Por Santiago Fraga

“Más productividad y menos bajas: Suecia experimenta con éxito jornadas laborales de seis horas”, fue el título con el que el diario inglés The Guardian introdujo en debate la temática que luego sería reproducida por todo el mundo. Hoy en día, Argentina es considerada como el segundo país más productivo de América Latina, pero aún así se ubica muy por debajo de quienes lideran los rankings. Muchas horas semanales, pero poca productividad per cápita: ¿será la reducción horaria una solución? ¿Qué cosas influyen en un empleado a la hora de ser productivo?

Tomando como referencia la localidad sueca de Gotemburgo, el informe realizado por el periódico británico descubrió el caso de la residencia de ancianos Svartedalens, que a modo de experimento redujo por un año la carga horaria de sus empleados de ocho a seis horas manteniendo el mismo salario, a raíz del ejemplo de la fábrica Toyota de esa misma ciudad, en la que hacía trece años ya habían adoptado esa modalidad de trabajo.

El resultado final mostró un cambio instantáneo: los trabajadores estaban menos estresados, mucho más satisfechos y con una productividad comprobadamente más alta. Por este motivo, el modelo comenzó a ser testeado no sólo por múltiples empresas de aquella ciudad y las naciones escandinavas, sino también por varias compañías de diversos países alrededor del globo.

Por ejemplo, el magnate mexicano Carlos Slim, quinto hombre más rico del mundo y empleador directo de más de 250.000 trabajadores, expresó ante un foro de empresarios en octubre de 2015, según informó la BBC, que su modelo ideal de trabajo consiste en jornadas laborales de tres días con once horas diarias por semana. Él mismo ya ha realizado pruebas de esto en sus empresas, y en caso de consolidarse reduciría la carga horaria laboral de un país en donde actualmente el 30% de la población trabaja más de 50 horas por semana.

De igual forma se cita el ejemplo de la fábrica Royce Leather de Nueva Jersey, Estados Unidos, en donde se le redujo entre dos y tres horas la jornada laboral a sus empleados, que consistía originalmente de entre nueve y diez horas de trabajo, produciendo finalmente un mejor rendimiento anímico y productivo de los mismos.

Así también hay casos donde el experimento no funcionó, como la empresa médica MedPreps. Allí, durante cuatro meses redujeron la carga horaria de ocho a seis horas a empleados cuyo trabajo era redactar preguntas para exámenes de medicina. «Definitivamente, la gente trabajaba más duro y obteníamos más de los trabajadores; pero no interactuaban entre ellos y estaban mucho menos contentos en el trabajo», aseguró a la BBC Kenny Kline, cofundador de la compañía, que de igual forma notó que sus empleados se agotaban mucho más fácil trabajando esas seis horas que las anteriores ocho.

Según un informe realizado por la consultora Euromonitor Internacional a finales de 2015, en el ránking de productividad de América Latina las empresas argentinas ocupan el segundo lugar, con una productividad per cápita de $22.459 dólares por persona, sólo siendo superadas por las chilenas que encabezan la tabla con una producción de $24.170 dólares por persona. No obstante, todavía se encuentran muy lejos de países como Alemania (el ejemplo mundial en la materia), Noruega, Luxemburgo o Estados Unidos, donde se alcanzan índices de productividad de hasta $77.110 dólares por persona.

Con las experiencias mencionadas y con el panorama actual, los interrogantes sobre cómo mejorar la productividad de los empleados siguen siendo una de las problemáticas que más de cerca tocan a las naciones del mundo. ¿Será, efectivamente, la reducción horaria una solución a los problemas de productividad?

Opiniones profesionales

En búsqueda de una respuesta a estas incógnitas, Conclusión dialogó con psicólogos y profesionales vinculados a los recursos humanos para que brinden su perspectiva acerca del experimento y la viabilidad de su aplicación en el mundo laboral argentino.

María Stegmann, psicóloga y miembro del personal de Recursos Humanos de una de las plantas del Cordón Industrial, en Puerto General San Martín, aseguró que siempre en todos los casos hay que hacer un análisis puntual del trabajo del que se trate, pero que hoy por hoy las empresas otorgan cada vez más beneficios vinculados con el tiempo, porque es lo que las personas más valoran.

“Hoy por hoy una persona a la hora de evaluar tomar un trabajo o continuar en uno valora mucho el tema del tiempo, y para las empresas es un elemento que hace a la atracción y a la retención de un talento”, aseguró. Por sobre el dinero, hoy los empleados buscan primordialmente mantener un equilibrio entre la vida personal, familiar y laboral, siendo además que “está comprobado que no es lineal el hecho de que una jornada súper extensa repercuta en mayor productividad, sino al contrario”.

De igual manera, sostuvo que la reducción laboral en líneas generales es beneficiosa y representa una iniciativa positiva de parte de las empresas, pero también analizó que hay casos en donde puede ser perjudicial: “Si una persona está desbordada de trabajo y vos le reducís la jornada laboral, tenés que evaluar también si ese trabajo que esa persona hace se puede hacer en menos horas”. Corea del Sur fue otro de los países donde se puso en práctica fallidamente este experimento en 2004, y los empleados, en la mayoría de los casos, se vieron sobrepasados de trabajo e inundados en estrés.

