Por Marco Lavagna, Diputado nacional del Frente Renovador, para Télam.

La discusión en torno del Presupuesto para 2017 se presenta distinta y mucho más intensa que en años anteriores. Distinta porque el mismo se construye sobre una base de supuestos macroeconómicos más realistas. Y mucho más intensa porque no sólo se estará discutiendo pautas de ingresos, gastos y financiamiento; el Presupuesto es sólo una parte de una discusión más profunda que incluirá el Impuesto a las Ganancias, el federalismo fiscal, el rumbo de la economía, la situación social y el equilibrio de Poderes.

El Presupuesto no es únicamente una guía orientativa por donde se presume transitarán las variables fiscales; es el «corazón» de las políticas públicas de un gobierno. Y en este sentido necesitamos separar la visión de corto plazo (2017) de las de mediano y largo plazo.

Por caso, más allá de ciertas discrepancias (magnitud del salto exportador, velocidad de desinflación, etc.) consideramos que el escenario macro es alcanzable, por lo que la trayectoria estimada de la recaudación tributaria (+26% i.a.) parece ajustarse a lo que estima el consenso. Y dado el déficit inicial (4,8% del PBI en 2016), el impacto de las políticas implementadas en 2016 y esta trayectoria de recursos, resulta claro que el déficit a cubrir no debería alejarse mucho de la meta estipulada (4,2% del PBI).

Pero nuestra primera preocupación es que el repunte de actividad esperado (+3,5% i.a.) estará motorizado por sectores concentrados y de baja intensidad en trabajo, por lo que el crecimiento esperado no redundaría en mejoras sociales. En este sentido, el eje de nuestras propuestas pasará porque las políticas tributaria y fiscal apunten especialmente al sector productivo (generador de empleo) y a la protección de los ingresos de los más vulnerables. Asimismo, y si bien saludamos el impulso a la inversión que el gobierno persigue (y se refleja en el crecimiento esperado de 14,4%), consideramos que no debe descuidarse el consumo interno (80% del PBI). En este sentido es que es inseparable la discusión del Presupuesto de la del Impuesto a las Ganancias.

Pero mirando más allá de 2017, prendemos luces amarillas en materia de la sustentabilidad en el tiempo del esquema macroeconómico planteado: tenemos por delante al menos tres años de (leve) apreciación cambiaria (y creciente déficit comercial) sostenida en los flujos financieros externos, dada la trayectoria esperada de déficit fiscal financiado intensivamente con endeudamiento.

Esto no quiere decir que nos dirijamos necesariamente hacia una nueva crisis, pero sí que la dirección del péndulo señala en una dirección determinada, y la «tentación» de caer en esquemas redituables de corto plazo aparece en el horizonte. En este sentido, el actual ciclo de discusión que se abre debe aprovecharse para que se tomen todos los recaudos posibles para evitar los abusos de los instrumentos de los que solemos «enamorarnos» sin saber corregir el rumbo a tiempo.

En el marco de estos recaudos es que plantearemos la discusión en torno al uso del Presupuesto, que no sólo se acota al artículo 37º de la Ley de Administración Financiera («superpoderes») sino también a los DNU (necesitamos redefinir el rol de las «urgencias») y a los distintos vericuetos por los cuales hoy el Poder Ejecutivo puede desnaturalizar lo que se vota en el Congreso. El objetivo que se persigue, con miras a la sustentabilidad del programa económico, es entonces un mayor equilibrio de poderes en cuanto a la cuestión de un Presupuesto «útil» como herramienta de política económica.

La otra arista que se abre en esta discusión es la del federalismo fiscal, porque confluirán las discusiones de la devolución del 15% de la masa coparticipable (el Presupuesto se construyó con 9 puntos), las transferencias no automáticas (las corrientes caerán en casi $ 8.000 millones), la distribución regional de la obra pública (que crecerá en torno de 31%) y el sesgo que tendrán las finanzas públicas subnacionales en materia de financiamiento de su déficit.

Como puede verse, lo que se está discutiendo excede por mucho al mero análisis de los números fríos del Presupuesto. De fondo, y de donde se desprenden los distintos elementos planteados, estamos discutiendo volver a tener una «Ley de Leyes» que sea indicativa del rumbo que los argentinos (y no sólo el Poder Ejecutivo) vamos a transitar. Los bruscos giros del pasado explican buena parte de los problemas que tenemos hoy por resolver, y urge la necesidad de evitarlos en el futuro. En eso estamos.