Por Diego Fusaro

En nuestros países, hay un retorno cíclico al “problema” de la legalización de las drogas blandas. He puesto deliberadamente la expresión entre comillas, ya que, en efecto, como se dice, hay otros problemas. Y son principalmente los vinculados al trabajo y a los derechos sociales, de los que el razonamiento liberal desentiende sin perturbaciones: y esto mientras todos, con razón, se pelean por problemas que no son tales; o, mejor, que son problemas, en otro sentido, porque dividen y distraen a las masas en la fase de empobrecimiento organizada por la clase dominante no fronteriza. Como es evidente, mientras que en el fondo hay una guerra horizontal entre los legalizadores y los prohibicionistas, en la parte superior los amos del caos hacen sus negocios sin ser molestados, llevándonos a donde quieren. Nihil novi sub sole.

Costanzo Preve ya lo dijo

Tiene buenos argumentos para la prohibición y la legalización. Pero ese no es el punto. El punto real lo enmarcó espléndidamente, y con su habitual lucidez, mi maestro Costanzo Preve, quien escribió en su “Historia Crítica del Marxismo” (2007): “El nuevo poder es flexible, no rígido. Debe liberalizarlo todo, desde el sexo hasta el consumo de drogas, y sobre todo debe demoler toda autoridad, desde la paterna hasta la religiosa e incluso la de los méritos profesionales, para dar cabida a la única autoridad legítima, la Autoridad de las Mercancías, que no tiene ni raza ni lengua, ni religión ni filosofía”.

Un mundo sin límites ni autoridad

Este es, de hecho, el punto decisivo para enmarcar la cuestión. Un punto ya bastante claro para Pasolini, en efecto. El nuevo poder ya no es restrictivo y autoritario. Es, en cambio, hedonista y consumista: debe romper todo límite y toda autoridad, porque los bienes no conocen límites ni autoridad. Y un mundo reducido a una mercancía es un mundo, por definición, sin límites y sin autoridad, con la consiguiente liberalización individualista de las costumbres y el consumo. Todo debe ser posible para el consumidor individual, siempre que pueda permitírselo económicamente. O, si lo prefieres, en lo abstracto todo es posible y, en lo concreto, puedes tanto como el valor de cambio que tú tengas. Por eso, para el capital, las drogas también deben liberalizarse. Y pronto ocurrirá lo mismo con todas esas realidades -pocas, a decir verdad- que aún no se han “liberalizado”, es decir, todo lo reconfigurado en bienes disponibles para los consumidores a voluntad de un poder de consumo ilimitado.