Por Juan Manuel Martellotto

“22 de Agosto” vuelve a Rosario a partir de su re estreno el  7 de abril a las 20 en el Teatro El Rayo (Salta 2991) y continuará en cartelera con funciones los domingos 14, 21 y 28 del mismo mes, horario y lugar. La obra dirigida por Alejandro Casavalle regresa a la ciudad luego de su gira por España.

¿Qué hacer cuando los sucesos se van encadenando por una misma y repetida fecha? «Un teatro, una escuela secundaria en la época más oscura, la masacre, un París, Perú, Rosario. Un actor obligado a hacer lo que más sabe. Un resplandor. La voz del poeta Cesar Vallejo, Franz Kafka, Luis Alberto Spinetta. Son dimensiones interpenetrantes en las que él y su hijo tendrán que exhumar junto a los espectadores en este viaje más real que la memoria», refiere el director.

«La obra comienza en el preciso momento en que el teatro se vuelve a cerrar y el actor insiste en hacer la obra una vez más, una pasada, una vuelta más… Un actor, obrero, luce despojado en su andamio de trabajo y se dispone en un camino a pies descalzos, a volver a tocar su alma (por pedido de “El Flaco”). Tres 22 de agosto diferentes componen un juego de bisociaciones, en el cual lo político, lo poético, lo teatral y lo autobiográfico, se integran», destaca la reseña.

“Terminando el segundo período de aislamiento preventivo por la pandemia me encontré con una necesidad acuciante de producir un encuentro teatral que permitiera volver a ejercitar el maravilloso rito de un encuentro con lo sensible y con lo fraterno. Lo primero fue dejarme llevar por un cúmulo de imágenes fuertemente grabadas en recuerdos, impresiones y sucesos que marcaron parte esencial de mi existencia, cada cosa que aparecía así de repente y que de alguna manera se me imponía, iba cobrando el estatuto de una epifanía. Y aunque todo parecía muy caótico y confuso, en ese primer momento decidí mantener todo aquello que insistía y persistía”, cuenta acerca de la motivación que dio origen a la obra, en diálogo con Conclusión el autor de 22 de Agosto, Sabatino “Cacho” Palma, quien también actúa en la puesta junto a su hijo Lautaro.

Palma, un rosarino quien aparte de artista es también psicoanalista, prosigue: “A eso siguió una necesaria decantación que fue subrayando lo que lograba conmoverme y sorprenderme. De golpe me encuentro recordando algo que creía absolutamente perdido y es el relato de un paciente del asilo psiquiátrico (en Rosario donde hice mi residencia entre 1982 y 1986), e inmediatamente escribo algo medular en la obra y es el relato en primera persona del paciente César: el día que le ‘perforaron el cerebro’. Luego un recuerdo de un niño que a los 10 años (verano del ‘68’) es llevado al aeropuerto de Trelew y confiado a una azafata, ya que viajará sólo y enmudecido a reencontrarse con su familia…”.

“Grande será mi conmoción cuando a mis 14 incipientes años, ese aeropuerto cobre una triste notoriedad: la masacre de Trelew, ejecutada sobre 19 militantes que ‘sólo querían volar’. Aquél paciente César, el rock nacional y el fuego de los ‘70’ fueron despejando claramente el nombre del ‘poeta más humano de América’, Cesar Vallejo, que va a tomar un lugar preponderante en la pieza; y luego investigando, me encuentro con un hallazgo tan conmovedor como increíble:  la muerte de Miguel Vallejo 3 años mayor que  su hermano César, justamente, un 22 de agosto de 1915, eso tensa un arco prometedor y fundante de la obra, un hilo conductor de una fecha que se repite y se inscribe en la memoria”, aclara Cacho Palma  que también dirigió y escribió El camino de la fuente, obra interpretada por Pablo Razuk, representada en Montevideo, Uruguay en septiembre de 2022 con notable repercusión.

El dramaturgo y actor agrega: “A partir de estos hilos conductores, se va tejiendo un recorrido teatral, basado en el juego y en la transmisión, partiendo desde la adolescencia de un actor que debuta un 22 de agosto y a sus 22 años (cosa rigurosamente cierta). En ese arco prometeico emergen potentes y vitales, los sueños, la censura y las voces que siempre encontraron un modo de hacerse escuchar y por supuesto la poesía, con ese enorme poeta (el poeta más humano de América) que al modo de un “vate” (oráculo), anuncia su propia muerte (de hambre y de asfixia, dirá Neruda). Me moriré en París con aguacero. Un día, del cual, tengo ya el recuerdo… En noviembre de 2022 empiezo a compartir el material con amigos entrañables, que me alientan a seguir. A partir de allí, en un trabajo artesanal y rigurosamente colectivo, fue naciendo esta obra inesperada, singular y de alguna manera impredecible e inimaginable…».

