SáBADO, 30 DE NOV

Hace 260 años nacía José Artigas, el hombre que se rebeló contra el centralismo porteño

Para las provincias no hubo tal Revolución de Mayo: es que después del acto patriótico de 1810, fue la administración de Buenos Aires, en reemplazo de España, quien designaba a los gobernadores y establecía impuestos para el interior. José Artigas se alzó contra este dominio e impulsó el proceso emancipador de varios distritos, entre ellos Santa Fe.

 

El 19 de junio de 1764, en Montevideo, nacía José Gervasio Artigas: un hombre que peleó para que las provincias, entre ellas Santa Fe, sean independientes de España y autónomas de Buenos Aires.

Tras la Revolución de Mayo, Artigas notó que Buenos Aires ejercía un poder político y económico hacia las provincias, que se asemejaba bastante al dominio colonial. Esto lo llevó a crear la Liga de los Pueblos Libres, un proyecto al que se sumaron la Banda Oriental (que ahora es Uruguay), Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Córdoba, con el objetivo de declararse provincias independientes de todo poder extranjero y autónomas de la administración porteña.

El 25 de mayo de 1810 se rompieron los lazos con España, pero las provincias seguían dependiendo de la intendencia de Buenos Aires: era la administración porteña quien designaba a los tenientes que gobernaban los distritos argentinos y la que controlaba la navegación de los ríos, el comercio y la aduana.

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Los gobernadores designados por Buenos Aires usaban el poder para exigir impuestos –cuyos fondos luego se remitían a la administración central–, pero raramente atendían los conflictos sociales o económicos que se suscitaban en los territorios provinciales. Así, el descontento hacia el centralismo porteño crecía en el interior de lo que en su momento fue el Virreinato del Río de la Plata.

En este contexto apareció Artigas, con la propuesta de que los puertos del interior se unan y, mediante una navegación libre por los ríos, la producción salga por Montevideo, para así evitar pasar por Buenos Aires y pagar fortunas en materia impositiva. El caudillo oriental comenzaba a ganar cada vez más apoyo social, particularmente en las provincias del Litoral.

Santa Fe, una provincia artiguista

El 24 de marzo de 1815 se produce un levantamiento popular –apoyado por las tropas de Artigas– en la ciudad de Santa Fe, donde se derrocó al teniente gobernador que había designado Buenos Aires y se designó a Francisco Antonio Candioti como líder provisorio de la provincia.

El 29 de junio de 1815, en el Congreso de Arroyo de la China, donde actualmente se encuentra Concepción del Uruguay, las provincias antes mencionadas, entre ellas Santa Fe, declararon su independencia de España y su autonomía de Buenos Aires. De hecho, sólo Córdoba envío representantes al Congreso de Tucumán que se realizó el 9 de julio de 1816, donde se declaró formalmente la independencia del imperio español.

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Las ideas de Artigas, que quedaron plasmadas en esta declaración de independencia, se basaban en tres ejes: el primero era la independencia absoluta de España; el segundo proponía una organización política republicana, con una división de poderes que enfrentara el esquema monárquico que impulsaba Buenos Aires; y el tercer lineamento pretendía la implementación de un sistema federativo, donde las provincias sean la base soberana de la Nación.

La independencia de las provincias que participaron del Congreso de los Pueblos Libres despertó la furia de Buenos Aires, que respondió con sucesivas invasiones a los territorios rebeldes. Para contener el avance de los ejércitos unitarios, Artigas ordenó a Andrés Guacurarí Artigas –un caudillo misionero- y al general Pedro Campbell que se hagan presentes en tierras santafesinas y que controlen la navegación por el Río Paraná.

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En Santa Fe hubo cuatro invasiones porteñas y, si bien todas ellas fracasaron, la más dramática fue la iniciada a fines de 1818 por Antonio González Balcarce, quien al verse derrotado en la capital provincial emprendió la retirada, pero antes de abandonar la provincia se encargó de incendiar la villa del Rosario, dejando unas pocas casas en pie.

Si bien de este hecho hay pocos registros históricos, se estima que unas 900 casas –que en ese momento eran construidas con adobe y paja– fueron quemadas por Balcarce, mientras que sólo quedaron en pie tres construcciones de ladrillos, entre ellas la Iglesia.

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