Por Fabrizio Turturici

A lo largo del tiempo, los análisis de sangre se han ido transformando en uno de los métodos más comunes y eficaces de la medicina, tal como la conocemos hoy en día. Claro que sufrió amplias transformaciones con el avance científico y tecnológico, pero su esencia no deja de ser la misma.

En diálogo con Conclusión, el bioquímico de trascendencia internacional Oscar Fay, director del Centro de Diagnóstico Médico de Alta Complejidad (Cibic), traza un minucioso recorrido en el tiempo, tendiendo un puente entre el pasado y el futuro: “Antes se hacían una veintena de análisis por día en la ciudad de Rosario; mientras que hoy sólo un laboratorio de alta complejidad realiza 3.000 trabajos diarios”.

Fay cumplirá ochenta años y lleva más de medio siglo en actividad: “Soy el más longevo en ejercicio de la profesión del país”, resalta con orgullo, una emoción que desaparece repentinamente en sus siguientes palabras: “Habiendo transitado este camino, me doy cuenta que el impacto de la tecnología es brutal”.

En este sentido, el ciudadano distinguido que lleva una vasta trayectoria en investigación, docencia y prevención, revela a este diario que su utopía es “resolver la gran inequidad que existe en cuanto a la utilización de los servicios de salud. Deseo que la tecnológica de punta pueda estar al alcance de todo el mundo, sin importar estrato social, sea salud pública o privada”, dijo Fay.

En correlato, el director de Bioquímica de la Municipalidad de Rosario, Gustavo Dip, consignó que “el avance de la ciencia y tecnología en la medicina siempre aparece de forma positiva. Por un lado, la ciencia aumenta el conocimiento en base a investigaciones; y por el otro está la tecnología que acompaña este desarrollo”.

Por ejemplo, para los análisis del virus HIV, Dip manifestó que “se utilizaba el método elisa que es una técnica de inmunoensayo, donde se investigaba la presencia del virus en forma indirecta. Era una técnica difícil y engorrosa donde en realidad lo que se buscaba era el anticuerpo contra el HIV”.

“Nuestro laboratorio utiliza un sistema totalmente automático. Todo está enganchado a una cinta de transporte que conecta con todos los instrumentos. Nosotros solamente sacamos la sangre del paciente, asignamos un código de barra a los tubos y ya nadie toca nada más. Ingresa al robot principal y a partir de ahí se manejan todos los sistemas robóticos de forma automática”, agregó el también director del laboratorio Turner.

Pasos a seguir para la extracción de sangre. “Los pasos a seguir para una extracción no cambiaron demasiado: se liga el brazo para que pueda darle presión de sangre a las venas y se extrae con una aguja y jeringa. La diferencia es que antes no era descartable. Además, ahora existen equipos nuevos que simplifican todo”, declaró Dip. Y Fay sumó: “En primer lugar y tras la extracción, se debe garantizar la bioseguridad, que implica rotular una muestra de sangre sin que tenga contacto con cualquier otro material. Cuantas menos veces se traslade la muestra de un tubo a otro, o de una máquina a otra, mejor. Así se conservará mejor la identidad. Claro que está solucionado cuando el operador tiene acceso a la robótica, que resuelve tres de cada cuatro exámenes. Por ende, el único momento en cual se tiene acceso a la identificación es en la extracción de sangre. Se utiliza un tubo que queda rotulado con un código de barras; y este tubo donde se saca sangre, dada la escasísima material con que se utiliza, no es otra cosa que un tubo de reacción. Una vez que se manda a la máquina, ya no toca más la mano humana. Esto se convierte en un informe escrito que va por vía electrónica (telefónica o manual) y se convierte en un resultado. Todo el proceso –desde la extracción hasta el resultado- en el 85% de los casos se resuelve en término de horas. Se sacan a la mañana y a las 3 o 4 de la tarde ya están listas”, soltó Fay.

—¿Existen distintos tipos de extracciones?

—(Fay) No, mayoritariamente se hacen a través de una venopuntura –con distintos tipos de aguja- y lo único que cambian son los receptáculos. Si se utiliza una máquina de alta tecnología, va un tubo único que camina por todos los aparatos.

—¿Hoy en día, todos los laboratorios de la ciudad cuentan con esta tecnología?

