Por Alejandro  A.Travagliani

Los «economistas» suelen usar dos grandes falacias -que no resisten el menor análisis lógico- para adormecer a la opinión pública. Que el «necesario ajuste» golpeará con más fuerza a los pobres, y que, para crecer, antes hay que soportar un bajón.

Todo lo que crece en el cosmos empieza creciendo, no hay otra manera. Y, siempre, cuando el crecimiento es genuino, empieza beneficiando primero a los de más abajo. Pero supongamos que son ciertas.

Según el Ejecutivo, la reactivación se daría a partir de la mejora de las jubilaciones, del cobro de la segunda ronda de aumentos de las paritarias y del efecto en los bolsillos a partir de la baja de la inflación. Es decir, expansión del consumo, lo que de paso viene muy bien a los fines electorales. Y, además, el aumento de la obra pública, que sería la principal fuente de mejora del empleo, y la recuperación económica de Brasil. En cuanto a la recuperación de Brasil, es cierto que el 50% de las exportaciones industriales allí se dirigen, pero en todo caso si mejoran podrá entrar más dinero -reflejando un crecimiento del PBI por el modo en que se calcula- pero crecimiento real en términos de aumento de capacidad productiva, tecnología y bienes de capital, no necesariamente.

Al respecto de la obra estatal, al contrario de lo que el Gobierno dice, es recesiva porque el Estado no genera recursos propios, sino que los retira -coactivamente, básicamente, por vía impositiva- del mercado. Y si tiene que hacerlo coactivamente es, precisamente, porque naturalmente no irían en esa dirección debido a que no son inversiones rentables, eficientes. Es decir, que se malgastan los recursos sociales.

A lo que hay que sumarle que el Estado es ineficiente constructor.

En cuanto a expandir el consumo -que representa cerca del 80% de la economía, siendo el resto comercio exterior e inversiones-, tampoco garantiza crecimiento real, aunque se reflejara en un incremento del PBI por la entrada de dinero, sino más bien utilización de capacidad ociosa. Expansión basada en inflación, aunque el Gobierno vea una baja inflacionaria.

Para esta expansión, parece que ganará la batalla la baja en las tasas de interés, que el Banco Central (BCRA) ya bajó hasta el 27,75% anual para colocaciones a 35 días, aunque muchos opinan que sigue siendo alta y favorable a los bancos frente a una inflación que se proyectaría por debajo del 20%, con lo que la Lebac rendiría una tasa real del 8% anual, contra un objetivo que el BCRA fijó en 4%. Pero la inflación real no parece a la baja. Sí hubo una fuerte retracción del consumo y las ventas minoristas, medidas en cantidades, cayeron 6,7% anual en los primeros ocho meses del año. Y, hablando de precios, queda todavía mucho aumento de tarifas. En cambio, el gasto estatal es descomunal. Mientras que la Unión Europea no admite un déficit presupuestario superior al 3%, en la Argentina este año rondará el 5% del PBI, y en 2017 subiría incluso hasta el 7%. Aumenta el gasto -el 36% se destina a pago de jubilaciones, 14% a sueldos, 10% a intereses de la deuda y 20% a subsidios- y la «reparación histórica» a los jubilados demandará $69.500 millones este año y $131.800 millones en 2017, mientras que, según el CIPPEC, la recaudación cayó 10% en terminos reales.

Para remate, en gran parte debido a que los bancos «no ayudan» -obvio, nadie recomendaría a un cliente un mal negocio-, el blanqueo viene flojo. Aun suponiendo que llegara a u$s30.000 millones, es muy poco si consideramos que el déficit sumó $ 248.117 millones sólo en los siete primeros meses del año.