En cierta ocasión Carlos Salvador Bilardo dibujaba en un pizarrón los movimientos tácticos que debía desempeñar su equipo durante los 90 minutos del partido de fútbol. El público observaba con atención la pasión que Bilardo aplicaba sobre el dibujo de flechas que se desplazaban por aquí y por allá anticipando lo que harían para ganar el partido. De pronto, un escéptico que nunca falta le dijo: «Profe, pero los otros también juegan… «, despertando así a las limitaciones de la voluntad expresada en el pizarrán.

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La voluntad de todo gobernante es tener el escenario electoral que más lo beneficie y no es muy diferente con el Gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, la experiencia demuestra que con un sistema político desarticulado, que carece de liderazgos fuertes y donde las alianzas o frentes que se conforman son oportunistas, poco de lo que de desea o diseña en los papeles termina por convertirse en realidad.

El PRO quiere

* al peronismo dividido en más de 2 partes,

* que el radicalismo se alinee detrás del macrismo,

* que Elisa Carrió sea candidata en la Ciudad de Buenos Aires,

* que el delasotismo abandone al massismo,

* que la reactivación llegue antes de marzo,

* que la conflictividad social sea baja, y

* que la gente vote pensando en el futuro, en vez de en su bolsillo.

Hoy, día la construcción de la realidad debe incoporar algunos datos:

* el peronismo hace grandes esfuerzos por ir fragmentado en la menor cantidad de partes posibles,

* hay sectores del radicalismo que quieren jugar por afuera de “Cambiemos”,

* Elisa Carrió tiene decidido ser candidata por la Provincia de Buenos Aires para enfrentar, si le dan la oportunidad, a Cristina Fernández y Sergio Massa;

* parece difícil que el delasotismo traicione al massismo,

* la reactivación se hace desear,

* la izquierda combativa no quiere abandonar la calle (lo vimos esta semana con tres movilizaciones, en pleno Enero), y

* los argentinos seguirán votando con el bolsillo.

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El management

Después de los sofocones que sufrió la Casa Rosada con la fuga de los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci, el intento de aumentar las tarifas de los servicios públicos sin Audiencias Públicas y de la derrota inicial por los cambios de Ganancias en la Cámara de Diputados queda claro que Mauricio Macri ya no quiere internas dentro del Gabinete y entronizó al trío de la Jefatura de Gabinete (Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui como las voces cantantes del Gobierno en la ejecución de las órdenes presidenciales.

Desde que comenzó su mandato en la Casa Rosada, a Mauricio Macri le falta un Horacio Rodríguez Larreta para que impulse y ordene la gestión; Marcos Peña no pudo ponerse a la altura del actual Jefe de Gobierno porteño, por eso la necesidad presidencial de elegir un trío que tenga a su cargo cumplir las metas que se fijan. Una clara demostración de que el Presidente de la Nación no puede abandonar su “habitus” de empresario, adquirido en los más de 20 años que fue “entrenado” en el Grupo Macri.

Se suele decir que el Gobierno del PRO tiene una organización del tipo empresarial para ordenarse, para planificar y para ejecutar. Muchos creen que es una decisión equivocada, que no se ajusta a las necesidades que implica lidiar con la Administración Pública. Puede ser; pero algo es innegable: el Estado argentino tiene una organización antigua, pesadamente burocrática, decididamente amistosa hacia los peronistas y repulsiva hacia los funcionarios que provengan de otras corrientes políticas; que requería de un intento de evolución hacia el Siglo XXI. Y eso intenta el macrismo.

Sin embargo, hablando de “cambio”, no todo “cambio” es efectivo, eficaz y/o eficiente. La subejecusión presupuestaria fue una constante de la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires. Pero se hicieron obras de importancia que le permitieron al PRO ganar todas las elecciones en que se presentaron desde hace 9 años. No es un mal record.

El primer año de Mauricio Macri en la Casa Rosada dejó en claro que hubo grandes problemas entre la planificación y la ejecución. La frase “el Gobierno no arranca” se hizo popular. No hubo subejecusión presupuestaria, pero el déficit fiscal fue mayor del esperado (aunque se redujo por el “sinceramiento fiscal” y la “contabilidad creativa”) y la obra pública arrancó con demasiada lentitud. El Gobierno estuvo corriendo detrás de los hechos casi todos los meses desde que llegaron a Balcarce 50.

Remodelando el equipo

Pero los cambios que introdujo Mauricio Macri en lo que va del año en primera y segunda líneas ministeriales (y en Aerolíneas Argentinas) demuestra que el diagnóstico que se hizo en la “Mesa Chica” del PRO es que los problemas que se observaron partieron de la falta de “homogeneidad” de los funcionarios, no por las formas de gestión que se aplicaron hasta ahora.

Así, son las personas, no los métodos, mecanismos y formas de administración los que impidieron que Mauricio Macri alcanzarlos objetivos que se fijaron el 10/12/2015. Y acá puede residir un grave error de análisis, dado que en si bien los agentes pudieron ser “tapones” de gestión, también las estructuras y las mecánicas de funcionamiento del gobierno pueden ser problemáticas para llevar los dichos a hechos.

De esta forma, como todo gobernante, Mauricio Macri no sólo quiere que el escenario político y electoral se comporte de la forma que pueda alcanzar los mayores éxitos políticos posibles; sino también, que los agentes y las estructuras estatales respondan a voluntad, a sus pedidos, a sus exigencias. Y, eso, sin duda, es una de las mayores herencias del “habitus” empresarial del Presidente de la Nación y del trío de CEOs que hoy maneja el Gobierno. Por eso se buscan hechos, se busca “meter goles”.

