CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). El fin de semana pasado, en la Quinta de Olivos, quedó demostrada la incapacidad de Mauricio Macri para tomar decisiones indiscutibles, se sometió a un desgaste innecesario por el enfrentamiento de bandos en la mesa chica del PRO y, al final, terminó por resolver sólo parte de esa interna, debilitó la ya raquítica alianza Cambiemos y anunció una reducción cosmética de Gabinete, para equilibrar con el anuncio del regreso de los Derechos de Exportación. Sin duda, un saldo muy negativo para un ajuste que se debía haber realizado hace 36 meses.

Parece insólito que durante 2 días, el llamado “núcleo duro” de la Administración Macri se entregó a tamaña guerra de rumores para que, luego de hacer circular el nombre de casi media docena de candidatos a sumarse al gabinete de ministros, todo terminara con negarse esas incorporaciones; y, en paralelo, se anuncie una reducción de ministerios, sin ahorro fiscal, por lo que queda como una medida de marketing político para hacer “pasable” la traición al campo y el mazazo hacia la industria, con el regreso de las retenciones.

Pero no todo queda igual dentro de la mesa chica del PRO. Marcos Peña perdió mucho poder, no sólo porque le quitaron sus dos vicejefes de Gabinete contra su voluntad; sino también porque sumaron a Andrés Ibarra como único vicejefe de Gabinete, a cargo de controlar a Peña, además de los restos del Ministerio de Modernización y Medio Ambiente; en tanto que Peña ya no controlará todas las carteras ministeriales, dado que todos los nuevos ministros tendrán acceso directo a Mauricio Macri. Ya no hay intermediario que filtre la información o las descarte sin que las escuche el propio Presidente de la Nación. Veremos si eso se mantiene en el tiempo.

Por lo pronto, Jaime Durán Barba sigue controlando la comunicación y el marketing político. Por ese motivo Mauricio Macri hizo el discurso que debería haber realizado el 10/12/2015 o el 01/03/2016 en la Apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso. No fue el discurso necesario ese lunes 03/09/2018. Así, resultó una confesión tardía, con medidas que llegan con dos años y medio de retraso. Por eso, los “focus group” mostraron un inmenso rechazo a las palabras presidenciales, cargando de negatividad a una imagen ya demasiada negativa y haciendo más doloroso un ajuste que ya venía siendo demasiado duro para la población.

Mario Quintana y Gustavo Lopetegui eran parte del problema, pero no todo el problema. Sacar del medio a Marcos Peña no es lo mismo que cambiar de Jefe de Gabinete. Que María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Rogelio Frigerio y/o Emilio Monzó tengan que enfrentar a Jaime Durán Barba, Marcos Peña, Nicolás Dujovne y/o Carlos Grosso en igualdad de condiciones, confirman que Mauricio Macri no logra diferenciar lo que son funcionarios que pueden servir de fusibles o asesores personales con políticos que ganan duras elecciones, comandan sus distritos e poderes legislativos y que tienen que lidiar con aliados y opositores, conflictos sociales y hechos de violencias, y demanda infinita de fondos. Sin duda, otra debilidad del Presidente de la Nación.

Pero, además, las internas no han finalizado. Pese a las desmentidas, se sigue insistiendo que el ministro de Hacienda no coincide con las decisiones del presidente del Banco Central (¿Quién habrá largado a escena la mentira de que Guillermo Calvo sería candidato a reemplazar a Luis Caputo, por ejemplo?), Elisa Carrió sigue vetando a Ernesto Sanz, Marcos Peña sigue enfrentado con Nicolás Caputo; y no queda claro si Carlos Melconían, Alfonso Prat Gay y/o Martín Lousteau no fueron ministros por internas palaciegas, vetos varios o si ingresarán al Gabinete Nacional cuando se firme el nuevo acuerdo con el FMI:

Peor resultado es el observado el domingo 02/09. Mientras la Mesa Política del PRO negociaba con la cúpula de la Unión Cívica Radical cambios en el Gabinete en la Quinta de Olivos, Mauricio Macri jugaba al paddle y miraba el partido de Boca Juniors en su quinta en Los Abrojos y Elisa Carrió tuiteaba que desde su chacra en Exaltación de la Cruz estaba negociando, defendiendo funcionarios y/o vetando candidatos, según sus palabras, “mientras acomodaba zapatos viejos”. Una falta de seriedad total.

Tan mal quedaron las relaciones con la Unión Cívica Radical que Mauricio Macri tuvo que pasar 2 días en Mendoza para distender la relación con el titular del partido y gobernador provincial, Alfredo Cornejo. Si bien no trascendió oficialmente lo que conversaron, los radicales lograron poner en la mesa la ecuación que intentaron imponer el domingo: ceder espacios de poder dentro del Gabinete Nacional a cambio de una mejor negociación de las listas para el año que viene. En ese sentido, quedó claro que del armado de listas no participará Marcos Peña, al que los radicales no quieren ni ver, dado que fue más que tacaño a la hora de distribuir cargos electivos.

Políticamente, el balance del fin de semana pasado es muy negativo para Mauricio Macri, para el Gobierno y para la alianza Cambiemos; y con esa debilidad, el Presidente de la Nación y los ministros salen a negociar con el FMI, piden a los inversores internacionales y locales que recuperen la confianza y tratan de explicar que la crisis será menos dura de lo que ya es.

