Por Manuel Parola

 

La Confederación General del Trabajo (CGT) actúa como brújula para el campo trabajador, en medio de un escenario de profunda tempestad simbólica, política, social y económica.

La huelga general convocada para este jueves 9 de mayo es el segundo parate que se le realiza al gobierno de Javier Milei y al experimento anarcocapitalista. Desde el Gobierno nacional apuntaron que los dirigentes de la CGT son “los fundamentalistas del atraso” a la vez que anunciaron que se le descontará la jornada a aquellos trabajadores estatales que adhieran al paro.

El paro es convocado por las sindicatos en rechazo de la ley ómnibus, llamada por el oficialismo como “Ley Bases”, donde se busca determinar figuras legales que habilitan la explotación y la pauperización de los puestos de trabajo, el ingreso de empresas foráneas para la explotación extractivista de los recursos naturales argentinos sin dejar un solo dólar en las arcas nacionales y la precarización del sistema jubilatorio, además de la privatización de empresas estatales.

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“Un 31% de caída real en las partidas presupuestarias de jubilaciones y pensiones, un 87% en obras públicas, un 39% en subsidios al transporte, un 76% en transferencias a las provincias, un 18% en recorte a las universidades y un 13% en programas sociales; son solo algunos de los indicadores que ponen en evidencia que el ajuste no lo paga la casta; sino que recae sobre los sectores más vulnerables”, detallaron la CGT, la CTA Autónoma y la CTA de los Trabajadores en un comunicado conjunto publicado este miércoles en la víspera de la protesta.

A todo esto se le agregan las políticas económicas del gobierno de La Libertad Avanza, donde el resultado viene siendo un acumulado del 23,8% de retroceso en el consumo de alimentos y bebidas, del 31,3% en productos de farmacia y del 31,1% en elementos de perfumería (según el último informe de la Cámara de la Mediana Empresa, la cual anunció en las últimas horas del miércoles 8 que no adherirá al paro, por más que lleven 4 meses de caída en las ventas), una caída promedio interanual del 21,1% en la industria según un relevamiento del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) y que a los salarios del sector privado cayeran por debajo de la línea de pobreza (según las estimaciones del observatorio económico Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía – Mate). Sólo por mencionar el nivel de destrato en lo económico, pasando por alto la desfinanciación educativa, sanitaria y cultural.

La reducción en cinco puntos porcentuales del PBI impactó directamente en el poder de compra de los argentinos, quienes se han visto intervenidos en en sus paritarias en favor de las patronales, al decir del ministro de Economía: “No vamos a homologar paritarias por encima de la inflación».

El periodista y escritor Martín Rodríguez publicó en su cuenta personal de X, en junio del 2018, que “lo bueno de saber ‘cuánto cuesta un paro’ es que por fin aceptan lo que nunca dicen: que los trabajadores producen riqueza. Porque el resto de los días a los trabajadores los tratan como a un costo”.

Si la oposición no toma la altura que el momento histórico reclama, las organizaciones vivas de quienes mueven el mundo -los trabajadores- elevarán su bronca otra vez en la búsqueda de construir una auténtica alternativa contra un ajuste que se presenta a sí mismo como inevitable.

El costo del maltrato, hasta ahora sin contraprestación aparente, contra el pueblo trabajador y la ruptura de la promesa de campaña de ir “contra la casta” es la de un paro que, lejos de ser injusto, es necesario. “Las y los trabajadores reafirmamos nuestro compromiso y nuestro derecho a participar en el diseño de la sociedad a la que aspiramos”, declararon las centrales gremiales en el cierre de su documento. La firma tripartita de semejante documento augura un asomo de esa construcción, tan postergada como necesaria para enfrentar un gobierno que, enfente, sólo tiene la voluntad utópica de poder vivir con dignidad. No será una construcción fácil. En buenahora que comience a buscarla.