Cuando la sociedad pierde su rumbo, todos sus integrantes pagan los costos. A la violencia, la delincuencia y la marginalidad, hay que sumar los efectos económicos sobre el conjunto de la comunidad, que pocas veces se asocian con estos hechos.

En efecto, un informe elaborado por la Bolsa de Comercio de Santa Fe señala que la economía santafesina creció solamente un 0,03% durante el período 2008-2014, con indicadores negativos sobre inversión y algunos de los rubros más importantes del aparato productivo provincial. El mismo estudio señala que la caída de la actividad durante el año 2014, sería no menor al 2%, lo que indica una evolución más negativa que otras provincias, e incluso que la media a nivel nacional.

Más allá de los datos, resulta evidente que el impacto económico de una sociedad violenta y desorientada nunca puede ser positivo, y como mínimo produce ineficiencia e injusticia distributiva. En efecto, un aumento en el gasto en seguridad (que por cierto nunca es suficiente para controlar el desorden) tiene un impacto económico multiplicador mucho menor que si se lo destinara al desarrollo tecnológico, infraestructura logística, desarrollo rural, capacitación técnica, y tantas otras formas de promover el desarrollo económico desde el nivel provincial.

Desde luego, esto no es ningún hallazgo original y en esta falta de rumbo, la coyuntura delictiva pareciera no dar margen para otra cosa. Sin embargo, la aplicación sistemática y recurrente del mismo tenor de recetas, no resultan (a juzgar por los hechos) una alternativa efectiva. El primer paso, ineludible para cualquier cambio para bien es, sin duda, el diagnóstico preciso de lo que se ha hecho mal o ya no funciona, no por la mera crítica oportunista, sino como advertencia para no volver a cometer los mismos errores, y encarar nuevas estrategias de acción posibles.

Por último, para que la economía provincial retome un sendero de crecimiento, no conviene esperar recetas mágicas ni depositar grandes expectativas en la mano invisible. Las ideas están siempre vivas en el interior de un pueblo que trabaja y emprende cada nuevo día; lo mínimo que puede hacer un gobierno, no es precisamente esperar a que alguien se las acerque, sino tomar la iniciativa e ir a buscarlas.