En el primer día de su visita a Portugal, el Papa Francisco presidió el rezo de las Vísperas en el Monasterio de los Jerónimos, en Lisboa, e instó al clero y a los religiosos a proclamar el mensaje salvífico del Evangelio con renovado ímpetu en un mundo “en el que hay tanta oscuridad”.

Dirigiéndose a obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas y agentes de pastoral portugueses reunidos en el antiguo monasterio del siglo XVI, el pontífice reflexionó sobre cómo Jesús cambió la vida de sus discípulos llevando la cercanía de Dios a los lugares y situaciones en que las personas viven, trabajan y esperan.

Reconociendo el cansancio que puede agobiar a los hombres y mujeres de la Iglesia en tiempos “golpeados por cambios sociales y culturales” y cada vez más marcados por el laicismo, la indiferencia hacia Dios y un desapego creciente de la práctica de la fe, el Papa los invitó “a llevar sus luchas y lágrimas al Señor” y con el corazón abierto encontrar nuevos caminos para seguirlo.

Ese cansancio, dijo el Santo Padre, “se ve a menudo acentuado por la decepción y la ira con que algunas personas miran a la Iglesia, a veces por nuestro pobre testimonio y los escándalos que han estropeado su rostro y nos llaman a una humilde y permanente purificación, empezando por el grito de angustia de las víctimas, que siempre debe ser acogida y escuchada”.

«Seguramente estamos viviendo tiempos difíciles, pero el Señor le pregunta a esta Iglesia: ‘¿Quieres dejar el barco y sumergirte en la desilusión, o me dejarás entrar y dejar que la novedad de mis palabras una vez más para tomar el timón? ¿Quieren sólo preservar el pasado que yacen detrás de ustedes, o quieren volver a bajar las redes con entusiasmo por la captura?’”, reflexionó.

“El Señor -dijo- nos pide que reavivemos nuestro entusiasmo por la difusión del Evangelio”, y reiterando la necesidad de un renovado celo misionero, pidió a sus “queridos amigos portugueses” que partieran de la orilla , «no para conquistar el mundo, sino para hacerlo regocijarse en la alegría consoladora del Evangelio».

“Este no es el momento de detenerse y darse por vencido, de arrastrar el bote a la orilla o de mirar hacia atrás. No debemos huir del presente por miedo, ni refugiarnos en formas y prácticas del pasado. Ahora es el tiempo de gracia dado por Dios para navegar audazmente en el mar de la evangelización y de la misión”, agregó.

Así, el Papa Francisco tuvo tres indicaciones que están inspiradas en el Evangelio: remar mar adentro, compartir el camino, y evangelizar.

Reconociendo que esto “es un gran desafío”, dijo que es algo que debe hacerse “sin mundanalidad, pero no sin el mundo”. “En la Iglesia nos ayudamos, nos apoyamos y nos sentimos llamados a difundir un clima de fraternidad constructiva más allá de nuestros propios muros”, aseguró.

“Como Iglesia, se nos encomienda la tarea de remar en las aguas de este mar y echar las redes del Evangelio, no señalando con el dedo sino llevando a los hombres y mujeres de nuestro tiempo una oferta de vida nueva, la vida de Jesús», continuó.

Por último, Francisco resaltó el llamado “a llevar la apertura del Evangelio a una sociedad multicultural; llevar el amor de Cristo dondequiera que las familias sean frágiles y las relaciones heridas, y transmitir la alegría del Espíritu donde reina el desánimo y el fatalismo”.