Por Cristian Módolo*

Vivimos tiempos extraños. Anormales. Aunque en apariencias podemos sentir lo contrario. Pandemia, cuarentenas, guerra. Causas ajenas y propias. Un cóctel que aumenta nuestra extrema debilidad.

Entre las preocupaciones por la suba de precios, la tasa de interés, los impuestos, existen movimientos que por su sutileza suelen pasar inadvertidos en las noticias aunque su importancia para el inconsciente del argentino medio sea elevadísima. Tal es el caso de la «formación de activos externos privados», que en lenguaje llano no es otra cosa que «fuga de capitales».

Al hablar de «fuga de capitales» nos referimos a la salida de dólares del sistema bancario y con destino incierto: cajas de seguridad, cuentas off shore, o colchón. Generalmente el proceso suele tener fuerza ante escenarios de turbulencias financieras, por ello es importante -no urgente- prestarle atención a cómo se comporta. En Argentina quien mide el nivel de formación es el Banco Central (BCRA) y lo llama «Formación Neta de Activos Externos del Sector Privado No Financiero».

Al analizar los números de los últimos años puede verse el impacto de los acontecimientos y cambios -bruscos- deseados o no, del comportamiento del argentino promedio. En efecto, la historia fue una, hasta setiembre de 2019 y otra, a partir de allí, cepo mediante.

El ritmo de «dolarización de los activos» en Argentina siempre fue alto. Las únicas excepciones fueron los años 2004 y 2013 si analizamos desde la salida de la convertibilidad 2002 hasta setiembre de 2019 donde la historia cambió. Al contextualizar el fenómeno se puede observar que en los años previos a la inflexión (2015-2019), la salida de capitales ascendía a U$D 2.951 millones de dólares mensuales, un monto elevado pero no lo suficiente como para equiparar los niveles del mismo mes en 2017 y 2018.

No obstante, este proceso, entra en ebullición en Agosto de 2019 con una salida que superó los u$s 5.900 millones de dólares en un solo mes!!!! Le seguirán dos meses altos hasta que el drenaje fue brutalmente cerrado. El domingo 1 de setiembre de 2019 fue publicado en el Boletín Oficial el Decreto 609 que establecía un estricto CEPO al mercado de cambios.

Tal como puede inferirse, la salida era insostenible y puso en riesgo al sistema económico en conjunto. Para entonces, el país se hallaba en medio del proceso electoral presidencial. Agosto las PASO y Octubre las Generales. ¿Coincidencias con el objeto de análisis? Seguramente las hubo.

Las autoridades económicas anunciaron una contundente re-instauración de las restricciones al mercado cambiario. Y las consecuencias pueden apreciarse en la significativa caída del ritmo de dolarización: del pico de Agosto de 2019 a Enero de 2020: de u$s 5.900 millones mensuales a escasos u$s 60 millones cinco meses después. Posteriormente, el nivel promedio mensual se estabilizará y fluctuará entre – u$s 273 y + u$s 571 millones mensuales. Muy lejos de los picos del 2019. Récord histórico en el sistema.

Tales registros permiten inferir algunos comportamientos del «ahorrista» medio argentino y los avatares políticos del país. No es un fenómeno nuevo ni casual. Normalmente aquellos que poseen saldos monetarios en exceso utilizan como «moneda de atesoramiento» una distinta a la de curso legal, aquella que se genera para producir y consumir en el país.

Este divorcio ha sido y es un gran desafío para quienes deben decidir convencer y diseñar un plan económico. La pregunta que nos envuelve por estas épocas es saber si se trata de un «cambio de paradigma» o una «represión de salida». La primera podría considerarse una buena noticia. Es auspicioso pensar un punto de partida racional para una economía en desarrollo. En cambio, la segunda opción, nos estaría indicando la magnitud del tsunami cambiario. Lo que magnificaría la estampida del ajuste por delante. Breguemos por la pacificación y la vuelta a la lógica de los intereses del conjunte del país.

*Socio fundador del GEPE, y Ex Subsecretario de Ingresos Públicos de la Nación