«Crisis», la mítica revista que marcó toda una época y un país
Mario Santucho es sociólogo y forma parte del equipo que relanzó la publicación hace un tiempo. Habló sobre el proyecto y sus objetivos, ley de medios y la situación actual del periodismo y los medios de comunicación.
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- Ago 23, 2016
Por Florencia Vizzi (texto y fotos)
La historia de la revista Crisis es la historia de una generación de intelectuales que signaron las letras y la cultura latinoamericana en la primera mitad de la década del 70 y cuya impronta se convirtió en mito y condensó el espíritu revulsivo de épocas fundamentales del país.
Cuando se habla de Crisis, se habla de Eduardo Galeano, quien la dirigió durante años, de Juan Gelman, de Hermenegildo Sábat, de Haroldo Conti, de Zito Lema, por mencionar sólo algunas de las grandes plumas que pasaron por su historia.
La leyenda cuenta que un mecenas, mitad empresario mitad simpático estafador, Fico Vogelius, puso a disposición su gran fortuna para financiarla, y a fin de ponerla en marcha, vendió un cuadro de Marc Chagall que componía una extraordinaria colección de su propiedad.
Desde allí se escucharon las voces de Pablo Neruda, Héctor Tizón, Anibal Troilo, Geraldine Chaplin, entre tantos. Desde allí se habló de identidad latinoamericana, y se reflejó la intensa búsqueda de transformaciones culturales y políticas e ideológicas que marcaron la década del 70.
Con el tiempo, se convirtió en mito, y desde hace unos años, un grupo de intelectuales, profesionales, militantes y artistas han retomado esa historia, fascinante e inconclusa, en la búsqueda de construir un espacio de producción intelectual abierto, complejo y diverso.
Una de esas voces que son parte de esta tercera etapa de Crisis, (la primera va desde su fundación hasta el número 40, publicado en agosto de 1976, cuando, poco después de la desaparición del secuestro de Haroldo Conti, y según el relato de Eduardo Galeano, decidieron que era mejor “morir parados que vivir agachados”; y la segunda etapa duró un corto tiempo en la década del 80), es la de Mario Santucho, sociólogo e investigador y heredero de un apellido que no pasa desapercibido.
«Crisis fue una usina que abrevó en el pensamiento político y cultural latinoamericano y reflejó el espíritu revulsivo de toda una época»
—¿Cómo definirías esta etapa? ¿Cuál es la búsqueda?
—Bueno, hace unos cinco o seis años, algunas de las personas que habían intentado reflotar la revista en los 80, se toparon con la posibilidad de usar la marca, a través de un trámite judicial, y retomar el proyecto. Entonces convocaron a un grupo muy diverso (sociólogos, escritores, periodistas, militantes), para iniciar una nueva etapa de esto que había sido tan representativo de una época y de un espíritu. Lo que nosotros le propusimos a las persona que nos convocaron fue constituir un proyecto con clara vocación de renovación generacional. Es un grupo heterogéneo, y de gente que joven, los más viejos somos los nacidos en los 70.
—¿A que te referís con un grupo heterogéneo?
—Hay afluentes de tres tipos, uno es de dónde vengo yo, que soy sociólogo y hago trabajos de investigación sobre el intento de renovación del pensamiento político, ligado a los nuevos movimientos sociales nacidos a partir del 2001, nuevas luchas y nuevas formas de representación, es decir, un costado más político. Otra línea es la de la gente que viene del periodismo, de la profesión. En ese sentido, la revista tiene más fuerza, sobre todo en Buenos Aires, que es donde la hacemos, en el sentido de interpelar y de alojar a una cantidad de periodistas que están muy insertos en los medios de comunicación, Alejandro Bercovich, Diego Genoud, o Claudio Mardones, gente que viene del periodismo gráfico y de investigación y también de la televisión. Y el otro afluente sería lo que yo llamaría la nueva narrativa, gente que hoy está incursionando o tratando de experimentar en la literatura. Jóvenes escritores, que comparten un interés común y una perspectiva crítica, y la visión de que es necesario renovar la crítica literaria y la relación entre literatura y política. Y también tenemos fotógrafos e ilustradores.
—¿La idea ha sido un poco retomar esa tradición que se ha ido perdiendo, de la revista clásica, con todos los elementos, redacción, fotógrafos, ilustradores?
—Sí la idea es esa, y creo que es lo que distingue a la revista. Porque así como te decía que respecto de las experiencias de los 70, nuestro intento es de una renovación discursiva, y de una puesta en primer plano del tipo de desafíos y de intereses que tiene esta generación, en este caso creo que también buscamos una heterogeneidad respecto de cómo circulan y se difunden los contenidos hoy. Por ejemplo, la temporalidad, es bien importante para nosotros. Como no quedar subsumidos en la lógica del consumo permanente de información y enunciados, y a su vez, tampoco quedar limitados a reductos y nichos cerrados de discusión.
