JUEVES, 28 DE NOV

Zapata Garesche: “La Fundación Rockefeller tiene una visión muy ambiciosa”

El responsable para América Latina y el Caribe del programa 100 Ciudades Resilientes de la organización creada por el magnate norteamericano dialogó en exclusiva con Conclusión y dijo que el problema de violencia que tiene Santa Fe puede ser aún más grave que la inundación.

Por Marcelo Chibotta

Eugène Zapata Garesche es mexicano y se desempeña como director regional de Gestión de Ciudades y Prácticas para América Latina y el Caribe de la Fundación Rockefeller.

Su tarea específica es supervisar el trabajo del programa 100 Ciudades Resilientes en la región y como tal visitó la ciudad de Santa Fe durante la reciente reunión del programa, llevada a cabo la última semana de noviembre.

El programa incluye a Santa Fe como la única ciudad de Argentina, su paso por ella casi obligó a Conclusión a preguntarle en primer término si conocía Rosario y su respuesta no se hizo esperar: “Es una ciudad hermosa… Y lo que acabo de decir es cierto aunque nunca he ido ¿lo puedes creer?”.

“No conozco la ciudad, la conozco por sus intendentes, por luchas sociales y según lo que me contaron amigos queridísimos. Esta es la primera vez que paso por Santa Fe y es la primera vez que más cerca estoy cerca de tu tierra”, comentó el dirigente globalista.

Enseguida, dio respuesta a la pregunta sobre su actividad y sobre las características del programa: “Yo soy director para América Latina, la fundación tiene su sede en Nueva York y tiene un programa específico que se llama 100 Ciudades Resilientes, el cual coordino y trabajo para la región latinoamericana”.

“Son cien ciudades en el mundo que fueron escogidas después de un concurso, más de 1.000 que solicitaron el ingreso al programa, 17 de ellas en América Latina y Santa Fe es una de ellas”, detalló.

Más adelante, el integrante de la fundación inspirada por el multimillonario norteamericano agregó que “hasta hoy el programa ha trabajado únicamente con sus ciudades miembro, es decir son cien pilotos de 54 países, cien procesos específicos y aún no hemos iniciado una fase de escala a nivel nacional o regional”.

“No vamos a abrir ciento una, ciento dos, ciento tres ciudades, sino que lo que vamos a hacer es que estas cien ciudades se conviertan en multiplicadores de la iniciativa y habremos de escalar a un trabajo de sensibilización sobre el tema, de capacitación y acompañamiento a nivel provincial, regional y nacional pero no podemos hacerlo en todas las ciudades”, especificó.

Luego, este medio le consultó acerca del criterio que la fundación utilizó para seleccionar las ciudades integrantes del programa: “La verdad es que las ciudades que escogimos son aquellas detrás de las cuales hay voluntad política, y no sólo voluntad política para llevar adelante un cambio de cultura a la hora de pensar la ciudad del futuro, sino de hacerlo de la mano de los actores que no son del gobierno”.

El responsable regional del programa en cuestión de la Fundación Rockefeller, seguidamente amplió la información al aclarar que “son aquellas ciudades que ven en el sector privado, en el sector civil, en las ONGS, en la academia, en los medios aliados, una voluntad de liderazgo para imaginar el futuro de la ciudad”.

“No creemos que el futuro de las ciudades sea responsabilidad exclusiva de sus gobiernos porque aplicar un enfoque resiliente a la tradicional planificación urbana es romper, es una contracultura. Es ya no ver a la ciudad por sectores y ya no trabajar de manera dividida, sino ver por ejemplo que un proyecto de transporte es un proyecto de cultura, de vivienda, de agua, puede ser un proyecto de movilidad, más allá de ser específico de un sector”, estimó.

—Conceptualmente, el término resiliente aparece cuando existe una adversidad. Entonces, ¿este programa tiene como objetivo que las ciudades sean capaces de superar las adversidades o tiene que ver con poder generar instancias para que las mismas no surjan?

—Las dos cosas. La resiliencia tiene que ver con la capacidad que tiene una molécula, y por lo tanto un ser vivo también, de resistir un shock que puede ser inmediato. En el caso de una ciudad puede ser un terremoto, una inundación, una falla eléctrica, una sequía, a una presión o tensión crónica a largo plazo. Lo mismo que le puede pasar a un ser humano al caerse de la bicicleta y romperse una pierna, a quien se le produce un shock inmediato que hay que tratar y que va a tener una consecuencia de largo plazo en su forma de caminar, como puede ser una persona que tiene una malformación por una mala postura y poco a poco, con el paso de los años va caminando mal y va a terminar con el mismo problema por el cual se rompió la pierna.

—Las adversidades que mencionó tienen raíz en lo que podríamos considerar el orden natural, pero también las hay del tipo social, producto de la inequidad. ¿Cómo contempla la Fundación este aspecto?

