Por Andrea San Esteban

Para sobrevivir en los tiempos que corren, habría que adaptarse a los cambios permanentes, nada estables. No solo las condiciones laborales, sino hasta la identidad misma sería mutable.

El sociólogo polaco Ziygmunt Bauman sostiene, desde hace años, que “los nuevos pobres son aquellos incapaces de acceder a la novedad del sistema mundial, que es la pérdida de la moral del trabajo y con ello las nuevas formas de relación humana”.

Dice Bauman: “Nada calmará el dolor de la inferioridad evidente. El trabajo, las conductas, el amor, la identidad todo se verá afectado. Para alcanzar una vida normal de consumo, se necesita dinero y los pobres se encontrarán en un escenario rapaz”.

“Sinceramiento”

El Presidente de la Nación Argentina y su equipo llama “sinceramiento” a la mensuración de la vida, en sus distintos órdenes; para los ciudadanos es mucho más profundo. Estamos atravesados por la economía.

En “La vida liquida”, el libro del sociólogo Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, explica entre otras cosas cómo serán las sociedades contemporáneas y las define como líquidas. “Una vida caracterizada por no mantener mucho tiempo la misma forma –dice- y ello hará que nuestras existencias se definan por la precariedad y la incertidumbre”.

Ya no habrá que pensar en Estado de bienestar, ni en empleos hasta la edad jubilatoria, pues el retiro por edad desaparecerá. Tampoco la idea de matrimonio para “siempre”, ya que los famosos “amores líquidos” serán la premisa. Amor libre, sin compromisos eternos, ni fidelidades. “Una vida caracterizada por los cambios, sin rumbo fijo”, es la idea de Bauman.

Una sociedad moderna líquida, como la que describe el catedrático, habla de la flexibilidad en casi todos los órdenes de la vida y tiene como

protagonista principal las relaciones humanas. “Es la angustia de querer vivir juntos o separados; el sexo sin compromiso, ni responsabilidades”.

En los 90’

Aquí aparece también una discusión en torno al egoísmo que esto conlleva: el desmoronamiento de la solidaridad, una sociedad individualista y la desconfianza “al otro”.

Para los argentinos estas afirmaciones son conocidas porque en los 90’ se vivía así. Lo dramático es haber, aparentemente, retornado a un escenario sin garantías sociales.

El prestigioso sociólogo escribió varias tesis. Anteriormente se conoció “La modernidad líquida”, donde en el año 2003 ya hablaba de la desaparición de “las lealtades tradicionales, la desintegración de las autoridades y la perdida de la credibilidad política”.

Existe una manera de superar el tiempo, estas “políticas de la vida”, cuando se han disuelto, licuado, flexibilizado los vínculos colectivos, cuando se ha fragmentado el discurso. Bauman “nos obliga” a repensar las relaciones en tiempos individualistas, en términos de costos y beneficios. La salvación es pensar en una humanidad que rechace la promiscuidad del egoísmo, que se rebele contra el consumo a ultranza y utilitarista de las personas.

El éxito de la humanidad será cuando no acepte el reemplazo de personas con saberes, conocimientos propios, sensibilidades, experiencias, emociones, ética, moral, por la fanatización de los contactos virtuales, para trabajar, para vincularse y se puedan compatibilizar las nuevas tecnologías con la vida cotidiana.

Mientras esperamos su próxima obra “Vidas desperdiciadas”, deberíamos pensar en este concepto de Bauman, “La angustia de sentirnos superfluos y rechazados, debería llevarnos a una búsqueda más humilde y solidaria, que es el abrazo humano”.