Todo suele suceder en la vida de las personas y en el devenir humano, dicen algunos filósofos y teólogos, en el momento justo: ni antes ni después. Y desde luego, muchas cosas suceden, en el orden social, en el momento necesario. Es lo que parece haber ocurrido con esta denuncia de espionaje a políticos, jueces, periodistas, actores y líderes sociales formulada por Patricia Bullrich y Laura Alonso, del Pro.

La supuesta actividad de los espías no trascendió hace seis meses, ni el lunes próximo. De ningún modo, se hizo público ayer, es decir días antes de los comicios del domingo. Por estas horas, la mayoría de los argentinos están pensando si lo denunciado es cierto, o si sólo se trata de una mera patraña electoral (sería en tal caso una más en la historia de la Patria) con miras a desprestigiar al adversario. Y, por supuesto, otra vez el país dividido entre los que toman partido por una circunstancia u otra.

Hace muchas décadas que en ciertos ambientes se sabe, o al menos se especula con ello, que los servicios de inteligencia se dedican a aquello para lo que no fueron creados. Por eso fue posible en esta Argentina conculcada que se sucedieran atentados terroristas de magnitud que conmovieron al mundo (las explosiones en la Embajada de Israel y la Amia). Por eso fue posible que el narcotráfico haya alcanzado el grado de penetración que tiene hoy en ciertas regiones del país. Todo esto no es nuevo.

Patricia Bullrich, micrófono en mano y ante las cámaras de TN (medio perteneciente a un grupo enfrentado al gobierno), habló del tema y debe decirse, de paso, que si es cierto que hay bases de operaciones de espionaje, ha colaborado, sin quererlo claro, también y junto con cierto periodismo celoso de informar, a que se desmantelaran tales bases. A esta hora no queda ni un cable, si los hubo.

En esto hay que ser claro, conciso y contundente: si hay espionaje y se viola la intimidad de las personas, se está en presencia de un suceso grave; pero si la denuncia es sólo una estratagema electoral, es también grave, porque la sociedad argentina asiste entonces a cierta acefalía de personas interesadas de verdad en su destino.

Lo que llama la atención es lo casual: ni antes ni después, recién ayer, a pocas horas del acto electoral, surge una denuncia que conmueve. Eso sí, de proyectos de cómo se va a mejorar la calidad de vida de los argentinos… nada. Esto tampoco es nuevo.