VIERNES, 29 DE NOV

Los pastorcitos de Fátima versus el coronavirus

Estos dos jóvenes santos también murieron en una pandemia. Nos muestran el camino para superarla.

 

Jacinta Marto murió sola. Su familia y seres queridos no pudieron estar con ella debido a que una pandemia imponía restricciones a nivel mundial. Lo único que quiso antes de morir fue la Eucaristía, pero incluso eso le fue negado.

Suena familiar, debería.

En febrero de 2020, exactamente 100 años después de la muerte de Jacinta en febrero de 1920 durante la pandemia de gripe española, la pandemia de coronavirus empezó a ser noticia constante en Occidente y, pronto, sería demasiado grande como para ser ignorada.

Los santos Jacinta y Francisco Marto, patrones de los enfermos, ayudaron al mundo a prepararse para ambas pandemias.

Entre 1916 y 1917, tres niños pastores en Fátima, Portugal, empezaron a ver visitantes del paraíso, primero un ángel y luego a Nuestra Señora de Fátima. Las visiones culminaron en un Milagro del Sol cuando Francisco tenía 9 años y Jacinta 7, un suceso presenciado por miles de personas y avalado tanto por creyentes como por no creyentes.

Nuestra Señora pidió a los niños que dijeran al mundo: “No ofendáis más a Dios Nuestro Señor, que está ya muy ofendido” y predijo una guerra terrible que continuaría si las personas no se arrepentían. La Primera Guerra Mundial seguía propagándose y luego la siguió la Segunda Guerra Mundial, pero también la pandemia de la gripe española, que reclamaría las vidas de Francisco y Jacinta Marto.

El papa Francisco canonizó a los dos hermanos en 2017 en el centenario del mensaje —después del Año de Misericordia y antes de que la pandemia confinara al mundo lejos de los sacramentos en el centenario de su muerte—, proponiéndolos como “modelos de vida cristiana” para nuestro propio tiempo.

“Con la canonización de Francisco y Jacinta, he querido proponer a toda la Iglesia su ejemplo”, dijo el papa Francisco en 2017. “Después del encuentro con la ‘bella Señora’ —así la llamaban—, ellos rezaban frecuentemente el Rosario, hacían penitencia y ofrecían sacrificios para alcanzar el final de la guerra y por las almas más necesitadas de la divina misericordia”.

Mientras anhelamos la Eucaristía, miremos el ejemplo de Francisco y Jacinta.

En 2017, escribí Fatima Family Handbook, una guía sobre la familia de Fátima que, providencialmente, se está reimprimiendo ahora. Ofrece información práctica sobre cómo seguir a los dos niños en el consuelo de Jesús, convirtiendo a pecadores y comprometiéndose con Jesús a través de María. Una forma es visitar el Santo Sacramento.

En el año y medio que vivió después de las visiones, la vida de Francisco estuvo marcada por el anhelo de la Eucaristía. Le gustaba esconderse en la iglesia para rezar muy cerca del “Jesús oculto” en el tabernáculo.

Falleció el 4 de abril de 1919 con 10 años. Jacinta persistió, tal y como le advirtió Nuestra Señora. Sufrió enormemente en su enfermedad, separándose de su familia para ir a un hospital en un orfanato de Lisboa. Tuvo un grandísimo consuelo: pudo ver el tabernáculo desde una silla en un pasillo fuera de su habitación y lo contempló mientras pudo.

Es lo que nos pasa ahora mismo, exiliados por la pandemia lejos de la Comunión, solamente podemos visitar el tabernáculo o verlo, quizás, a través de la “ventana” de nuestras pantallas.

También podemos seguir su ejemplo ofreciendo nuestro sufrimiento para la conversión de los pecadores.

En la canonización de los dos niños, el papa Francisco afirmó: “[Nuestra Señora], previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida ―a menudo propuesta e impuesta― sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas”.

Francisco y Jacinta fueron modelos de hacer penitencia para que los pecadores pudieran salvarse de ese destino peor que la muerte.

Cuando su padre le preguntó una noche por qué lloraba, Francisco dijo: “Pensaba en Jesús, que está muy triste a causa de los pecados que se cometen contra él”.

Los pecados que preocupaban a los niños parecen encajar con nuestro tiempo incluso mejor que con el suyo propio.

Jacinta advirtió a su madre después de que Nuestra Señora mostrara a los niños una visión del infierno: “Madre, huye de las riquezas y los lujos”.

También dijo: “Ser pura de cuerpo es guardar la castidad; y ser pura de alma es no cometer pecados, no mirar lo que no se debe ver, no robar, no mentir nunca, decir siempre la verdad aunque nos cueste”.

Comentando la preocupación de Jacinta por el pecado, el papa Francisco declaró que “también hoy hay mucha necesidad de oración y de penitencia para implorar la gracia de la conversión”.

En su oración Urbi et Orbi por la pandemia, el papa Francisco enumeró las formas en que nos hemos engañado a nosotros mismos siguiendo falsas promesas: “En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: ‘Convertíos’, ‘volved a mí de todo corazón’ (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección”, rezó, y nos dijo a todos: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación”.

Si está en lo cierto y la enfermedad y el sufrimiento son una llamada a arrepentirse y regresar a Dios, entonces Dios nos está llamando al arrepentimiento como nunca antes. Francisco y Jacinta nos enseñan el camino.

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