Es valorar más la eficiencia y no necesariamente la cantidad de horas que uno está en un trabajo”, sintetizó el proyecto. No obstante, no dejó de recalcar que cada caso merece un análisis particular, y que responde también a una cultura organizacional predispuesta de una manera y que debería ser modificada para adoptar esta modalidad, lo que implica “un cambio cultural” y una “reeducaciónde empleados y empleadores.

Por otra parte, Emiliano Chiesa, Licenciado en Psicología y profesional en varios institutos de salud de la ciudad, sostuvo que “al encontrarse una persona en un lugar con mayor cantidad de horas y mayor situaciones de estrés y demás, lógicamente es más difícil para ella sostener los niveles de atención y concentración”, lo que afecta directamente a la productividad.

Así también, remarcó primordialmente la importancia de que el lugar de trabajo sea confortable como un ingrediente clave en la eficiencia de un trabajador: “Que la persona pueda tener todas las herramientas que necesita, las comodidades (desde una buena silla hasta la temperatura ambiente), van a hacer que esté más cómoda y que pueda rendir más. El hecho de reducir la cantidad de horas va por ese lado también. De hecho, estos experimentos que se han hecho mucho o que se trabajan mucho en lugares como Google también, donde trabajan y tienen momentos de ocio, de relajación, de poder ir y jugar al ping pong o jugar a un videojuego, tiene que ver con esto de poder distenderse un poco, recargar las pilas y poder volver a retomar”.

En el caso particular de Stegmann, la planta en la que se desenvuelve utiliza un esquema de trabajo similar al ideal de Carlos Slim. Los operadores de producción, por ejemplo, trabajan 12 horas en un régimen de 3×2 y 2×3 (tres días de trabajo por dos de descanso y viceversa), con un aliciente importante que es que la mayoría de los trabajadores no viven en la localidad donde está la industria, por lo que a sus doce horas de jornada se le deben sumar hasta dos horas y media más de viaje.

“Si bien el viaje no es estrictamente jornada laboral hace al tiempo que uno está afuera de su casa, lejos de su familia, entonces es un factor que hace que a veces las personas evalúen un cambio de trabajo o una oferta. Es una realidad que enfrentan todas las industrias que están en el Cordón Industrial”, describió, a la vez que aseguró que sin embargo la gente que trabaja en esas jornadas de doce horas las valora, ya que luego “tiene más días y horas libres para pasar con la familia”.

Respecto al motivo por el que fracasó el experimento en MedPreps, la psicóloga María Stegmann aseguró que “el trato que uno tenga con sus compañeros seguramente influye porque hace al sentido de pertenencia que uno desarrolla en su lugar de trabajo”, y que existe una relación entre “el vínculo que uno establece con sus compañeros y el entorno laboral y la productividad”.

“Cuando uno mejor se siente en su trabajo a nivel de compañerismo y de la empatía que desarrolla con el grupo, seguro que va a trabajar mejor”, concluyó Stegmann, recordando que es lógico que “si bien uno puede ser re eficaz y aumentar la eficiencia con la que hace un trabajo, hay que ver objetivamente que si uno tiene tanta carga de trabajo una jornada reducida no te alcanza”, por lo que es necesario evaluar la viabilidad de en dónde se puede aplicar y dónde no la modalidad de horario reducido de trabajo.

En la misma sintonía, Chiesa sostuvo que las relaciones también entran dentro de lo que él llama un “ambiente confortable”. “Lógicamente, esto que hacían los de Google, por lo que tengo entendido, favorecía a eso. El hecho de tener momentos en los que vos puedas generar un vínculo con el compañero de trabajo también va a hacer que el trabajo en equipo sea mejor. Cuanta más relación vos tengas, sin necesidad de caer en la amistad, pero tener un vínculo, va a hacer que por ahí no aparezcan cuestiones como la desconfianza o la competencia dentro del trabajo, sino que van a tirar todos para el mismo lado. Son cosas que se van alimentando”, detalló.

De igual manera, la profesional de la psicología y trabajadora de Recursos Humanos subrayó que lo importante para que una persona sea más productiva es que se sienta a gusto y conforme con la tarea que realiza, así como también valorado por su trabajo, tanto por el salario que percibe como por el reconocimiento de los jefes, y con un buen entorno a nivel de compañeros y pares.

Finalmente, aseguró que en la realidad argentina está establecido que una jornada laboral no baja de ocho o nueve horas, por lo que hay una cuestión cultural también que tiene que ser modificada para la implementación de una reducción horaria. “Son pocos los trabajos que tienen como una jornada laboral reducida. No es que no los haya, pero en general en un trabajo con relación de dependencia uno ya tiene la idea de que el implica mínimo ocho horas. Es lo que está establecido, aunque obviamente eso sería como un promedio. Tendría que haber todo un cambio cultural para pensar ‘No, yo más de seis horas no trabajo’”.

De esta forma, Stegmann cree más viable, por el momento y hasta tanto se revea la pauta cultural establecida que debe ser modificada,  la implementación de beneficios temporales, como otorgar un viernes al mes libre, o un día donde el que está en una oficina pueda trabajar desde su hogar, o cuestiones de ese estilo. “Me parece que la jornada laboral reducida sería un punto en el cual la cultura argentina todavía está lejos. Sí lo que se ve es esto que yo te decía, beneficios vinculados con el tiempo”, cerró.