—(Fay) La máquina en general depende del volumen del trabajo. Por ejemplo, la Municipalidad de Rosario tiene un centro colector de muestras y por eso tiene muy buena parte instrumental. Algunos otros laboratorios con menos trabajo las mandarán a colegas que posean la máquina, ya que la ley lo permite, mientras se cumplan todos los requisitos de seguridad.

—¿Cómo se hacen los hemogramas?

—(Dip) Antes se utilizaba un método manual, una vez extraída la sangre anticoagulada. Tenías que ir haciendo la división con una pipeta de vidrio, eliminar los glóbulos rojos y separarlos con una cámara de recuento de glóbulos. Se dejaba sedimentar y luego se contaba uno por uno con microscopio. Este proceso demoraba quince minutos por cada hemograma. Ahora existen instrumentos que se llaman contadores hematológicos, que funcionan con doble láser, distintos orificios para separar los tamaños y el uso de propiedades físicas y químicas de las células, tiñéndolas con reactivos y colorantes para decirte perfectamente la cantidad de glóbulos blancos, clasificándolos uno por uno. Las máquinas de ahora hacen hasta 160 hemogramas por hora, aportando mucha precisión en poco tiempo.

—¿Cómo impacta el avance tecnológico en la medicina?

—(Fay) El avance de la tecnología es una tendencia mundial donde se pone en juego algo más importante. Es que el desarrollo científico y tecnológico en las ciencias médicas a estas alturas resulta exponencial. Tanto es así que se presume que para antes de mediados de siglo cambien la mayoría de los paradigmas médicos. La tecnología es fruto de la capacidad económica que se tiene, del rendimiento de la máquina y de la durabilidad del proceso: las máquinas cada vez duran menos y se fabrica un modelo nuevo cada veinte segundos. Sucede también con los teléfonos celulares. Hay que tener cuidado con esto: ¿quién paga el costo del desarrollo tecnológico? Termina pagándolo el paciente, ya que a nosotros no nos regalan las máquinas. El impacto tecnológico es brutal. Pienso que hay una gran inequidad en cuanto a la utilización de los servicios de salud y tengo la utopía de que esta tecnológica de punta pueda estar al alcance de todo el mundo, sin importar estrato social, sea salud pública o privada. Y creo que a lo largo estas máquinas lo van a conseguir, porque a medida que se van perfeccionando son más baratos los costos.

—¿Es utópico pensar en una extracción de sangre sin el pinchazo de la aguja?

—(Fay) No puedo asegurarlo. La realidad es que los métodos a nivel molecular están siendo tan precisos, importantes y accesibles, que uno se podría imaginar el análisis en cualquier fluido: ya sea saliva, transpiración o lo que sea, pero sin pinchar. Hoy los costos son altísimos y todavía no están al alcance de la gente, pero soy optimista. El hecho de pinchar ya significa una injuria al cuerpo del otro: estoy penetrando tu organismo a través de la piel; y esta es una cosa que se va a superar. No sé si en diez años o cuándo, pero yo creo que los análisis se acabarán haciendo los exámenes mediante la saliva, la transpiración, la orina, el cabello… Todo va en camino a que esta infraestructura desaparezca”, agregó el ciudadano distinguido.

—Un puente a través del tiempo: ¿cómo eran antes los análisis?

—Cuando yo comencé a trabajar todo era completamente distinto. Hasta cambiaron los paradigmas: hace cincuenta años se hacían uno de cada ochocientos análisis que se hacen hoy en día. El análisis cobró identidad en el diagnóstico; antes el médico no te pedía necesariamente un examen, pero ahora si no te lo piden seguramente el paciente desconfía y cambia de médico. Antes Rosario tenía como mucho diez laboratorios y se hacían veinte análisis por día, de manera manual, que se entregaban por correo una semana después. Las escribíamos nosotros mismos con una máquina de escribir Remington (risas). Hoy un laboratorio de alta complejidad tiene cerca de 3.000 trabajos diarios y los entrega a las pocas horas”, dijo Fay, a lo que Dip agregó: “Aunque hace treinta años ya existían técnicas mecanizadas, éstas eran de menor porte. En los laboratorios de análisis químicos lo que creció fue la automatización: cómo las máquinas pueden realizar análisis apenas controladas por el hombre. Esto hace que el resultado tenga menos errores analíticos. Durante los ochenta, se sacaban sangre con jeringa, pero muchos de ellos ni siquiera tenían agujas descartables. Ahora todo es más seguro e incluso contamos con sistema de vacío, que saca la cantidad de sangre exacta para cada tubo”.