No hay por qué negarlo, todos tenemos un poco del “Doctor Merengue”, aquel legendario personaje de historieta que creó el genio de Divito. Para aquellos que no lo recuerdan o, por sus pocos años no lo conocieron, es oportuno decir que el “Doctor Merengue” era un prototipo psicológico, era un tipo formal, abogado, de impecable saco y corbata, serio como ninguno, pero cuya verdadera naturaleza estaba en su otro yo, en su subconsciente o, como suele decirse ahora, en su alter ego diferenciado que habitaba dentro de sí mismo.

El doctor Merengue decía una cosa, pero en sus fueros íntimos sostenía otra, se comportaba según las buenas costumbres y lo que las circunstancias aconsejaban, pero sus deseos eran otros. Doctores Merengues hubo y hay muchos, muchísimos. Y no sólo doctores, que quede claro, los hubo y hay curas, pastores, trabajadores, hombres, mujeres, solteros, casados, arquitectos, deportistas e ingenieros devenidos políticos. Sí, por supuesto, también los hay periodistas. Y bueno, estimado lector, el asunto es así, tal como dicen las primeras palabras de esta nota: “No hay por qué negarlo, todos tenemos un poco del “Doctor Merengue”.

El asunto se vuelve grave cuando el doctor o el ingeniero Merengue (recargado) está en la política, en campaña, y con el propósito de hacerse del poder. En tal caso la naturaleza del doctor en cuestión le hará, sin vueltas, decir una cosa, accionar de determinada forma, pero en su interior estará pensando todo lo contrario y aguardando tomar el poder para mostrarse tal cual es ¡Ah, para entonces las presas ya estarán en sus garras!

Un paradigma del doctor Merengue político fue Carlos Menem, quien luego de encantar a la masa con  el “salariazo” y la «revolución productiva”, se mandó la que todos sabemos “sin anestesia”, como el mismo lo dijo. Bueno, Carlitos una vez en el poder se sinceró y lanzó aquella frase de antología ¿se acuerdan?: “Si yo hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. Una clásica merengada.

Tampoco hay que ir muy lejos para encontrar “merengues”. En la provincia hace unos años, por ejemplo, se anunciaron “vientos de cambio” que resultaron ser huracanes en materia de inseguridad. En fin…

Quien esto escribe, para que quede claro, ha sido y es un crítico de algunos aspectos de este modelo que gobierna el país, sobre todo crítico de esa ausencia de capacidad política para fomentar la unidad nacional y no la división, crítico de la ausencia de capacidad para incluir y no confrontar. Al menos con aquellos que bien hubieran podido ser aliados para bien de la Patria y terminaron siendo enemigos.

Esta crítica de ciertos aspectos del proyecto, (que tuvo sus grandes aciertos, aun cuando los fanáticos lo nieguen), me permite hoy decir que me preocupa que la sociedad argentina esté en presencia de un “Ingeniero Merengue”. Y lo digo con todo el respeto que, como ser humano, tengo por Mauricio Macri, que de él hablo.

Y los interrogantes que por estas horas abundan son varios: ¿qué significa la palabra cambio? ¿Cambiar qué, para qué, por qué, con qué propósito? Como decía Hamlet: “He allí la cuestión”.

Algunas posturas de Mauricio en el pasado, como esas que se aprecian en el video al pie de esta opinión, hacen dudar y fomentan no pocas y preocupantes preguntas en muchos, en víspera de esta elección: ¿No estará la sociedad argentina ante un “ingeniero Merengue”.