Por Manuel Aguirre (*)

El sistema político argentino se encuentra en un momento de crisis y confusión. En medio de una gestión presidencial cuestionada y un contexto socioeconómico difícil, surgen candidatos que prometen un futuro mejor, a pesar de que el presente es doloroso para muchos ciudadanos.

¿Por qué lo hacen? La respuesta es clara: buscan el poder. Pero la forma en que lo buscan es preocupante. Se someten a presiones de distintos sectores, cambian su discurso según el auditorio y se muestran dispuestos a complacer a quienes los sostienen, aunque esto signifique traicionar sus ideales y comprometer su independencia.

Esto no es nuevo en la política argentina. Pero es peligroso. En un sistema constitucional que no admite una división del poder presidencial ni que este derive de otra fuente que no sea la voluntad del pueblo, la figura del presidente debe surgir con poder propio, no impuesto por una tercera persona por más prestigio o pasado que tenga.

La política se ha convertido en una carrera cortoplacista por el poder, donde las promesas son a menudo vacías y las soluciones rápidas y superficiales. Esta falta de un proyecto político sólido y coherente ha llevado a la fragmentación y la polarización del espectro político y ha generado una sensación de desorientación e incertidumbre en la sociedad.

El ejemplo del presidente actual es claro. Llegó al poder con votos no propios y su gestión ha sido cuestionada desde el comienzo. Ha demostrado ser un presidente débil y con poder diluido, que debe decir lo que otro le dicta y que no puede ejercer el cargo en plenitud. Esto solo genera una espiral descendente y mayores daños para la sociedad.

En este contexto, es fundamental que surjan líderes que sean capaces de inspirar confianza y compromiso en la sociedad, y que estén dispuestos a trabajar por el bien común más allá de sus intereses personales o partidarios. Se necesitan líderes con visión de futuro, capaces de pensar en el largo plazo, de formular políticas públicas efectivas y de tomar decisiones difíciles en momentos críticos.

Es tiempo de cambiar de ventrílocuo, no de muñeco. La historia nos ha dado muchos ejemplos de gobiernos títeres. La realidad termina por imponerse y, cuanto más se haya fingido, mayores serán las consecuencias.

Es necesario que los ciudadanos argentinos reflexionen sobre esto y exijan a los candidatos que se presenten con poder propio, que defiendan sus ideales y que no se sometan a presiones y compromisos que puedan afectar su independencia. Solo así podremos tener un sistema político más sólido y justo para todos.

(¨) Diputado Nacional por Corrientes