—¿Y cómo consiguen llevar esto a cabo? Porque es bastante complejo, hasta por una cuestión económica y de distribución.
—Yo creo que lo estamos consiguiendo, hasta cierto punto, pero con mucho esfuerzo y con ciertas dificultades. Lo que tiene la revista es que posee un determinado prestigio, bien ganado, tiene consistencia, tanto en la forma de escritura como de contenido político y de pensamiento. Y es un revista que puede ser leída por gente de diferentes sectores. En ese sentido estamos muy contentos, porque la revista ha conseguido una cierta transversalidad. Y ese es un objetivo importante. Por ejemplo, durante estos últimos años mucha gente nos decía que éramos demasiado kirchneristas, y mucha gente nos decía que éramos demasiado antikirchenristas. Y eso era como un termómetro, porque atravesábamos y trascendíamos ambos discursos. Y lo otro que logramos es tener cierto prestigio, y ser leídos y esperados por un universo de gente que a nosotros nos interesa que nos lean, políticos, intelectuales, artistas, periodistas, gente inquieta. Pero sigue siendo complejo llevarlo adelante.
«Mucha gente nos decía que éramos demasiado kirchneristas y mucha gente nos decía que éramos demasiado antikirchenristas. Y eso era como un termómetro, porque atravesábamos y trascendíamos ambos discursos».
Medios de comunicación, empresas y periodismo
—¿La revista es bimestral, cuanto les juega en contra y cuanto a favor esa temporalidad?
—Lo que juega en contra es que hay como un permanente reenvío hacía un universo del que quisiéramos trascender, quisiéramos poder dar un salto. Y la temporalidad tiene que ver con eso, el tema de ser bimestral en ese sentido puede jugar en contra. Pero, sin embargo, nosotros lo que queremos es enfatizar la importancia de que haya medios y formas de intervención que tengan esta temporalidad, que no es la de la inmediatez. Nuestra apuesta y nuestra experiencia es que desde esta temporalidad se puede intervenir en la inmediatez, no es una renuncia a hacerlo, sino hacerlo de otra forma. Entonces notas que no están hechas pensando en eso, terminan interviniendo en la inmediatez de otra manera. Por ejemplo, en el último número nosotros le hicimos una entrevista a Hugo Moyano. Esa entrevista circuló muchísimo, fue citada en los medios, radios y diarios, y en la televisión, fue nombrada en debates varios. Y sin embargo, esa entrevista no se parece para anda a las que Moyano da eventualmente cuando aparece en los medios de comunicación, porque tiene otro registro, logramos otra cosa en la discusión con Moyano.
—En ese sentido, estoy pensando en la lógica mediática de la actualidad, y en lo difícil que es escapar a esa lógica y plantearse una alternativa medianamente viable, y que permita escapar a la agenda de los medios impuesta por determinados grupos e intereses económicos. ¿Pensás que es posible dar esa batalla?
—Yo no sé si es posible, yo creo que es un desafío. No sabría decir si puede llegar a ser exitoso. Creo que hay un gran debate pendiente, que se empezó a dar, pero que el gobierno anterior resolvió mal, que fue la democratización de los medios de comunicación.
—¿Pensás que hubo una mala aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?
—Sí, yo creo que sí, se aplicó mal. Hubo una gran discusión, un gran debate, pero se llevó a una polarización que no fue fructífera. Esa es una idea, a mí me parece que no es la más interesante. Creo que la necesidad de democratizar la comunicación pública tiene que ver con cambiar la lógica misma de circulación de los enunciados, de toma de la palabra a nivel social y ese es un desafío más de forma, más estratégico. Por supuesto que es muy necesario crear todo tipo de medios que puedan dar una discusión más de fondo, que a la vez se juega en el cotidiano, en la urgencia, en el minuto a minuto. Pero desde mi punto de vista lo más interesante es construir miradas nuevas. Ese es el gran desafío, si nosotros podemos multiplicar la emergencia de nuevas perspectivas, singulares, originales, interesantes, que relancen el cómo se toma la palabra a nivel social, eso va a ser verdaderamente transformador. Después sí, si tenemos a uno que nos represente a todos y que va a discutir contra Magneto, bueno está buenísimo, pero por ahí solo no va la cosa, ahí se entra en un tipo de polarización que empobrece la capacidad social de hablar y pensar.
«La discusión que se ha dado en los últimos años sobre medios de comunicación se perdió, y terminaron ganando muy claramente, por goleada, los medios concentrados»
—He escuchado en varias oportunidades, en intercambios con periodistas y trabajadores de la comunicación que “el periodismo ha muerto”. ¿Tu visión cuál es?
