Habían pasado 4 décadas del descubrimiento de América por Cristóbal Colón. España era el país más católico del mundo y sus reyes estaban comprometidos en extender su fe por el planeta. Entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, cuando Nuestra Señora de Guadalupe se le apareció al indio converso Juan Diego en el centro del imperio Azteca, ella sanó milagrosamente a su tío, y dejó su imagen estampada en la tilma del indiecito, que tiene impresionantes características sobrenaturales. Hoy el mundo no sería igual sin los Milagros de la Virgen de Guadalupe que cambiaron el planeta.

Esta aparición tuvo implicaciones fenomenales, porque fue la primera aparición importante producida en el nuevo continente que los cristianos comenzaban a convertir, sucedió en el centro del mayor imperio indígena, convirtió masivamente y en tiempo récord a su población, y sentó las bases para que hoy las Américas sean la zona del planeta más católica.

Veinte años después, nueve millones de indígenas que profesaron durante siglos una religión politeísta y de sacrificios, se convirtieron al cristianismo, gracias a la “Dama del Cielo” que se apareció a Juan Diego en la colina al noroeste de lo que hoy es la Ciudad de México.

Se identificó como la Madre del Dios Verdadero por quien vivimos, del Creador de todas las cosas, Señor del Cielo y de la Tierra.

También le reveló su nombre, “la siempre Virgen María de Guadalupe”, asociándose a la advocación de Extremadura, España, que es una virgen negra, que según una antigua tradición habría sido esculpida por el evangelista San Lucas. Esa imagen permaneció escondida durante largo tiempo en Bizancio, y más tarde fue llevada a Roma por San Gregorio el Grande, que la envió a San Leandro, Obispo de Sevilla.

Pero, nuevamente fue escondida durante la dominación de los moros, hasta que fue encontrada milagrosamente en el siglo XIV por un pastor, y fue llamada Santa María de Guadalupe, por el río subterráneo que pasa cerca del Santuario, que fue construido en 1389.

Cuando el indiecito Juan Diego abrió su tilma frente al obispo Zumárraga, para presentarle las rosas de castilla como prueba de la aparición de la Virgen, todos vieron la imagen de la Virgen de Guadalupe impresa en ella.

  • El primer milagro es la tilma misma: que era un tipo de prenda exterior usada por hombres, construida en la rústica fibra del maguey llamada ayate, que debería haberse deteriorado, descolorido y convertido en polvo a los 10 años, máximo 30 años. Sin embargo, se conserva intacta al día de hoy, luego de casi 500 años y es exhibida en la Basílica del Tepeyac, que hoy es el tercer sitio sagrado más visitado del mundo, con 20 millones de visitas al año.

Incluso la tilma sobrevivió a la detonación de veintinueve cartuchos de dinamita en 1921, puestos en un jarrón de rosas debajo de la imagen por un radical anticlerical, que destruyó una barandilla de mármol, destrozó ventanas y torció un crucifijo de metal.

  • El segundo milagro es la propia imagen: imágenes infrarrojas tomadas por un especialista de la NASA descubrieron que la pintura parece haber sido realizada con una sola pincelada, lo cual es imposible para un pintor.

El Dr. Richard Kuhn, químico ganador del Premio Nobel, descubrió que el color no era de origen vegetal, mineral o animal y no pertenecía a ningún elemento terrestre conocido, y también se descubrió que la pintura original no tiene signos de agrietamiento, pero sí los agregados y retoques posteriores.

  • El tercer milagro son los ojos: el famoso oftalmólogo Dr. Aste Tonsman descubrió las figuras de 13 personas en las córneas de los ojos de la imagen, que eran quienes estaban presentes cuando Juan Diego abrió la tilma, mirados desde la posición de la Virgen.

El tamaño de esas imágenes hace imposible que fueran pintadas por la mano humana, sobre todo en un material tan burdo como el ayate, y en ese momento carente de la tecnología actual y, además, descubrieron que los ojos tienen los reflejos propios de un ojo vivo.

El milagro de los ojos es quizás el más popular de los milagros de la imagen.

  • El cuarto milagro son las características de la imagen de la Virgen: estudios realizados por la NASA descubrieron que la tilma mantiene una temperatura constante de 37 grados, que es la propia temperatura de un cuerpo humano. La Virgen está embarazada según la prominencia de su vientre y el tradicional cinturón negro que usaban las embarazadas aztecas, y si se coloca un estetoscopio debajo del cinturón negro, se escuchan los latidos rítmicos del corazón a 115 latidos por minuto, que son los propios de un bebé en el útero, y su estado de gravidez muestra que la fecha del parto no demoraría más de 20 días, o sea cercano a la Navidad.
  • El quinto milagro es la comunicación que la imagen establece entre el mundo azteca con el cristiano: la imagen nos recuerda a la mujer vestida del sol, del Apocalipsis 12, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas y está encinta. Señala la presencia del Salvador y la aparición de una población mestiza.

A la altura del vientre, custodiando el misterio de la Encarnación hay una flor con cuatro hojas, familiar a la cultura indígena mexicana, cuyo significado indica el punto de contacto entre el mundo visible y el invisible, y la encrucijada de los puntos cardinales.

Pero según la distancia que se mire la imagen se verá a una mujer con rasgos europeos o indígenas, y a una distancia de 2 metros, el tono de la piel se vuelve oliva, de tono gris verdoso.

  • El sexto milagro está en el manto azul verdoso, que es el color usado por la realeza azteca: está tachonado de estrellas, que representan las constelaciones en la posición exacta como habrían aparecido antes del amanecer de la mañana del 12 de diciembre de 1531 en Ciudad de México, mirado desde el cielo.

La constelación Corona Borealis, aparece en la cabeza, la Guadalupana está coronada de estrellas como se la describe en Apocalipsis 12. 

Virgo, que significa Virgen, aparece cerca del corazón de María.

Leo, que significa León, recordemos al León de Judá, aparece en el vientre embarazado.

Y Draco, el Dragón, se encuentra frente a la cara de la Virgen.

  • El séptimo milagro es su participación en la mayor batalla en defensa de la civilización cristiana, la de Lepanto, en 1571: una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac navegó como insignia en la flota cristiana y fue un regalo de fray Alonso de Montúfar, al rey Felipe II de España, quien se la dio a su medio hermano, Juan de Austria, el comandante de la flota cristiana en la batalla de Lepanto.