La salida de Gerardo Martino de la Selección argentina puede sorprender a muchos, puede ser lógica para otros, pero lo que deja en claro es que para él hay principios de vida que no se traicionan.

Martino estuvo siete meses sin cobrar y no lo hizo público hasta que trascendió desde las oficinas de AFA esa deuda, justo antes de la disputa de la Copa América Centenario en Estados Unidos.

La decisión de Martino honra a todos los que pensamos que el fútbol es más que un deporte con negocio, sino que es una forma de vida.

Es imposible no analizar esta renuncia de Martino en el contexto caótico de una AFA acéfala, pero entendiendo que siempre intentó modificarlo desde adentro.

«Tata» sabía dónde se metía, pero confió en que todo lo que criticó desde afuera, en base a los resultados podía irse cambiando con el tiempo.

Pero no, otra vez ganaron los que hicieron al fútbol un negocio podrido, violento y lleno de intereses, lo que seguramente genere impotencia y vergüenza en todo aquel fanático del deporte puro.

Lo curioso de esta historia será que éstos mismos dirigentes que dinamitaron el fútbol argentino, ahora van a querer promover el próximo técnico de la Selección argentina.

«Querer ser honestos, en una era sin moral», fue el tuit premonitorio que el hijo de Martino publicó minutos antes de la renuncia de su padre.

Una página más del libro oscuro que la Asociación del Fútbol Argentina sigue forjando y que, ojalá, alguna vez termine de escribir para dejar crecer y creer en que puede haber un cambio.