Por Carlos Duclos
La hipocresía puede sentarse en el trono y reinar en una sociedad, apelando a la inocencia o la ignorancia de la gente y su natural tendencia a creer aun la mentira. Ignorancia dicho no en un sentido despectivo o peyorativo, sino en el verdadero sentido que le da el diccionario de la RAE: “no saber algo o no tener noticia de ello”.
Apelando a esta ignorancia, inocencia y a la naturaleza humana que tiende a la creencia, por ejemplo, Goebbels contribuyó a hacer del nazismo un baluarte liberador, salvador del pueblo alemán, un modelo político mesiánico aunque en realidad fuera diabólico. La célebre frase: “miente, miente que algo queda”, es el resumen paradigmático de la hipocresía cruel.
Todos los líderes políticos del mundo, y por supuesto argentinos, han repudiado a Hitler y sus seguidores, a su modelo comunicacional, pero no pocos se han quedado con la enseñanza de Göebbels: mienten y mienten porque saben que algo (mucho) queda. Este modelo del Tercer Reich se ha usado mucho en Argentina y se sigue usando.
Sin ir más lejos basta con recordar algunos spots de las últimas campañas electorales para comprobar, sin demasiado esfuerzo, que muchas cosas se prometieron y muy pocas se cumplieron. Los jubilados y los trabajadores, por ejemplo, siguen pagando el impuesto a las ganancias ¿No es una barbaridad?
La otra cuestión a la que apelan con gran maestría algunos políticos es la “verdad relativa”, es decir el uso de un suceso que tiene cierta veracidad, pero que por ello no puede considerarse una verdad. Sin embargo, aprovechando esta porción de veracidad se construye una verdad absoluta. Ejemplo: “En la ciudad de Rosario hay robos y homicidios”, cierto; y a partir de esta verdad relativa, de este suceso que es común a muchas regiones de la Patria, se construye una verdad mentirosa con tinte de absoluto y con fines políticos viles: “La ciudad de Rosario es la capital del homicidio y del narcotráfico”. Pero del aquelarre, del festival de muertes y violaciones que se dan en todas partes y en especial en el trono unitario argentino nada se dice. Del tráfico, cocinas y demás en el corazón de la Patria… nada.
No es ninguna novedad que la provincia de Santa Fe es un bocado apetitoso para muchas estructuras políticas y no es de extrañar que algunos políticos unitarios, con la ayuda de algunos medios y muchos ciudadanos que desconocen la verdad, traten de esmerilar a los gobernantes santafesinos o a funcionarios con buena imagen que podrían abortar los deseos y planes políticos del unitarismo porteño. El punto es hacer aparecer a la provincia y a la ciudad como la capital del desastre en materia de delincuencia. Y pocos son los que advierten que esto termina siendo un perjuicio para todos los santafesinos.
Y por supuesto, no se trata solo de los socialistas, que quede claro, sino que ya le llegará el turno al peronismo y en especial a un peronista cuya imagen no desentona, si es candidato.
El tráfico y venta de drogas, dicho esto por un abogado penalista ya desaparecido a quien esto escribe hace más de 20 años en los pasillos de Tribunales, para más datos defensor de funcionarios policiales y conocedor como nadie de la realidad,  comenzó en la provincia de Santa Fe hace décadas, pero las necesidades políticas determinan que se cargue las tintas sobre el poder en turno.
Lo curioso, es que los “paladines” de la verdad y de la justicia jamás dicen que el padre de múltiples delitos, el narcotráfico, es una responsabilidad del gobierno federal que siempre ha brillado por su ausencia.