MARTES, 26 DE NOV

Las versiones sobre Melconian, síntoma de que el mercado ve necesidad de «relanzar» el programa económico

El alza de la inflación, así como la volatilidad del dólar y los bonos, fueron interpretados por economistas como señales de desconfianza sobre las proyecciones oficiales. El sector más preocupado por el déficit fiscal pide abandonar el gradualismo y la vuelta de "un ministro fuerte".

A esta altura, ya pasó a ser un tema secundario sCarlos Melconian va a ser ministro, superministro, presidente del Banco Central, asesor personal de Macri o si apenas se limitará a continuar su raid mediático de autopostulación con su «Plan Perdurar».

La cuestión de fondo es otra: ahora, y a diferencia de otros momentos, los rumores sobre cambios en el equipo económico volvieron a ser verosímiles y a generar nerviosismo en el mercado.

Así lo atestiguan los urgentes llamados -tanto en la City porteña como en Wall Street- a quienes manejan portafolios de inversión por parte de clientes que quieren adoptar posturas defensivas.

Así también lo demuestra el continuo castigo a los bonos de deuda soberana (que siguen cayendo en la plaza secundaria) y la rebeldía del dólar(que vuelve a subir cada vez que el Central deja de intervenir).

Es el caldo de cultivo perfecto para que funcione la usina de rumores. Y, como muestra la historia económica reciente, este estado de inquietud en las empresas, en el mundo financiero y en el ámbito político sólo puede ser indicador de una cosa: la sensación instalada de que el actual modelo económico da señales de agotamiento y sufre una pérdida de confianza.

En consecuencia, se va generando una expectativa de «relanzamiento» que sea capaz de restituir la tranquilidad y estabilizar los indicadores.

En ese marco de nerviosismo, cualquier versión sobre cambios de nombres se torna inmediatamente creíble. Y más si se dan las siguientes condiciones:

1.- Empiezan a atenderse con más atención las críticas de quienes piden un «ministro fuerte».

Tras la salida de Alfonso Prat Gay, parecía impuesto el criterio macrista de «trabajo en equipo» que, en realidad, concebía a los funcionarios comotécnicos con poco margen de decisión propia y que siguen lineamientos fijados desde la «mesa chica» de la conducción política.

A medida que los indicadores se tornaron desfavorables y que no se percibió una línea clara para modificar el rumbo, varios veteranos analistas, con influencia en la City y en el ámbito político, empezaron a extrañar los tiempos en los que había una figura protagónica.

Una persona que centralizara las decisiones y coordinara las áreas que hoy funcionan separadas entre sí -hacienda, finanzas, política monetaria, políticas sectoriales productivas-.

2.- Pérdida acelerada de prestigio y credibilidad de Sturzenegger

Hasta fin del año pasado, el titular del Banco Central era visto como una «garantía» de seguridad para la plaza financiera.

Tras el recorte a la autonomía del BCRA provocado en diciembre, no sólo se desdibujó la meta inflacionaria.

El mercado empezó a percibir que la política de tasas e intervención en el circuito cambiario perdían su criterio técnico.

En otras palabras, que tales prácticas son más bien resultado de «bajadas de líneas» políticas.

3.- Descrédito generalizado de las proyecciones del equipo económico

Esto es algo que reconoce el propio Banco Central a la hora de justificar su política de tasas.

De hecho, hoy día existe una amplia brecha entre la meta de inflación y lo que el mercado dice que va a ocurrir.

Si fuese eso sólo, sería lo de menos. Además hay una continua revisión (siempre para peor) de las proyecciones sobre el precio del dólar, la consecución de las metas fiscales y del objetivo del crecimiento del PBI.

4.- Irrumpen autopostulantes para resolver problemas

Son esos nombres capaces de integrar la lista de los clásicos «ministeriables«.

Poseen jerarquía técnica, experiencia en la función pública, dotes de buen comunicador, declarada fidelidad al Presidente, suficiente personalidad y ego como para querer asumir el rol de «superministro».

Y que, como si esto fuera poco, tiene el claro diagnóstico de que las cosas van mal.

Paralelamente, despliegan un plan preciso para reencauzar la economía y se autopostulan recurriendo a un intenso «high profile» en los medios de comunicación.

Disparen contra el gradualismo
En su batalla por contestarles a los economistas críticos, el Gobierno se anotó una pequeña victoria.

Fue en el marco de la visita de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, quien elogió la política gradualista de equilibrio fiscal.

Sin embargo, los economistas locales no parecen muy conmovidos. De hecho, el clima de estos días ya dejó de ser el de una crítica amigable sobre cómo mejorar el modelo para enmarcarse en una dura advertencia sobre el camino errado.

Los más escépticos afirman que el gradualismo está agotado. Y que, en el afán de tolerar cierto nivel de inflación para no cortar el crecimiento del PBI, se entró en un escenario en el que no se conseguirá ni lo uno ni lo otro.

Los ejemplos de visiones críticas son cotidianos y sobran. Por caso, Juan Carlos de Pablo indica que jamás fue creíble la meta inflacionaria, ni la anterior de 10% ni la actual de 15%.

«La credibilidad tiene que basarse en cosas plausibles, no es simplemente un enunciado. Cuando uno no sabe lo que va a pasar, más en un país como Argentina, primero se cubre y después hablamos», afirma.

Más duro aun, Aldo Abram, director de la fundación Libertad y Progreso, expresa: «Lamentablemente, la prioridad del Banco Central ya no es cumplir con las metas de inflación«.