-¿Por qué la elección del título? Es una fecha en la que sucedieron cosas importantes en diferentes años…

-El 22 de agosto de 1972 se produce la masacre de Trelew, donde comienza a desencadenarse la tragedia de un país que pronto será devastado, más allá de esa breve primavera del gobierno de Cámpora y los pocos meses de Perón. La temible armada Argentina ensaya en Trelew un mecanismo de tortura, destrucción y aniquilamiento, que luego arrasará a la nación a partir del golpe genocida y que tendrá su máximo exponente en la trágicamente célebre Escuela militar de la armada. Esto aparece ligado a mi experiencia personal, con mi primera actividad política pública y con fuertes consecuencias, esa misma mañana (con mis 14 años), en un acuerdo claro y rotundo, desalojamos un colegio entero de Rosario y nos juntamos en las calles con miles de estudiantes secundarios que repudiaban la masacre. El 22 de agosto de 1980, mientras un país sentenciado no paraba de sangrar (se aniquilaban los “70”). Se estrena en la sala de Arteón “Como te explico”. La primera obra para adolescentes, en un país que había silenciado su teatro y donde sus principales referentes, estaban en la cárcel, en el exilio o continúan aún, desaparecidos. Su protagonista era mudo, efectivamente como los adolescentes de la dictadura, que no tenían teatro, ni voz, ni cuerpo.

-¿Hay algo de tu historia personal en “22 de agosto”?

– Repaso un fragmento del texto de la obra. El 22 de agosto tenemos que llevarnos todas nuestras cosas y dejar completamente vacío “nuestro” espacio… Esa fecha impuesta es un puñal que abre y apunta, tres acontecimientos distintos harán estallar este relato teatral. En casi ya 5 décadas dedicado a la vida artística, unas cuantas veces nos “tocó perder” una sala, tanto en mi ciudad Rosario, como en Buenos Aires. Ese factor tan real como letal en la vida de un teatrista, se transforma en el suceso extraordinario que articula la obra, con un actor que insiste en seguir haciendo lo suyo y un técnico y también actor, que sabe que tiene que desmantelar la sala en un tiempo estricto no mayor de una hora y a su vez quiere permitirle al viejo actor “hacer su última pasada”, lo que establece entre ambos un vínculo muy potente de juego y de sorpresas. El teatro me habita desde mi adolescencia y es un amor incondicional, justamente en plena dictadura genocida, cuando el mundo se me cerraba, la escena teatral y los enormes maestros que conocí, me abrieron una puerta, que primero fue un refugio y poco a poco, se fue transformando en un estilo de vida, que ha vertebrado mi existencia, insistencia.

-¿En que género teatral podría enmarcarse la obra? ¿Puede considerarse un drama?

-Antes que nada, es bueno aclarar, que mi teatro y el teatro que me gusta y que me enseña (incluso para mi vida), no es fácilmente encasillable, y habitualmente no responde a los cánones clásicos de la teatralidad académica. Me gustaría referenciarme en Artaud, para decir, que es una obra que se coloca entre los sueños y los acontecimientos. En mi historia transitada por la teatralidad hay tres constantes que se han sostenido por cinco décadas: 1- apostar a la poesía del texto, del actor (con su expresión orgánica) y del espacio, como forma contundente de apostar al futuro, a la transformación y al deseo; 2- No ceder, ante las propuestas de la moda o los formatos exigibles, por cierta modalidad o moda coyuntural y complaciente. 3- Buscar la singularidad, lo nuevo, lo emergente, y no repetir ni copiar, mucho menos, volver a copiarme a “mí mismo”.

Se me hace necesario hoy más que nunca, contar nuestras historias y mantener en alto el fuego sagrado de la memoria, también porque nuestra historia en lo singular y en lo particular es parte de lo que hoy atraviesa el mundo, no somos una isla pérdida, somos un eslabón más de una máquina endemoniada que nos somete y nos destruye diariamente, guerras, migrantes despreciados, hambre, pobreza extrema son hoy parte del mundo y no solamente en Latinoamérica. Pero además, el teatro sostenido en una actuación creíble, comprometida y orgánica y en una poética del cuerpo y del espacio, apuesta a lo sensible, a lo más humano que hay en cada ser del planeta y lo invita a despertar su percepción creadora. Lo importante es el modo, el estilo, con el que planteamos en escena, cuestiones fundamentales como la censura, la represión, la locura, el amor y la muerte. La esencia de mi teatro consiste y persiste a través de un trabajo en permanente proceso de creación, que va siempre mutando, como la vida misma, que mantiene su esencia y su fidelidad al relato narrativo, pero que se va enriqueciendo en cada función y mucho más en las giras, con los cambios de escenarios y de público. Es la mejor manera que conozco de mantener una obra viva y provocadora, una obra que interpele y que conmueva debe necesariamente mantenerse fresca y presente, no puede ser una pieza perdida en un museo. Además el teatro nos enseña, nos enseña a leer la realidad y de alguna manera nos enseña a vivir, entonces una obra como ésta, también nos enseña todos los días, como lograr hacerla mejor, como llegar a tocar cada una de esas cuerdas íntimas y sensibles, es decir, la obra misma nos hace aprehender como hacerla y como superarla, siempre lejos de la repetición mecánica y rutinaria, tengo la clara percepción creativa, de que el único modo de mantener “viva” una obra, es la creación y la invención permanente eso hace que cada función lejos de ser una repetición mecánica de lo ya hecho, ya realizado, se vuelve a presentar, se vuelve a estrenar, se vuelva a pasar por esos momentos iniciales y fecundos.

