Revisando la historia, encontramos que muchos anclan su aparición en el siglo XVII en Inglaterra. Allí los dueños de los bares ponían una lata en el mostrador para que las personas dejaran unas monedas por el servicio de los empleados del lugar.

Cabe destacar que resultaría muy difícil saber con exactitud en dónde se inició la misma, pero de lo que estamos seguros, es que en los Estados Unidos tiene un claro origen racista. En este país del norte de América, dejar entre un 15 y un 25% en los restaurantes, nada tiene que ver con una acción caritativa, pero si con un deber, ya que es la única forma de que el trabajador pueda redondear un salario que le escape a la línea de pobreza.

Escudriñando encontramos que dar propina se consideraba una costumbre antidemocrática y poco americana, hasta que empezó a extenderse entre los ricos de Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, a mediados del siglo XIX.

La propina fue instituida por las clases altas europeas, las aristocráticas, y la misma se fue convirtiendo en un hábito popular para aquellas familias americanas poderosas. Los esclavos recién liberados llegaban a las ciudades en búsqueda de trabajo, pero sólo encontrarían lo que aquí conocemos como “trabajo informal”. Es por ello que la gran mayoría resistiría a duras penas los embates de la diferencia racial, con el rebusque de mesero de restaurante.

Distintas investigaciones pudieron revelar cómo los propietarios de esos lugares comerciales, embaucaban a los “negros” con las propinas para eludir de esa manera, al pago de un salario digno. Una historia que ha atravesado siglos para seguir mostrando el látigo de la precariedad y explotación humana hasta estos días.

Claro está, que para que los patrones puedan llevar a cabo tamaña obra deleznable, necesitaban de aquellos que consideraban normal otorgarle propina a los que consideraban de una raza y clase social inferior. Para la alta alcurnia, resultaba un ejercicio nada espinoso darle monedas a las personas de tés oscura, un alivio, ya que de tener una persona blanca enfrente la situación podría haber resultado más embarazosa.

Para  1880 los trabajadores negros representaban casi la mitad de la industria hotelera; con el tiempo las propinas se convirtieron en una norma. En 1939  el Congreso de Estados Unidos aprobó la primera ley de salario mínimo, que permitía a los estados establecer un sueldo más bajo para los trabajadores que recibieran propinas.

Si bien el derrotero histórico de la “propina” nos muestra un origen escabroso y repudiable, poco ha cambiado en los Estados Unidos y en gran parte de América. Los padres de la “libertad” siguen sin reconocerles un SMLV (Salario Mínimo Legal Vigente) a aquellos que pasan gran parte de sus vidas sirviendo las mesas de aquellos que disfrutan del ocio.

El racismo y la xenofobia, esta última potenciada con la llegada de Trump, permanecen como dolorosos estigmas en la piel de afroamericanos y latinos. Los “negros” llevan a su hogar un 50% menos de propina que sus compañeros blancos, el origen racista aún sigue mostrando sus dientes, ese que Robert Lee, el general confederado del sur esclavista, defendería sin escatimar sangre.