Una crisis manifiesta atraviesa por esto días el subte de la ciudad de Nueva York, la más poblada de los Estados Unidos.

Infestado de ratas, sucio, viejo y corroído, sufre demoras que parecen eternas, descarrilamientos o suspensiones inesperadas, que se suman a las programadas (por reparaciones o mantenimiento). Además, en horas pico está atestado.

Esto ocurre en el llamado primer mundo donde ese medio de transporte está en crisis y es vital para la vida en la Gran Manzana. Cada día, de lunes a viernes, mueve más de cinco millones y medio de personas. Y no descansa nunca: funciona los siete días de la semana las 24 horas.

Para resolver la crisis y, de paso, apuntalar su cruzada contra la desigualdad, el alcalde neoyorquino, Bill de Blasio, propuso subir impuestos a unos 32.000 neoyorquinos integrantes del «1%» más rico de la ciudad y utilizar la recaudación para financiar la modernización del subte y subsidiar los viajes de las personas de menores ingresos.

Crisis también humana

«Estamos pidiendo a los más ricos de nuestra ciudad aportar un poco más para ayudar a llevar nuestro sistema de tránsito al siglo XXI», dijo De Blasio, al presentar su propuesta. «No es sólo una crisis del subte. Es una crisis humana, y los neoyorquinos la viven todos los días», continuó.

El alcalde propuso que las personas que ganan más de 500.000 dólares o las parejas con ingresos superiores al millón de dólares paguen medio punto más de impuesto a la renta estatal -en Estados Unidos, las personas y las empresas pagan ganancias dos veces, al gobierno federal y a los estados- para recaudar unos u$s700 millones adicionales a partir del año próximo.