Se me hace necesario hoy más que nunca, contar nuestras historias y mantener en alto el fuego sagrado de la memoria

Por eso mis producciones teatrales (que debo llevar ya cerca de 50), tratan de ser fieles a la ética del ensayo y del trabajo siempre en proceso, obras abiertas y nunca terminadas completamente, que se arman y desarman cada vez. Nada es cómodo en un teatro que pretenda movilizar, capturar y modificar tanto al actor como al espectador, de hecho, ni siquiera la butaca debería ser un lugar cómodo, ya que se compromete a cada espectador a tomar un lugar activo. El espectador también debe elegir y seleccionar según su propio criterio (que mirar, que escuchar, que subrayar), ya que de ninguna manera, podrá dominar todo el espectáculo y tendrá que discernir algo, sobre todo lo que está pasando. El actor no puede estar cómodo ya que tiene que atravesar vivencias y vicisitudes que a veces llevarían toda una década, en tan sólo 60 minutos, por lo tanto todo es intenso y de alguna manera, enloquecedor. Es muy difícil mantener o sostener una fórmula, lo que alguna vez te sirvió y te vino de maravillas, ya no te sirve para este nuevo proceso. Lo que sí puedo sostener, dentro de lo posible, es una fidelidad a un estilo, a un modo de narrar y de contar, marcado fuertemente por lo subjetivo y por una decidida toma de posición, ya que lo que busco incesantemente es sostener la pregunta, el interrogante, crear la duda (por eso mi producción discursiva, siempre tiene algo de barroco, lo que hace contraste con una puesta en escena despojada y un actor prácticamente desnudo, hecho esencial en la poética del actor: su cuerpo vivo y presente, que se ofrece ritualmente, para ser atravesado por la historia y por la subjetividad de su época.

-¿Cómo fue la experiencia de haber llevado “22 de Agosto” a España?

-La fuerte experiencia de llevar nuestra obra a 5 ciudades de España: Madrid, Barcelona, Vigo, Moaña y Granada, con 8 funciones en 11 días, ha resultado absolutamente maravillosa y ha dejado en la obra marcas muy potentes, hecho que, de alguna manera la ha enriquecido y fortalecido en muchos aspectos. Llegar notablemente al público español de distintas geografías y culturas, poder compartir y celebrar lo que ha sido un fuerte conmoción que nos hizo sentir sumamente reconfortados, y encontrarnos con una obra que como las palabras del poeta, podía volar y llegar lejos, nos hizo vivir y palpitar un acontecimiento memorable. Nos permitió también corroborar, el fuerte lazo que guardamos y atesoramos con la cultura literaria y artística española. Desde hace más de 100 años, cantamos y recitamos a sus notables poetas, hemos aprehendido a desafiar la censura fatal de Franco en su magnífico cine (Buñuel, Saura), hemos encontrado en sus ciudades un verdadero cobijo para nuestros exiliados de ayer y de hoy. Y en el teatro se ha creado un contundente puente de trabajo, que comenzó justamente, con los mejores artistas argentinos que en dictadura, pudieron seguir trabajando en España y además enriquecer notablemente su cine y su teatro. Y continúa hasta hoy, donde nuestros actores y nuestros maestros son sumamente reconocidos y de alguna manera, privilegiados, por la crítica y por el público. Y en cuanto a lo narrativo, debo recordar que “22 de agosto” recorre algo muy fuerte de la guerra civil española, de la mano del insuperable César Vallejo, guerra que además definió de alguna manera el destino fatal de decenas de naciones, que quedarían avasalladas por las distintas dictaduras y tiranías de corte fascista durante 90 años (hasta hoy). Además como ya nos había ocurrido en el interior del país y en Montevideo, descubrir que hay temas humanos y universales que nos acercan y nos unen, a pesar de las distancias o la diversidad. Experimentar a fondo que la obra promueve una riquísima historia de hermandad y de solidaridad, desde una épica rigurosamente teatral. Donde es importante destacar el hermoso recibimiento y la generosa hospitalidad, el aporte permanente del público durante y después de la función. Haber podido celebrar y compartir estos ritos esenciales, de poesía y dignidad, fue algo absolutamente revelador.

