El Círculo Rojo es frecuentemente nombrado como un ente difuso, pero con un reconocido poder de influencia sobre los principales temas de la agenda pública. Sus integrantes quedan camuflados detrás de este mote y así esquivan la responsabilidad sobre cada presión que se les atribuye. Aun así, tienen nombre y rostro, pertenecen a una elite empresarial que pone condiciones y toma examen permanente a la dirigencia política.

Desde el Coloquio de Idea al Foro Llao Llao, todos cónclaves en los que, con distintos niveles de hermetismo, los miembros del mentado Círculo Rojo escuchan planes de gobierno e indagan sobre los beneficios que planea brindarles el expositor.

«Los problemas del país (pobreza, inflación, crisis educativa, inseguridad jurídica, etc.) no se solucionan simplemente sentándonos a una mesa a conversar. Dialogar y consensuar es necesario, pero no suficiente. Administrar las pujas de intereses exige ceder», expone el sitio web del Coloquio de Idea.

No hay posiciones equivalentes entre los distintos actores de la sociedad. Esa disparidad de fuerzas termina marcando quiénes ceden. Es la decisión de bregar por un objetivo común y la unidad que mantienen a pesar de los cambios en el país lo que les permite mantener el músculo que muchas veces vence en la pulseada de la política nacional.

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La Fundación Llao Llao, que organiza el Foro homónimo en el tradicional hotel de San Carlos de Bariloche, surgió en 2012. Reúne a los empresarios de mayor influencia del país para de batir el futuro de la Argentina con distintos aspirantes a la presidencia bajo un hermetismo fijado con reglas específicas.

Integrantes

Una de las figuras principales del grupo Llao Llao es Eduardo Elsztain, quien junto a David Sutton, del Grupo Alvear, son dueños del hotel. Elsztain puso en 1998 fondos para fundar Endeavor, una red que selecciona emprendedores de alto potencial y «los apoya estratégicamente en su crecimiento a través de mentores a nivel global», apunta en su web oficial.

Además dirige IRSA e IRSA Propiedades Comerciales (shoppings, todos los “Altos”, edificios de oficinas, hoteles y desarrollos residenciales), del Banco Hipotecario, y de las agropecuarias Cresud y BrasilAgro, especifica Infobae en un artículo reciente.

El empresario también es miembro del World Economic Forum, del Council of the Americas, del Group of 50 y de la Asociación Empresaria Argentina (AEA).

Los perfiles de los integrante del Círculo Rojo se parecen. Son nombres fuertes del sector privado como Agustín Otero Monsegur (San Miguel), Carlos Miguens (Central Puerto, San Miguel y Patagonia Gold), Carolina Castro (Industrias Guidi), Federico Braun (La Anónima), Guibert Englebienne (Globant), Karina Román (Roman), Luciano Nicora (emprendedor), Marcos Galperin (Mercado Libre), Martín Migoya (Globant) y Verónica Andreani (Andreani), entre otros.

Tampoco están afuera del Círculo Rojo empresarios del poder mediático concentrado, como Héctor Magnetto (Clarín) o el CEO del Grupo Techint, Paolo Rocca, que dirige Tenaris, Ternium, y otras compañías que operan en ingeniería, construcción, y el sector energético. Hay pactos de gobernabilidad que surgen directamente del pulgar en alto de estos referentes de la elite empresarial.

El establishment tiene rostro, nombre y apellido, pero sobre todo intereses que busca cuidar bajo distintas estrategias. Una puede ser el hermetismo del Foro Llao Llao, que tiene normas específicas que permiten llevar el debate a otro nivel y escalar la dinámica hacia una especie de examen que el círculo rojo le toma a la dirigencia política con aspiraciones presidencialistas.

Las reuniones del cónclave se efectúan bajo la Regla de Chatan House. Es un mecanismo bajo el que, en una charla o debate, los participantes pueden discutir en público los resultados del encuentro, pero sin difundir quién asistió ni atribuir nada de lo dicho a algún individuo específico. Es la manera de hablar de temas impopulares o controvertidos con la seguridad de que las palabras quedarán encriptadas en el Foro.

«No es secreto, sino discreto», sostuvieron desde la organización en diálogo con El Cronista. «Es lo que hace que las personas hablen. Cuando se hacen charlas más abiertas, se pierde el diálogo: pasa a ser un orador con una audiencia que escucha. En ese caso, perdemos el tesoro del diálogo abierto y genuino», acentuaron.

Otra de las maneras de pasar desapercibidos y desvincularse del rumbo del país es precisamente quedar bajo nombres difusos. Pasa cuando se habla en general de «los mercados», cual formación fantasmagórica, inasible, que sacude la economía sin que aparezcan responsables a la vista. El «Círculo Rojo» actúa de la misma manera.