tyler Theile.

Pero con inventarios que representan una quinta parte de los que tenía la industria en 2019, durante la última huelga de GM, «podrían verse afectados mucho más rápidamente» que hace cuatro años, afirmó.

Los analistas de JPMorgan creen que un fuerte aumento de los salarios tendría un impacto en los precios de venta de los vehículos, empujando a los conductores a «conservar su auto por más tiempo» en lugar de comprar un modelo nuevo.