La obra promueve una riquísima historia de hermandad y de solidaridad, desde una épica rigurosamente teatral.

Llevar a quienes nos conquistaron, pero que también nos dejaron esta lengua maravillosa, y sobre todo a tantos españoles que dejaron su vida y su sangre en la historia de luchas y de justicia en nuestra historia rioplatense, nos sirvió para elaborar y evocar, desde una identidad fuertemente latinoamericana, muchas cosas en común y una enorme posibilidad de comunicarnos y de transmitir. Por lo tanto, nuestra obra pudo llegar a lo más íntimo de cada espectador, así lo hicieron saber, bellos comentarios, rotundos aplausos, generosos abrazos, y en varias oportunidades, bellas y cálidas palabras de aliento y de agradecimiento.

-¿Intentaste transmitir algún mensaje en la obra? ¿Y en ese caso cuál sería?

-Justamente mi manera de abordar la escena teatral no se sostiene de lo pedagógico ni de lo explicativo, no busco recetas ni soluciones, tampoco hacer pasar un mensaje. Busco sostener ciertas preguntas para promover un modo de “pensarnos” y crear un verdadero debate sobre nuestras cuestiones esenciales, que por supuesto hoy están en riesgo, como nuestra humanidad, nuestra casa (el planeta) y nuestro cuerpo hablante, sometido al silencio y al consumo, con el imposible imperativo de alegría por encima de todo valor ético o sensible. Tal vez, más que de mensaje, podría hablar de un propósito, que me gustaría definir como un modo eficaz de interpelar la excesiva banalidad de este momento político social y cultural, de una extremada pobreza conceptual y entonces, poder argumentar. Por eso la invitación de la pieza, a reencontrarnos con los “70”, años que marcaron fuertemente mi destino y mi accionar, ponen en escena el germen de la participación, un clima comunitario y los valiosos sueños por un mundo vivible y disfrutable para todos y no para unos pocos… Tengo la clara percepción de que el modo de mantener viva una obra es la creación y la invención permanentes. Mis producciones teatrales, que debo llevar ya cerca de 50, tratan de ser fieles a la ética del ensayo y del trabajo siempre en proceso, son obras abiertas, se arman y desarman cada vez. Nada es cómodo en un teatro que pretenda movilizar, capturar y modificar tanto al actor como al espectador. Ni siquiera la butaca debería ser un lugar cómodo. El actor no puede estar cómodo: pensemos, que tiene que atravesar vivencias y vicisitudes de toda una década o una vida en tan solo 60 minutos. Todo es intenso y, de alguna manera, enloquecedor. Es muy difícil mantener o sostener una fórmula, lo que alguna vez te sirvió y te vino de maravillas ya no te sirve para este nuevo proceso. Lo que sí puedo sostener, es la fidelidad a un estilo, a un modo de narrar y de contar, marcado fuertemente por lo subjetivo y por una decidida toma de posición dirigida a sostener cuestionamientos y generar dudas sobre lo fácticamente visible.

Tengo la clara percepción de que el modo de mantener viva una obra es la creación y la invención permanentes.

Siempre con la convicción de que hay algo por decir y mucho para contar. Considero que toda transformación parte de la dignidad y del respeto. El recurso es no callar, no aceptar de ninguna manera ningún tipo de censura ni de mordaza, tomar la palabra, hacerse escuchar y hacernos visibles hasta el último aliento. El recurso es la nobleza para buscar siempre la verdad, tratando de no descuidar la eficacia simbólica y sensible de habitar un mundo poético. Por lo tanto la sociabilización de los afectos y la posibilidad de atender a las diferencias y a la diversidad, son puntales en mi modo de pensar y de vivir el arte. El artista debe su condición ética a un posicionamiento determinado, lo que lo invita cada día al compromiso y a renovar su apuesta. Y sobre todo, cada vez que se encuentre ante un escollo o incluso ante un imposible, no dejar de cantarlo, de relatarlo y de vivirlo en esa experiencia que produce el acontecimiento escénico, en ese “entre” maravilloso que suscita ese encuentro revelador entre un actor y al menos un espectador.

La obra “22 de Agosto” tendrá funciones a partir del su estreno el 7, todos los domingos de abril a las 20 en teatro El Rayo (Salta 2991). Reservas al 341 584-2730 – Instagram @22deagosto.obra