Por Guillermo Griecco

En medio de una intensa ola de calor que anticipa la llegada de un verano tórrido, con emisiones de alerta amarillo por parte del Servicio Meteorológico Nacional para prevenir a la población de las altas temperaturas, Mauricio Macri asumió la presidencia de la Nación y empezó a tomar sus primeras medidas: varias de ellas anunciadas en campaña, después demoradas y más tarde ejecutadas bajo presión de los propios beneficiarios de las disposiciones de libre mercado que abrazó el líder del PRO, las cuales tienen un denominador común: favorecen a sectores empresarios concentrados y perjudican a las mayorías populares.

Hubo asunciones y despedidas. El “gracias totales” a Cristina Fernández de Kirchner, con una Plaza de Mayo rebalsada, quedará en la historia pese al ninguneo de los grandes medios, que habían dicho que CFK se iba por la “puerta chica”. Es la primera vez que un mandatario/a es despedido y aclamado por una multitud al finalizar su mandato de gobierno, después de ocho años más cuatro de su esposo Néstor Kirchner. Esa plaza fue en agradecimiento por avances y conquistas en la última década pero también una demostración de fuerza para lo que viene en el rol que le cabe al ahora opositor Frente para la Victoria en el nuevo tablero político.

La ceremonia de asunción de Macri fue sobria, chata, demasiado protocolar, contrastó con los doce años y medio de estilo kirchnerista. Después de la polémica por el acto de traspaso de mando, judicializado por Cambiemos por temor a que Macri quede minimizado por la presencia de CFK y sus seguidores, el nuevo presidente leyó un breve discurso frente a la Asamblea Legislativa que hizo recordar al mensaje de campaña: lugares comunes, consignas huecas y sin anuncios de fondo, sobre todo de política económica, que finalmente se hicieron carne cuatro días más tarde. Algunas figuras distinguidas en el acto PRO hicieron retroceder el reloj político, ni hablar de la noche de gala en el teatro Colón. Siga el baile, siga el baile, aunque la pista sea el histórico balcón de la Casa Rosada. Lo simbólico pesa, y mucho.

Y en la Casa Gris santafesina también hubo recambio, aunque en este caso con continuidad. Miguel Lifschitz asumió el tercer gobierno al hilo del Frente Progresista en la provincia. Prometió concertación y remarcó que la suya será una gestión “bien progresista”. Aunque agradeció a sus antecesores Hermes Binner y Antonio Bonfatti, pareció dejar flotando la idea de que los dos gobiernos socialistas que lo antecedieron no fueron “tan progresistas”.

Con contenido político y con algunos palos a la Justicia, Lifschitz no dejó casi ningún tema sin abordar en su discurso ante la Asamblea Legislativa, aunque pasó por alto los aumentos de impuestos que contempla el Presupuesto 2016. Los ejes fueron la problemática de la “inseguridad” y las obras públicas de infraestructura.

Tanto Lifschitz como Macri –ambos ganaron las elecciones por apretado margen– apelaron al diálogo como forma de ampliar la base de sustentación al iniciar sendos gobiernos.

Decretos para todos

Precisamente, los pasos iniciales de Macri –no de baile sino de gestión– fueron por el camino del diálogo. Diálogo con ex candidatos a presidente, diálogo con gobernadores, diálogo con empresarios, diálogo con jefes de los distintos bloques de la Cámara de Senadores y de Diputados. Sin embargo, las primeras medidas llegaron por decreto, una herramienta que le fue criticada hasta el hartazgo al gobierno saliente. No por casualidad uno de los primeros DNU de Cambiemos fue un guiño al grupo Clarín y una reprensión a la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Todo un gesto para tan empalagoso favoritismo mediático.

Martín Sabbatella, titular de la Afsca, resiste en el cargo –designado por ley hasta 2017– frente a las presiones republicanas para que renuncie. Sabbatella advirtió que “no se puede en nombre de la calidad institucional” intentar “violar la ley de Medios”. Aclaró que el DNU que pasó la Afsca y Aftic (Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) bajo la órbita del Ministerio de Comunicaciones “no le quita ninguna función, responsabilidad o atribución”. El tema genera chispazos entre el nuevo gobierno y organizaciones sociales, gremiales, de prensa y de derechos humanos, movilizadas en defensa de la libertad de expresión.

Otro decreto tanto o más polémico fue la designación de dos jueces para ocupar las vacantes en la Corte Suprema: Carlos Rosenkrantz, constitucionalista y rector de la Universidad de San Andrés, y Horacio Rosatti, también constitucionalista, ex intendente de Santa Fe y ministro de Justicia en los comienzos de la presidencia de Néstor Kirchner. Ambos ministros supremos estarán “en comisión” hasta que el Senado defina sus pliegos. No obstante, Rosenkrantz y Rosatti ya se pueden incorporar al máximo tribunal. Para tomar la decisión, criticada por el FpV y juristas de renombre, Macri se amparó en el inciso 19 del artículo 99 de la Constitución. El nombramiento de jueces supremos por decreto tiene como antecedente más cercano la Corte formada por Bartolomé Mitre en 1852.

Los nombramientos en el alto tribunal marcaron el final de un lunes plagado de anuncios económicos: eliminación y rebaja de retenciones a granos, carne y a las manufacturas industriales –por decreto, obvio–, futura quita de subsidios y suba de tarifas de luz y gas, liberación de importaciones y firme promesa, ante empresarios, de eliminar el mal llamado cepo al dólar. Si bien las iniciativas fueron celebradas por los agraciados, para el conjunto de la población se trata de un paquete inflacionario y recesivo que no resuelve los principales problemas de la economía doméstica y que tampoco tiene en cuenta el complejo contexto internacional.

Si bien Macri y sus ministros ahora juegan a “retar” a los empresarios por la abusiva suba de precios en rubros de consumo masivo experimentada en las últimas semanas, lo cierto es que las actitudes especulativas de fabricantes y supermercadistas responden a la expectativa de megadevaluación anticipada por el macrismo y la ya concretada eliminación de retenciones en beneficio de sectores concentrados del agro.

El impacto negativo lo sienten trabajadores y jubilados en sus bolsillos. En efecto, para amortiguar el fuerte aumento de precios y ante una inminente devaluación del peso, gremios de distintas centrales dejaron atrás el beneplácito acotado por la supresión del impuesto a las Ganancias en el aguinaldo y empezaron a exigir el pago de una gratificación de fin de año, al tiempo que se preparan para encarar futuras negociaciones paritarias que se vislumbran batalladas.

El cambio climático en la política nacional ya se hace sentir, tanto como el sofocante calor de los últimos días anticipando la llegada de la temporada estival.