Por Fabrizio Turturici

“La democracia en Argentina siempre funcionó mal, lamentablemente”. Esas fueron las palabras que abrieron la entrevista de Conclusión con el prestigioso analista político Sergio Berensztein, quien piensa que “no estamos ni destinados al éxito ni condenados al fracaso”.

El politólogo, que cuenta en su haber con varios libros sobre la temática en la que se especializa, realizó un análisis minucioso de la actualidad argentina. Desde los primeros meses de gestión de Mauricio Macri hasta el pasado del kirchnerismo, el futuro del peronismo y el contexto sociopolítico de Latinoamérica.

—¿Cómo analiza el panorama político del país, entrando en un mes caliente como lo es marzo?

—Argentina siempre es caliente. Hoy, vivimos una etapa necesaria, pero compleja y con un impacto muy fuerte en la sociedad, que tiene que ver con las medidas de estabilización que está tomando el Gobierno. Venimos de una situación totalmente irregular, acumulando ocho años de inflación y endeudamiento abismal. Siendo el país más aislado del mundo, sin financiamiento, con un desborde del gasto público sin precedentes, un déficit fiscal de 7 puntos del PBI, aproximadamente. Provincias muy comprometidas en términos fiscales, entre otras cosas…

—¿Cómo explica la marcada diferencia en el diagnóstico de la gestión, entre una sociedad en malestar por la inflación y los despidos y un Gobierno optimista y confiado por salir adelante?

—El Gobierno recién brindó un diagnóstico realista con el discurso de Mauricio Macri en el Congreso. Pero hasta ese día, daba la sensación de que se podía salir caminando. Al mismo tiempo, era contradictorio con las políticas que estaban implementando. Eso comenzó a normalizarse a partir del balance que pone blanco sobre negro y plantea una situación compleja, donde además se presenta una agenda más consistente. La situación es crítica y grave, por eso se implementan estas medidas. Es positivo eso, porque hasta hace poco, la sociedad ignoraba (o quería ignorar) la profundidad y la naturaleza de la crisis, y esto tiene que ver a que la administración anterior manejó la situación con el objetivo de postergarle al gobierno siguiente las consecuencias. La inflación estaba reprimida, por ende la economía no podía funcionar correctamente y todo era un desorden estructural. Ahora entendemos que es imposible seguir pateando los problemas para adelante. Ahora se está normalizando, pero eso genera incertidumbre y, lógicamente, costos.

—¿Cómo ve el hecho de que gerentes empresariales manejen gran parte de la política argentina?

—El Presidente es un político, que haya tenido un pasado empresarial –a esta altura- es irrelevante. Lo que sí es cierto es que hay mucha gente con experiencia en el sector privado que ahora pasa a la función pública: algo normal en cualquier país y es bienvenido, pues se gana mucho menos y se trabaja mucho más en el sector público. En todo caso, forma parte de una avocación genuina.

—¿Hacia qué camina el peronismo en Argentina?

—El peronismo está experimentando un interesantísimo proceso de reformulación interna: se está “deskirchnerizando” rápidamente, casi de manera súbita yo diría. Poniendo blanco sobre negro sobre cuál es la verdadera posición del liderazgo de la ex presidenta. Cristina sin la Casa Rosada es lo que es hoy: una líder nacional, callada, que está buscando su oportunidad para capitalizar los errores del Gobierno y sacar algún rédito político.

—¿Está haciendo política hoy en día la ex presidenta?

—Hace lo que puede, que es poco. Sin el gasto público, ni el presupuesto, sin la Side, sin Télam. Sin gastar la plata de los contribuyentes, el liderazgo de Cristina se reduce a su máxima expresión.

—¿Se terminó el kirchnerismo?

— En la medida que no tenga el poder del Estado, sí. Ya no es como lo conocimos (dominante, expansivo), sino lo que es hoy: alguna marcha; (Martín) Sabbatella justificando que se utilicen los recursos de los hospitales para financiar una movilización. El desastre de Santa Cruz es la metáfora del kirchnerismo: una provincia incendiada por problemas fiscales, de corrupción y más. El kirchnerismo sin plata, es Alicia Kirchner gobernando.

 

“El kirchnerismo, hoy, es una minoría sectaria y marginal dentro del peronismo»

Hoy, es una minoría sectaria y marginal dentro del peronismo. Sin poder, sin territorio (no hay un solo gobernador que se autodefina como tal, excepto Alicia Kirchner). Quedan muy pocos intendentes, pocos sindicalistas. El más importante era Enrique ‘El Caballo’ Suárez, que enfrenta una situación en la Justicia casi peor que la de (Amado) Boudou y (Ricardo) Jaime. La encarnadura social es prácticamente nula y la militancia también, ya que a ella no pueden seguir financiándola con recursos del Estado”. Asimismo, Berensztein resumió que “en la práctica, lo que se ve, es que el peronismo está volviendo a ser un partido moderado. Organizándose para regresar al poder con una situación muy especial, porque no tiene territorio en los principales distritos demográficos políticos. Entonces, se viene reconstituyendo a partir de figuras como Juan Manuel Urtubey u otros que abandonaron el peronismo original pero que se sienten identificados, como Sergio Massa”.