Y refuta el argumento de que la suba del dólar es lo que acelera el índice de precios. En su visión, el orden causal es precisamente el inverso.

Señala que el problema irresuelto es el exceso de gasto público y el uso de la maquinita: «Se emiten pesos para financiar al Estado, unos $150.000 millones el año pasado».

Otro influyente en la City, el ex ministro Ricardo López Murphy, no oculta su escepticismo sobre el éxito de fórmulas gradualistas: «Para que no queden dudas sobre de qué estamos hablando, gradualismo quiere decir endeudarse más».

Tal vez las críticas más lapidarias provienen de la propia firma Economía & Regiones. Paradójicamente, una usina fundada por Rogelio Frigerio, actual ministro del Interior.

Dirigida con una mirada radicalmente liberal por Diego Giacomini, esta consultora señala que el cambio de diciembre viene siendo un fracaso: se sacrificó la meta inflacionaria con la esperanza de reactivar la economía, y no se van conseguir ninguno de los dos objetivos.

Advierte sobre el riesgo de que la inflación de este año pueda incluso superar el 24,8% del 2017. Y que, ante una caída en la demanda de dinero del público, el efecto es que con el mismo ritmo de emisión monetaria se genere cada vez mayor tasa inflacionaria.

Para colmo, sin que haya estímulos a la inversión, que se mantiene en 16% del PBI.

De hecho, calcula un crecimiento de 2% para este año, más que nada por un «efecto arrastre», lo que implica que, en términos de PBI per cápita, todavía se estará debajo del nivel de 2015.

Su crítica al gradualismo tiene, sobre todo, una argumentación en el plano fiscal.

Señala que el déficit consolidado -cuando se suma los correspondientes a Nación, provincias y al Banco Central– es del orden de 10 puntos del PBI, a pesar de una presión tributaria récord de 34,7% del PBI.

Melconian, pros y contras

La gran pregunta es si, en este contexto, Melconian puede ser el hombre indicado para dar un golpe de timón y devolverle credibilidad a la economía.

Siempre estuvo enrolado en la lista de los preocupados por el desborde fiscal y que ponen el foco en los costos ocultos del gradualismo.

En ese sentido, se podría suponer que su llegada dejaría contenta al ala más liberal u ortodoxa del gremio de los economistas, esa que hoy está haciendo advertencias cada vez más duras sobre las posibilidades de un «choque» del modelo y un descontrol en el frente de la deuda pública.

Sin embargo, el nuevo discurso de Melconian para su autopostulación ya no luce tan «halcón» como podría suponerse en base a sus antecedentes.

Su alusión a un «Plan Perdurar» que tenga como objetivo evitar una crisis (más que realizar reformas estructurales profundas) pone una nota de duda sobre qué podría esperarse de un eventual ingreso.

Es decir, si implicaría realmente un cambio drástico en la línea económica o si se trataría de un plan para intentar «refrescar» la imagen del Gobierno y fijarse la prioridad política de la reelección.

Al respecto, son bien ilustrativas algunas de sus frases recientes:

– «Cometimos errores de creer que los precios estaban a $16, de creer que la sola presencia del Presidente generaba una lluvia de dólares»

– «Si no se arma nada enfrente, si sigue el endeudamiento y las variables habituales están modestas, el plan llega a diciembre de 2019 y el Presidente es reelecto»

– «Lo mejor que le puede pasar al Plan Perdurar es que se sigan modificando los precios relativos para que estén, cuando llegue el plan de estabilización, en un sendero como la gente»

Traducido, lo que Melconian está diciendo es que no habría que esperar cambios estructurales profundos antes de la eventual reelección de Macri y que recién en 2020 vendría un segundo plan con reformas de porte.

Que el actual sendero de suba de dólar y tarifas es bueno porque lleva gradualmente a los precios a sus niveles de equilibrio tras la distorsión provocada durante el kirchnerismo por los atrasos cambiario y tarifario.

No parece, a primera vista, un planteo que entusiasme a quienes hoy están más asustados por la marcha del modelo económico.

Por otra parte, en contra de una vuelta de Melconian juega un factor importante: nada indica que Macri esté dispuesto a volver a la figura de un superministro.

Eso recortaría, en los hechos, el poder de quienes hoy realmente toman las decisiones en la economía, que son los vicejefes de gabinete Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

Menos probable aun es que Melconian acepte cumplir el rol que hoy juega Nicolás Dujovne.

Es decir, aceptar indicaciones de la mesa chica, ser un funcionario con poco margen de maniobra para diseñar las grandes políticas y estar a la par y no encima de otros funcionarios como «Toto» Caputo y Francisco Cabrera.

De hecho, su salida del Banco Nación no se debió tanto a divergencias de fondo con la línea económica, sino a su celo por la independencia del banco, algo que desde la óptica del PRO es interpretado como una mala disposición al «trabajo en equipo».

Como él mismo reconoció, un factor que desató la salida fue su negativa a que el Nación asistiera al Tesoro para ayudar a financiar el rojo fiscal.

Claro que también hay argumentos políticos a favor de la llegada de alguien con el perfil de Melconian.

La más fuerte está el reclamo del mercado sobre alguna señal de «relanzamiento» del plan, algo que tranquilice a los operadores en el sentido de que se vuelva a conectar con la realidad.

Esas son las variables que hoy está sopesando Macri.

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