—Eso que decís es muy interesante. A mí me gustan ese tipo de enunciados, pero a veces son una trampa, son más una provocación. Para mí no se trata de decir “sí ha muerto o no”, sino de escuchar que se dice con ese enunciado. Creo que hay dos grandes problemas con el tema del periodismo: uno es la comercialización total, la construcción de medios con lógicas empresariales, dónde la diferencia entre medios de comunicación y empresa es muy difícil de determinar. Realmente los medios de comunicación hoy si no tienen una capacidad empresarial fuerte no tienen capacidad de competir. Eso es lo que está pasando, creo que la discusión que se ha dado en los últimos años sobre medios de comunicación se perdió, y terminaron ganando muy claramente, por goleada, los medios concentrados. En ese sentido puede ser que el periodismo haya muerto, en cuanto a la posibilidad de hacer alternativas periodísticas serias y creíbles. Y también creo que hay otro gran problema, que es que el periodismo siempre tuvo la idea de que había que tratar de reproducir y transmitir la realidad, y la verdad es que tenemos un problema grande desde hace mucho, porque esa “realidad” u “objetividad” como tal no se puede seguir sosteniendo, ¿no? Desde la idea de representación de lo real. Creo que el gran cambio de los últimos años es que eso que llamábamos realidad, desde todos lados, desde la sociología, desde el periodismo, estalló, hay que repensarlo. ¿Qué es eso? Si es verdad que hay tantas realidades como perspectivas hay, eso para el periodismo es un gran problema. Hasta qué punto no es más interesante hoy pensar un periodismo que se preocupe por producir una perspectiva original. Entonces ahí está más en juego la subjetividad que pone en juego ese productor de la realidad que es el periodista. Esta discusión que se ha dado en los últimos años, que no se ha resuelto, tiene mucho para decir. Y esto es tanto para el periodista de Clarín, y de La Nación y de TN, que sabe que es un productor de realidad, y de ficciones, que mientras más energía ponen en hacérselo creer a los demás, más potencia tienen, como el gobierno anterior, con sus medios, que también puso en juego una capacidad performática fuerte.
—¿Pensás que había otra forma de dar la batalla contra los grupos mediáticos concentrados, diferente a la que llevó adelante el kirchenrismo?
—Yo creo que sí, y eso no significa subestimar ni negar, ni solamente protestar contra lo que hizo el kirchenrismo, que también hizo cosas muy buenas. Pero creo que había otras formas mejores, para mí, la lógica de la polarización no es una lógica eficaz, y eso se reveló como tal. La promesa que había en la Ley de Medios era mayor que la que el kirchnerismo pudo representar y expresar, había realmente un desafío de poner en manos de un sector mucho más amplio, más múltiple, más complejo la posibilidad de producir enunciados, y el kirchnerismo lo postergó. Al punto de que este último año que pasó y aún ahora mismo, se han entregado finalmente equipos y máquinas a diversos sujetos. Pero fue muy tardío, lo primero que se puso en juego fue la necesidad de crea un polo muy subordinado a la necesidades del gobierno anterior y eso fue lo que terminó estallando, con muy poca capacidad de dar la discusión ahora, por ejemplo. Entonces sí, se podía hacer de otra forma, y es necesario hacer una crítica a ese modelo de construcción.
—Crisis ha hecho historia, por lo que significó y por quienes formaron parte de ella. Tan es así, que su historia es parte de diversos planes de estudios en escuelas de periodismo y universidades de Comunicación, ¿cómo es para ustedes ser parte de esa revista, a la que seguramente habrán leído y admirado?
—Bueno, esto puede ser parte de una elaboración que tuvimos como generación. Tuvimos un gran discusión de lo que significaba reivindicar los 70. Y para nosotros siempre fue muy claro que era necesario reivindicar el espíritu de esa generación, los desafíos, los sueños, y al mismo tiempo, y para hacer más eficaz esa reivindicación, había que darse cuenta de que éramos otra generación y por lo tanto teníamos que producir otras herramientas, otros desafíos, otros discursos, otras modalidades, y en ese sentido incluso hacer una crítica a lo que sucedió en los 70. A ciertas formas de pensar el cambio de social, las relaciones humanas, un montón de cosas. Y eso lo aplicamos a la revista. En ese sentido, para mí, es muy importante ser desenfadado, ser flexibles, no pensarlo como una mochila, que tenés que llevar, sino más bien como una serie de recursos. Por supuesto que también genera un desafío, hay que hacer honor a ese desafío, pero siempre con capacidad crítica y creativa, donde en primer plano se ponga lo que está por venir, lo que está por delante. Un poco como decía Benjamín, nuestras generaciones pasadas van a seguir estando desaparecidas, muertas, mientras nuestro enemigo siga ganando. Entonces la idea sería: cómo hacemos esto para hacerlo bien y así le haremos honor a las generaciones pasadas.