MARTES, 26 DE NOV

Crímenes a los trabajadores: la historia de cómo capos narcos presos mandaron a menores a «matar a cualquiera»

Una audiencia de ocho horas en el Centro de Justicia Penal reveló el trasfondo de los asesinatos y ataques que mantuvieron en vilo a Rosario. Los fiscales apuntaron que fueron ordenados desde la cárcel "porque los verdugueaban ahí adentro", con el único objetivo de generar terror en la población.

 

Rosario se vio azorada por una saga de asesinatos a trabajadores sin aparente relación con la criminalidad organizada durante la primera quincena de marzo. Luego de semanas de vigorosa investigación, en el medio de una ciudad hackeada por completo por el miedo, fueron acusadas cinco personas entre las cuales se destaca que uno de ellos, el ejecutor del crímen del playero Bruno Bussanich, no tiene más de 15 años, mientras que los organizadores y autores intelectuales de los crímenes ya están cumpliendo condena o han sido procesados por la justicia por anteriores causas.

La jueza Paula Álvarez dictó prisión preventiva por al menos dos años para cinco acusados de haber participado en siete hechos delictivos (entre los cuales se destacan las muertes de dos taxistas, el intento de asesinato de un colectivero y el asesinato de un chofer de la línea K, el ataque contra una comisaría y la colocación de una bandera con amenazas contra el gobernador Maximiliano Pullaro, el ministro de Seguridad Pablo Cococcioni y su par nacional Patricia Bullrich). Además, les fue imputado el delito de intimidación pública (por el ataque a balazos contra la comisaría 15°) y tentativa de homicidio.

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Los acusados de participar de esta crónica del horror que mantuvo en vilo a la ciudad fueron Alejandro “Chucky Monedita” Núñez (28), su pareja Brenda “La Cote” Pared (29), Gustavo Marquez (29) y su novia Macarena Solange Muñoz (28) y Axel Uriel “Franco” Rodríguez (29). A ellos se les agregan los menores de edad identificados como M.M. (17), M.C. (16) y los menores no punibles DMG de 15 años y CNT, de la misma edad, quienes actuaron con otras personas que no han sido identificadas.

Los fiscales Adrián Spelta, Patricio Saldutti y Franco Carbone explicaron que los crímenes fueron perpetrados a partir de dos células organizativas, las cuales tienen como perpetradores a nombres ilustres o por lo menos conocidos por el sistema penal rosarino.

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La noche del 5 de marzo, el taxista Héctor Figueroa llevó desde Uriburu y Oroño a CNT, un menor de edad, hasta Flammarion y Lamadrid donde otro adolescente de 15 años, DMG, apareció sobre las vías del ferrocarril y comenzó a disparar. Un testigo apuntó que fueron al menos siete detonaciones. CNT se bajó apresurado del vehículo, ya que estaba a bordo cuando comenzó el fusilamiento, y perdió una zapatilla.

Bruno Bussanich, de 25 años, fue asesinado la noche del 9 de marzo mientras trabajaba en la estación de servicio Puma de Mendoza y Circunvalación.

Ambos adolescentes fueron reclutados para esta tarea por Gustavo Márquez y su pareja Macarena Muñoz. Allí presente se encontraba el hermano menor de esta última, Matías, de 17 años. DMG contó que Márquez le encomendó realizar el asesinato del taxista Figueroa durante el entretiempo “del partido de Central porque estaban todos los policías en la cancha”.

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Una noche después, a las 23.30 del miércoles 6 de marzo, la parca llegó en forma de balazos para el taxista Diego Celentano. Este crimen, según las averiguaciones del MPA, también fue perpetrado por esta primera célula, que responde a Alejandro “Chuky Monedita” Núñez y a Brenda “La Corte” Pared. El primero se encuentra cumpliendo condena en el penal mientras que la segunda tiene prisión domiciliaria en Funes.

“Chucky Monedita” es un preso “de alto perfil” de 27 años, oriundo del barrio Parque del Mercado, que cumple condena desde 2015 tras recibir una condena de 15 años y 6 meses de cárcel por un homicidio, junto a otros delitos unificados como portación de armas. Se estima que sus vínculos con Esteban Lindor Alvarado durante su estadía en el penal de Piñero. De hecho, las dos últimas causas por las que fue condenado fue por hechos ocurridos mientras él estaba exculpando su pena, siendo uno de estos hechos la organización del intento de asesinato del mecánico y otrora amigo íntimo de Alvarado, y posteriormente testigo clave en la causa que lo llevó a prisión, Carlos Argüelles.

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Celentano fue ultimado de cinco disparos en Alvear y Garmendia. El crimen fue ordenado por “Chucky Monedita”, según contaron los  fiscales, a su pareja Brenda, que a su vez le trasladó la orden a Márquez, quien fue el encargado de coordinar el asesinato con su pareja Macarena y su cuñado, quienes le brindaron un arma y llamaron a la central de radiotaxi desde un celular del cuñado de Matías Núñez, Raúl Pereyra. Cerentano fue convocado a Lamadrid al 200 bis en donde se subieron dos jóvenes: uno de ellos, Michel C., había sido partícipe del asesinato de Figueroa la noche anterior tras permanecer en el punto de encuentro del taxi, montado en una bicicleta, haciendo “de campana” para DMG que estaba esperando la señal.