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El ministro de Finanzas, Luis Caputo, ha cumplido fielmente el compromiso de sacar de la agenda de temas que pueden generar dudas de la sustentabilidad del “Modelo Macrista”, el financiamiento del déficit fiscal. Las emisiones de deuda realizadas en 2 semanas han sorprendido al mercado. Importante cantidad de demanda, alto monto obtenido (US$ 13.000 millones) y baja tasa de interés son 3 buenas noticias que el Gobierno no ha sabido celebrar, tal como en otros casos anteriores.
El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, firmó los acuerdos para que un grupo de bancos comiencen a administrar las reservas de la entidad, algo que no se hacía desde hace un década, lo que permite generar fondos que pueden ser usados para reducir el déficit cuasi fiscal del BCRA (otro problema en la visión de los operadores económicos y los inversores internacionales) y aumentando la capacidad de financiación al Tesoro Nacional, en el mediano plazo, a un costo ínfimo.

Javier González Fraga ha sido colocado en el Banco Nación para redireccionar el crédito y capacidad prestable de la entidad para la economía y para el Tesoro Nacional; pero sobre todo, para que las financiaciones que se otorguen a las provincias y municipios tengan un condimento más político que financiero. Al fin y al cabo, estamos en épocas electorales y siempre la institución fue usada para apuntar las gestiones de amigos y aliados; algo que no parece haber ocurrido estos meses.

Los cambios que introdujo Mauricio Macri en su entorno ministerial (y en las segundas líneas y en Aerolíneas Argentinas) han sido fuertes señales hacia la interna del Gobierno y hacia los aliados de “Cambiemos”. Buscar “homogeneidad” implica acabar con el disenso o cuestionamientos a las políticas de gradualismo que se están llevando a cabo. El Presidente de la Nación no quiere funcionarios que “saquen los pies del plato”. El ingreso de radicales a puestos claves de gestión es un apoyo al liderazgo de Ernesto Sanz dentro de la Unión Cívica Radical y cierra la boca a aquellos díscolos que pensaban “cortarse solos” en las elecciones legislativas.

El año comenzó con:

* el lanzamiento de la discusión para bajar la edad de imputabilidad en los menores,

* la promesa de cambiar las reglas inmigratorias,

* la creación una comisión para reformar el Código Penal que redactó Eugenio Zaffaroni y sus amigos y,

* “a manu militari”, ordenar el traspaso de parte de la Justicia a la órbita de la Ciudad de Buenos Aires, pese a las quejas, protestas y trabas que pusieron durante meses colectivos judiciales kirchneristas.

Esas son señales hacia el votante macrista.

Panperonismo

El compromiso de bajar el costo fiscal de tener un trabajador, cambiar el régimen de ART por Decreto de Necesidad y Urgencia y el intento de flexibilizar las normas de contratación son guiños hacia los empresarios e inversores; pero el Gobierno comienza negociando con los sindicalistas, que son quienes mayores críticas o palos en la rueda o protestas pueden llevar adelante. No será un camino sencillo, sin embargo la Casa Rosada aprendió del fracaso inicial de los cambios a Ganancias: primero se negocia con la CGT, una vez que tengan su acuerdo, el panperonismo no podrán negarse a aprobar los cambios en el Congreso Nacional.

Quitarle “poder de chantaje” (en palabras de Giovanni Sartori) a los opositores les veda visibilidad y reduce su posibilidad de hacer campaña electoral contra las decisiones del Gobierno, pero sobre todo, impide que Mauricio Macri sufra una nueva derrota en el Poder Legislativo, tal como lo que tuvo con Ganancias, inicialmente, en la Cámara de Diputados.

Mientras el Gobierno, a través de sus voceros autorizados, hace trascender por los medios amigos que piensa tomarse la campaña con “calma” y que las definiciones van a extender hacia el último momento que permite la legislación; la verdad es que el macrismo intenta imponer un nuevo “clivaje” para impulsar la decisión de los votantes.

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En 2015, los ciudadanos optaron entre “cambio” o “continuidad”, el panperonismo quiere que se elija entre “justicia social” y “capitalismo salvaje”; pero ahora el Gobierno quiere que se vote escogiendo entre “nuevo” y “viejo”; en donde el panperonismo es el pasado y el macrismo es el futuro; lo “viejo” es corrupción, clientelismo social, amiguismo, abuso de poder y desprecio por la ley y lo “nuevo” es recambio generacional, otras formas y estilos, respeto de las instituciones y apego a la ley.

Pero lo que Jaime Durán Barba diseña en los papeles, choca con los “Panama Papers”, las denuncias contra Gustavo Arribas y/o Gabriela Michetti, o la posibilidad de gobernar por DNU, dejando al Congreso de lado.

Mauricio Macri, que en Boca Juniors no tuvo miedo en despedir a Diego Armando Maradona, no teme hacer demostraciones de fuerza. Pero en política, los otros también juegan y la Administración Pública tiene sus formas, sus modos, sus tiempos. Creer que las personas son un problema, en el fondo, es un problema, dado que el recambio de nombres no necesariamente implica alcanzar los objetivos esperados y lo que se dibuja en un papel no siempre ocurre. Gobernar es ganar todos los días todos los partidos. Y por ahora, sólo hubo recambio de jugadores.