Un dato: Pocos se dieron cuenta de una decisión tomada por la Casa Rosada para evitar choques entre los ministros y secretarios que retuvieron sus carteras vs. los ministros y secretarios de los ministerios que desaparecieron. Resulta que se creó una nueva figura de la Alta Burocracia Estatal: Los secretarios de Gobierno. No son ministros, no son secretarios, tampoco son secretarios de Estado (que dependen del Presidente de la Nación).

Así, el macrismo, entre otras muchas cosas, quedará en la historia argentina por crear esta nueva figura del organigrama (cumpliendo la vieja idea de Max Weber de que la burocracia se reproduce a sí misma y busca sus propios recursos para financiarse). Ya podemos imaginar futuros gobiernos populistas poblando de secretarios de Estado los ministerios, lo que implicará más gasto público, más presión fiscal, más empleados públicos y más eslabones en la cadena de decisión, más internas políticas, más guerra de egos, mas familiares contratados, más choferes, más autos y más celulares, más cenas de cumpleaños pagadas por el erario público y más valijas para recaudar y redistribuir. Todo esto por no echar a 10 funcionarios o una treintena sumando secretarios y subsecretarios.

Otro signo de debilidad del Presidente es cómo fue cediendo posiciones cuanto más creía el ajuste a realizar. Cuando se conoció el acuerdo con el FMI, desde la Jefatura de Gabinete se dijo que iban a obligar a los gobernadores a financiar la mitad de la obra pública comprometida por la Nación, que iban a tener que cumplir con el Pacto Fiscal, que no iban a reponer las retenciones, que el esfuerzo iba a ser 50% y 50%. Luego comenzó la arremetida de los gobernadores peronistas: las obras públicas se mantiene y las financia la Nación, le impusieron a la Casa Rosada la finalización del aporte del Estado Nacional al transporte público, y que la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires se hagan cargo de Edenor y Edesur y de la Justicia Nacional en territorio porteño.

Se comenzó con una bravuconada. Se hicieron 100 reuniones donde, al fin de cada una, se decía que se avanzaba en el acuerdo para el ajuste; pero al mismo tiempo el Estado cedía cada vez más, mientras que los Gobernadores peronistas imponían sus condiciones. El jueves 06/09 se volvió a anunciar un pacto que se vería plasmado en el Presupuesto 2019. Sin embargo, los diarios del interior dicen que las diferencias son muchas, que no hubo ningún tipo de acuerdo y que no se asegura el apoyo de los Diputados o Senadores de esas provincias al proyecto oficial.

Por fin, la decisión que se tomó es que el peronismo no pagará su parte del ajuste. Así, bajo el nuevo esquema del recorte de $500.000 millones, los privados van a aportar casi 55% de los fondos (todavía no termina de definirse cuánto se incrementará la presión fiscal a nivel nacional o en las provincias); en el mejor de los casos, las provincias peronistas van a asumir un recorte de $100.000 millones; y el Gobierno Nacional y las provincias con gestión macrista, cargaran con casi 25% del recorte total.

Tanta es la ceguera política y la necesidad de ser reelectos, que los gobernadores peronistas rechazaron absorber las “tarifas sociales” y administrarlas en sus propios distritos. Es decir, los peronistas, que dicen proteger y representar a los necesitados, no quisieron hacerse cargo de un instrumento que les permite mejorar el poder adquisitivo de las familias más pobres. Todo porque no quieren “desperdiciar” fondos propios en sus ciudadanos más indigentes, para poder financiar mejor las campañas electorales del año que viene. Proteger la caja es la prioridad.

El grado de improvisación de la Casa Rosada es tal que se volvió a intentar reponer Derechos de Exportación sin pasar por el Congreso, pese a que es inconstitucional.

Por fin, ante la amenaza de miles de juicios, se impuso la opinión de Miguel Ángel Pichetto de incluir todos los ajustes fiscales dentro del texto del Presupuesto 2019, una fórmula que impuso Cristina Fernández de Kirchner cada vez que quería aumentar la presión fiscal; lo que confirma la incapacidad que tiene la Casa Rosada para una negociación ganadora, ni siquiera ante el peronismo más “dialoguista”.

A decir verdad, la demostración permanente de debilidad política de parte del Gobierno de Mauricio Macri hace que todos le impongan sus necesidades. Los gobernadores no quieren renunciar a la financiación de las obras públicas. Los intendentes no quieren que les saquen el Fondo Sojero. Los sindicalistas no quieren que se toquen los derechos laborales. El campo no quiere pagar retenciones. Si nadie hacer esfuerzo, ¿cómo se supera la crisis?

Aquí un nuevo problema: Hoy todos creen, con gran razón, que la culpa de esta crisis es del macrismo y poco tiene que ver con la herencia recibida, por ese motivo, cuando se pide sacrificio, nadie quiere hacerlo.

Entonces, que Mauricio Macri se reúna con altos prelados evangélicos (llevados a Casa Rosada por María Eugenia Vidal) para apuntalar la asistencia social en un Gran Buenos Aires que arde; o que el Presidente de la Nación tenga planes de volver a dialogar con Sergio Massa; son muestras de un mandatario esmerilado, que entendió que la crisis que sus decisiones causaron, está devorándose su propia gestión. Así, luego de despreciar la política durante 36 meses, recurren a la política para retener el poder.