Un testigo aseguró a la justicia que “Todo ese encargo viene de Chucky Monedita y su mujer que es la que da órdenes fuera de la cárcel. Chucky mandó a hacer estas cosas porque lo están verdugueando ahí adentro.

Michel C. declaró que cuando llegaron a destino, abrieron fuego por la espalda del taxista, quien murió en el acto. Nuevamente, uno de los atacantes perdió una zapatilla en el interior del taxi tras escapar de la escena.

Por otro lado, DMG le debía dinero a Márquez luego de que, semanas antes, en una persecución con la policía, perdió una motocicleta que dejó abandonada en el pasillo de una villa para salir huyendo. Márquez optó por cobrarle el dinero de la deuda de la moto con otro trabajo. Uno que tendría lugar la noche del sábado 9 de marzo.

Matías Daiola, chofer de colectivo de línea trolebus K, recibió dos tiros en el cráneo la tarde del 7 de marzo en la esquina de México y Mendoza. Falleció el mediodía del domingo 10 de marzo en el Heca.

La noche del jueves 7, la orden de Chucky Monedita a su pareja Brenda era atacar otro colectivo, pero ella le contestó que ese encargo fue tercerizado a su cuñado, Claudio “Morocho” Mancilla, quien le delegó el trabajo a su gente en Santa Lucía. El resultado de esto fue que Matías, el cuñado de 17 años de Márquez, disparó al menos cuatro veces contra el frente de la seccional 15°, en Sarmiento al 4300, montado en una motocicleta.

En la otra punta de la ciudad, una motocicleta Honda Twister blanca montada por dos personas se acercó a un colectivo 122 rojo que estaba terminando su turno y estaba aprestándose a guardar la unidad cuando recibió entre tres y cuatro tiros en el lateral del micro. Acto seguido, la motocicleta se colocó de frente al chofer y apuntó contra el trabajador, pero la bala no salió.

Los fiscales identifican con esta tentativa de homicidio la entrada en acción de una segunda célula, dado que quien encargó el delito fue Axel Uriel “Franco” Rodríguez, a pedido de “Morocho” Mansilla. Rodríguez se encuentra en prisión domiciliaria y con tobillera electrónica por una causa por homicidio que tiene curso en el juzgado de Menores. Los investigadores apuntaron que la sombra de Esteban Lindor Alvarado es la que está detrás del encargo de Mansilla.

La misma moto se presentó en la esquina de México y Mendoza la tarde del jueves 7 de marzo, donde por la tarde un joven se subió a una unidad del trolebús K, conducida por Marcos Daiola, y efectuó dos disparos en la cabeza del chofer y escapó a lomos de la Honda Twister blanca. Daiola agonizaría por tres días hasta finalmente fallecer en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) el mediodía del domingo 10 de marzo. El atacante fue identificado como un menor de 17 años apodado “Lauti”, mientras que el conductor de la motocicleta en ambos atentados contra choferes de colectivo es el apodado “Chucky Grande” o “Chori”, un hombre prófugo de la justicia. Todo por encargo de Axel Rodríguez.

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La noche del día siguiente, DMG volvería a aparecer en escena: Márquez volvería a convocarlo y el muchacho se subiría a un Uber desde el barrio Tiro Suizo que lo dejaría en Santa Lucía, territorio de “Morocho” Mancilla, cuñado de Brenda Paredes y por lo tanto concuñado de “Chucky Monedita”. Una vez allí, recibió instrucciones precisas a través de una videollamada, presuntamente del propio Mancilla, desde la cárcel. Una mujer le dio un cartón con un mensaje para que lo dejara en la escena y le dieron un arma. Otro hombre lo subió a bordo de un Fiat Duna modelo 1993 robado en diciembre pasado y lo llevó hasta la estación de servicio Puma en la esquina de Circunvalación y Mendoza, donde asesinó al playero de 25 años Bruno Brussanich. La instrucción era “matar a cualquiera y dejar la carta”.

“Me bajé. Caminé. Me quedé pensando un ratito si hacía o no el hecho. Estaban cargando gasoil. Pensé que podía explotar todo. La nota se me cayó cuando saqué el arma. Fui, tiré y me volví al auto”, declaró a la justicia DMG.

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El Duna fue abandonado en Furlong y White, antes de llegar a la colectora de Circunvalación, e incendiado con nafta cargada en bidones que ya se encontraban dentro del auto cuando DMG subió al vehículo. Una vez ya realizado el trabajo, sus acompañantes devolvieron al menor a Misiones al 2200, donde le ordenaron quemar la ropa que llevaba puesta y devolver el arma. Por el crimen, DMG recibió 400 mil pesos, dinero con el cual saldó su deuda por la moto perdida con Gustavo Márquez.

Fiscalía fue taxativa al destascar que el objetivo de los acusados fue «atemorizar a la población en general» a través ataques armados contra “objetivos sensibles como víctimas choferes de taxi; recolectores de residuos; choferes de colectivos; comisarías; farmacias; y estaciones de servicio; ello como respuesta a las modificaciones impuestas en los últimos tiempos en los distintos regímenes de detención en las Unidades Penitenciarias, tanto en el Servicio Penitenciario Provincial como en el Servicio Penitenciario Federal, logrando tras el accionar conjunto atemorizar a la población en general”.

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