Por Belén Corvalán

Arrancó el 2017. Un nuevo año donde se depositan expectativas de que sea mejor que el anterior. Y está en la esencia del ser humano que cada vez que concluye un ciclo se espera que lo que está por venir supere a lo pasado, sin embargo “no es algo que dependa únicamente del mero hecho de cambiar el almanaque, ya que esto de nada sirve si no cambiamos nosotros”.

Así lo expresó Emilio Cardarelli, vicario general del Arzobispado de Rosario, en diálogo con Conclusión, al tiempo que agregó que “cada año nuevo nos encuentra a todos los hombres con una esperanza de que sea mejor del que pasó, pero posiblemente sea igual, en cuanto a dificultades, problemas, contrariedades, a nivel mundial, internacional, familiar, personal, eso también forma parte de la vida”.

“No es que los tiempos son malos, sino que los malos somos nosotros, en la medida de que el hombre cambie, y que deje a un lado su egoísmo, y de buscarse nada más que a sí mismo, y sus propios intereses, entonces ahí sí podemos esperar vivir mejor”, expresó.

No es uno de los mejores tiempos que está atravesando la humanidad, sin embargo Cardarelli admitió que la posibilidad del cambio depende únicamente de nosotros, y afirmó que esa desesperada esperanza de querer que los tiempos sean mejores, descansa en que en el corazón humano hay un deseo de plenitud, “es un deseo que está puesto por Dios, que está en cada uno de nosotros”.

Si bien el ser humano ha progresado tanto a nivel científico y tecnológico, demostrando un avance veloz en muy poco tiempo, que le ha posibilitado crecer y desarrollarse en muchos aspectos, no ha ido acompañado de la mano de un crecimiento interior, “el hombre se debe un crecer por dentro. Creemos que a partir del encuentro del hombre con Jesucristo este descubre que todo es nuestro”.

Sin embargo para la Iglesia como institución, esto consiste en una meta a cumplir, según explicó Cardarelli. La Iglesia ya no representa lo que significaba en tiempos pasados, ha disminuido el poder de llegada a sus fieles. “Hay un secularismo, un estilo de vida que prescinde de Dios, que nos va ganando”, es por eso que para la Iglesia es un desafío propiciar el encuentro entre Jesucristo y el hombre, “es ahí es cuando este descubre un mundo nuevo”.

Además, destacó que donde más se nota la presencia de la Iglesia es en los sectores más vulnerables, “en los barrios la educación está en manos de la Iglesia, pero nos ha faltado llegar de modo más incisivo con el mensaje del evangelio de Jesucristo”.

Según explicó, el Papa los motiva permanentemente a concebir la institución como una “Iglesia en salida”, los incentiva a ver desde una mirada como si el mundo fuese un hospital de campaña, que si bien recibe a quienes acuden a ellos, también tiene que salir a buscar, de ir al encuentro.

Es por eso que junto con el Arzobispo realizan la tarea de recorrer parroquias, “patear los barrios” y estimó que desde su percepción nota que hay más gente viviendo en la pobreza, que acude a ellos buscando asistencia, “el gran desafío es para quien tiene la posibilidad de hacerlo, como el gobierno, de generar fuentes de trabajo, trabajo digno, si bien la ayuda es necesaria, y se requiere, no puede convertirse en algo permanente”.

Cardarelli vinculó la falta de respuesta por parte del poder político ante los problemas sociales, al hecho del individualismo que reina en la sociedad, que hace que cada uno se rija en torno a sus propios intereses “la idolatría por el dinero que es lo que gobierna el mundo, dejando a un lado al hombre, quien dejó de estar en el centro”.

“Es por eso que hay que encontrar el valor del hombre, descubrir la dignidad que tiene el trabajo, y el derecho que todo hombre tiene de tener un trabajo digno; los valores que se desprenden del Evangelio de Jesucristo, que han marcado desde hace años en la cultura occidental”, destacó.

Sin embargo, frente a toda la situación que inunda, que parece ser más pesimista que positiva, recalcó la importancia del amor, la que definió como la única fuerza indispensable para el ser humano, que es el motor para el cambio, “hay que confiar que es la única fuerza capaz de transformar el mundo”, aseguró, y agregó: “Juan Pablo II ya lo decía, el hombre no puede vivir sin amor, en el corazón de este hay una sed de amor infinito, es transformador, uno cambia cuando se siente amado. Si creyéramos eso, estaríamos mejor”.

Es por eso que hay que empezar desde uno mismo. «Como sociedad nos falta dar amor, el problema es que siempre estamos esperando del otro, de que cuando el otro me ame, ahí voy a empezar a amar”.

Como deseos para este 2017 que está comenzando, Cardarelli expresó que “en la medida de que seamos más buenos, va a ser un buen año, al año lo hacemos nosotros, depende de la bondad nuestra”, y brindó un especial mensaje para la humanidad: “Acabemos con la violencia, con los hechos que vemos cotidianamente en los diarios, sobre todo la que se ejerce en nombre de Dios, es un absurdo tan grande, pido que acabemos con esto por favor».

“Seamos capaces de descubrir la dignidad que tiene todo ser humano , porque Jesucristo dio su vida por él, y ahí está la fuente cristiana más grande, más profunda, más irrevocable, que podamos ser instrumentos de la paz», y concluyó con una oración que en parte resume sus más sinceros augurios para el ciclo que inicia: “Donde haya odio, yo pongo amor, que donde haya error, yo ponga verdad, y donde haya tiniebla yo ponga luz”, finalizó.