— Nuestro enfoque va mucho más allá de la gestión de riesgos y desastres y decimos que los shocks y el stress a los que se enfrenta una ciudad no tienen que ver nada más con las adversidades del clima, tienen que ver con una violencia crónica, con un deterioro social, con una desconfianza de la sociedad hacia su gobierno y con un descontento generalizado por la inequidad. Todo ello es igual o quizás más grave para el futuro de una ciudad que un terremoto y por eso hay que prevenirlo. Hasta hace muy poco yo fui asesor del gobierno de la ciudad de México durante 9 años hasta que me integré a este proyecto y por ello puedo decir que los gobiernos no estamos preparados para discutir mucho a largo plazo porque tenemos mandatos políticos cortos, tenemos presupuestos acotados y porque trabajamos normalmente a través de sectores, como son los casos de los gobiernos nacionales que tienen sus ministerios…cada loco con su tema… Entonces, ver los problemas del futuro de las ciudades es más dificultoso, más allá de la prevención de una inundación. Por ejemplo se puede observar hacia dónde se está encaminando Santa Fe porque el problema de violencia que tiene, puede ser más grave que la inundación.

—¿Contemplan desde la Fundación Rockefeller el establecimiento de vínculos y la participación de las instituciones sociales u organizaciones populares?

—Este es otro de los criterios que nosotros obligamos  o esperamos de parte de las ciudades que forman parte del programa, que como decía, depende de la voluntad política de que el fenómeno de la resiliencia, que trata del futuro de una ciudad, se da de la mano de otros actores. Estuve con el Consejo Consultivo de Resiliencia de la ciudad de Santa Fe y éramos doce personas en la mesa, entre los cuales estaba el líder de los cartoneros de Santa Fe, un representante de la Universidad del Litoral, un representante de la directiva del Consejo de Industria, estaban representantes de los gobiernos municipal, provincial y nacional, una ONG que trabaja en el tema de vivienda y ese Consejo no es un comité más del gobierno.

¿Será el mundo un lugar más justo para vivir a la luz de la mirada que la Fundación Rockefeller tiene? Y si es así, ¿en cuánto tiempo lo puede avizorar?

—Yo creo que la Fundación Rockefeller tiene una visión muy ambiciosa, filantrópica, de ayudar a que el mundo sea mejor y yo creo que se llega más lejos yendo paso por paso que tratando de dar un brinco al más allá. Entonces, los cien procesos que estamos trabajando en las cien ciudades, son cada uno a su  propio ritmo, hemos tenido logros más rápidos, otros menos rápidos. No sé cuándo vayamos a poder festejar los frutos de este programa en Santa Fe, pero hoy con el simple hecho de que exista una oficina de resiliencia, que la intendencia esté convocando a los alcaldes de la región sudamericana para hablar de este tema y romper la compartimentalización de las políticas públicas y traer un camino, es para mí ya un resultado.

La otra mirada de los Rockefeller 

En su libro titulado Gobierno Mundial, el escritor español Esteban Cabal expuso que «el complot urdido desde hace 300 años por la élite financiera para apoderarse del mundo está llegando a su fase final: el Gobierno Mundial privado y plutocrático. Pero no será fácil: la globalización ha fracasado, el capitalismo ha caducado, el petróleo barato tiene los días contados y la humanidad está a punto de vivir convulsiones inimaginables durante la próxima década».

En otro pasaje, el autor le pone apellidos al denominado Gobierno Mundial: “Morgan, Davison, Harriman, Khun, Loeb, Lazard, Schiff,  Warburg y, por supuesto, los Rockefeller” que son los fundadores de la histórica empresa petrolera Sandard Oil y del Chase National Bank, luego denominado Chase Manhattan Bank, “cuya emblemática sede en Nueva York fue el primer edificio construido en Wall Street”.

“David Rockefeller, el más famoso de la saga, es nieto del mítico John Davison Rockefeller e hijo de John D. Rockefeller junior, que se casó con la hija de Nelson Aldrich, líder de la mayoría republicana en el Senado y al que se le conoció como gerente de la nación. La madre de David era una enamorada de la pintura y por iniciativa suya se construyó el Museo de Arte Moderno (Moma) de Nueva York, ubicado en la mansión en la que nació David y sus hermanos”, apunta Cabal.

Se sabe, además, que Rockefeller ha sido determinante en la creación del Council on Foreign Relations, de la Comisión Trilateral y del Grupo Bilderberg, todas organizaciones implicadas y decisorias del orden imperante en el mundo.

Por otra parte, de esta familia de banqueros surgió también la creación de la Fundación que lleva su propio apellido y que ofrece diferentes propuestas tanto a los gobiernos y al mundo académico, como a otros variados sectores de la comunidad mundial.

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