SáBADO, 30 DE NOV

La deconstrucción del «deber ser» patriarcal en los barrios

En el marco de un nuevo 8M, es fundamental seguir repensando los roles que ocupamos las mujeres y la necesidad de deconstruir vetustas estructuras. "Van cambiando algunas situaciones, es como una semilla que de a poco quiere germinar" sostuvo Carolina Carranza, integrante de Comunidad Rebelde.

 

Por Gisela Gentile

El movimiento feminista no es un slogan, sino una construcción diversa que aglomera a mujeres con distintas realidades pero que tienen como eje común, deconstruir antiguas y arraigadas estructuras patriarcales que intentan, de manera constante, alejarnos de los lugares de decisión y poder. Las mismas accionan de manera sistemática en contra de la igualdad, el reconocimiento y ejercicio efectivo de nuestros derechos.

Este marco impuesto por una cultura fuertemente machista, las mujeres se organizan y construyen realidades que intentan escapara a esa lógica patriarcal que nos somete desde hace siglos.

En ese marco, hace más de 10 años la agrupación Comunidad Rebelde realiza un necesario trabajo en Villa Banana, más específicamente en barrio Triángulo. Destacando que, hace un poquito más de un año, las mujeres fueron las que tomaron las riendas de la organización. Situación no menor si tenemos en cuenta que las agrupaciones sociales, políticas, o de cualquier índole tienen a hombres ocupando espacios de decisión y poder.

Carolina Carranza, es integrante de la agrupación y junto a Mari, Rita, Adri, Meli y Romina Salvatierra (la capitana del barco, como la llaman), llevan adelante un espacio que intenta darle voz  a las mujeres del barrio. «Más allá de pensarnos en un rol diferente, termina siendo troncal el acompañamiento, las capacitaciones y de poder acompañar a las pibas en todo sentido» sentenció Carolina.

Comunidad rebelde cuenta con talleres de panificación abocado a mujeres, «en realidad siempre pienso que es una escusa porque a través del curso se generan otras redes en donde fluye el diálogo. Siendo allí donde aflora, sin premeditarlo, el feminismo».

La idea de lucha, trabajo digno y crianza compartida, va llegando al grupo y transformando realidades cotidianas. «Si bien es complejo, lo concreto es que en ciertos sectores el patriarcado está muy arraigado, generando de manera cotidiana y normalizada machismo entre ellas también. Pero de a poquito sentimos que van cambiando algunas situaciones, es como una semilla que de a poco quiere germinar».

La unión, la fuerza y el concepto de tribu avanza en una cultura patriarcal que todo lo acapara. «Es un proceso lento, ya que los temas abordados y la perspectiva tienen que ser sutiles porque son años de desinformación que colocan al feminismo en otros términos».

En torno a un nuevo 8M que se aproxima, Carolina sostuvo: «Si bien no movilizamos, lo consideramos un día de reflexión, tratamos de contextualizar en cada encuentro, a través de un comentario o alguna actividad. Más allá de que la mayoría está de acuerdo con el rol de las mujeres, y el cambio que se viene dando, las construcciones ya impuestas son difíciles de derribar. Planteamos siempre la idea de igualdad, pero, muchas veces ellas mismas se limitan a eso».

Siglos de opresión y de mandatos impuestos son ladrillos duros de derribar. «Es muy difícil romper con esquemas de comportamiento tan arraigados, como los de estar en lugares porque me corresponden por mandato. Por ello, en cada encuentro tratamos de generar esos pensamientos ligados a las incomodidades que surgen, y de ese modo ellas mismas comienzan a repreguntarse qué lugar quieren ocupar o de qué manera quieren desenvolverse».

Es aquí donde Carolina siente que es necesario destacar la figura de Romina Salvatierra que «en este tiempo no solo ha aprendido muchísimo si no porque se va descubriendo como referente y compañera, mostrando su capacidad de superación y resiliencia».

Carranza también quiso aportar una reflexión final de cara a este 8M. «De alguna manera se va llegando, pero a la vez el estigma hace que nosotras mismas no abordemos algunas cuestiones, quizás porque la iglesia está muy arraigada en nuestra sociedad. Es una cuestión de tiempo y de paciencia como todo proceso de deconstrucción. Tratamos de ayudarlas a pensarse y a verse desde otro lugar. Intentando siempre, romper con la idea del feminismo como imposición social o moda, sino concibiéndolo como una forma de vida que nos plantea otro rol, con sus deberes y responsabilidades».

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