—¿Dejará gobernar el peronismo a un partido que no es de su signo político?

—Mientras el reclamo sea en el marco de una puja democrática y de debate por recursos, es entendible. Distinta es la posición de obstaculizar, hacer paros y demás. Pero yo no veo esto último en Argentina. Si estamos hablando de Quebracho, eso no es peronismo, sino grupos marginales y utilizados por el kirchnerismo como amenaza, pero que de ninguna manera son relevantes ni mayoritarios a la sociedad.

—¿Cuál es el estado de las instituciones democráticas y republicanas en Argentina?

—Quedaron destruidas. La democracia en Argentina siempre funcionó mal, lamentablemente. Lo que tenemos ahora es estabilidad democrática, pero no calidad. El kirchnerismo hizo las cosas aún peores, forzando el superpresidencialismo, la discrecionalidad del gasto público, la anulación del federalismo, la ignorancia del Congreso, la cooptación de la Justicia. Todo eso lo que hizo fue enfatizar una caída sin precedentes de la calidad democrática. El Gobierno actual debe apuntar a reconstruirla, pero hasta ahora no hubo ningún cambio profundo para, por ejemplo: transparentar las elecciones, mandar un paquete de transparencia al Congreso, facilitar el acceso a la información pública, entre otras cosas. Se intentó algo pero hay una crítica para hacer: son cambios desarticulados y superficiales. Hay que ir mucho más a fondo, de manera decidida, para mejorar la calidad institucional. Esto debe incluir también la lucha contra el narcotráfico y lavado de dinero, que serían las patas más importantes del financiamiento de las campañas políticas (como pasó con Cristina en el 2007, con fondos negros y provenientes del narcotráfico).

—¿Cómo se está tratando el tema del narcotráfico?

—Es el problema más importante de la Argentina; la principal amenaza de gobernabilidad. Es buena noticia que, por primera vez en la historia, un presidente argentino haga de esto un tema de agenda. Ya hay decisiones tomadas para luchar contra él, falta respaldarlo y acompañarlo con una política integral. El fenómeno del narcotráfico es causa y consecuencia: hace peor todo lo que ya funcionaba mal. Esto requiere, entonces, mejorar la política social, educacional, sanitaria, en todos los distritos vulnerables. En Rosario están Los Monos, que surgen de una situación de décadas de abandono a barrios que nunca tuvieron infraestructura, seguridad ni condiciones básicas para contener a la gente. No es que aparecieron de la nada. Entonces, se necesitan políticas integrales. Por supuesto que allá (acá) estaba todo peor: había criminalidad, policía corrupta. Por ende, también hay que atacar las bases que ofrecieron el entorno para que crezca el narcotráfico”, argumentó posando su mirada crítica sobre Rosario.

“En Rosario están Los Monos, que surgen de una situación de décadas de abandono»

—¿Las bases están en la policía, la Justicia y la política?

—Por supuesto. Por eso digo que hay que apuntar a una solución integral del narcotráfico, donde el entorno sirva para contener este fenómeno, no para ayudarlo a crecer. El consumo de drogas es una pandemia, en Argentina se consume y se produce cada vez más, como consecuencia de la inacción y connivencia de un gobierno que durante doce años, no solamente ignoró sino que promovió el consumo y la fabricación de las drogas. Todo esto requiere un cambio profundo: hay voluntad para hacerlo, habrá que ver cómo continúa.

—Lo llevo al plano internacional, porque hay un fenómeno en América latina que decreta el fin del populismo, y que quedó reflejado con las derrotas de Cristina en Argentina, Evo en Bolivia, Maduro en Venezuela…

—Evidentemente, hay un agotamiento del ciclo populista en América latina, que tiene que ver con la caída de los precios de loscommodities, ya que estos modelos se caracterizan por propiciar el gasto y postergar el ahorro: se gasta todo ya. Entonces, el populismo muere cuando se queda sin recursos, ya que tampoco tenemos industrias nacionales como para prosperar. Esta reversión de la tendencia insólita de precios de commodities extraordinarios que hemos tenido entre el 2003 y 2012, se ha quedado sin posibilidades de continuar. Sin embargo, en los países centrales del mundo se da un fenómeno exactamente contrario al recién mencionado. Hay un reverdecimiento del populismo, pero con otro origen, que tienen que ver a los liderazgos liberales, como Donald Trump en Estados Unidos,  Le Pen en Francia…

—¿A qué debemos apuntar entonces para salir de esta situación de agotamiento?

—El mismo no es una suerte de fenómeno exógeno, sino que América latina siempre tuvo una fuerte tradición populista, con resultados de injusticia, desigualdad, hipocresía, exclusión y con el fracaso de alternativas democráticas que pudieran darle una oportunidad a muchos sectores de la sociedad que jamás fueron incluidos. La existencia del populismo hay que atribuírsela a la inexistencia de políticas alternativas. Ahora se abre una oportunidad para que nuevas formas de organización demuestren que tienen mejores ideas, que pueden eliminar la corrupción, luchar contra la pobreza y el narcotráfico, mejorar la infraestructura… Si eso no pasa, el populismo seguirá tan vigente en Argentina como lo está desde 1930.