JUEVES, 28 DE NOV

El mito insignificante de la Moncloa por Whatsapp

"Si el Ángel buscaba un consenso verdadero, un Moncloa para tomar en serio, aparte de La Doctora, según Massa debían convocar a Hugo Moyano, El Charol, a quien el Ángel quería ver preso. Pero también a los gobernadores. A la Iglesia. Agrandar un proyecto, para los expertos, es la mejor manera de destruirlo. Agigantarlo hasta lo imposible", afirma Oberdán Rocamora, el cronista más leal a Jorge Asis. Pero el asunto es más profundo.

Previa: Disolver la quiebra en el fracaso colectivo

“Se debe convocar al verso del consenso con grandeza, cuando se arranca. Cuando estás con todo el poder, en la etapa de los globitos.
Nunca cuando estás en banda, en falsa escuadra, sin aire y ya te pusiste el país de sombrero”.
Con el país de sombrero, sin la menor elegancia el Tercer Gobierno Radical -que preside Mauricio Macri, el Ángel Exterminador- apela de pronto a la «generosidad» de los opositores.
El proyecto, de máxima, es desesperado, previsible y ambicioso. Disolver la quiebra personal en el fracaso colectivo.
Sirve, de mínima, para ganar tiempo.
Mientras lucían como el «mejor equipo», entre danzas rituales, cabía admirarlos.
“Me eligieron para gobernar a mí y gobierno yo”.
Consta que Emilio Monzó, El Diseñador, contuvo el estruendo ofensivo de una profanación.
Fue cuando planteó la necesidad de “ampliar la base de sustentación política” del TGR.
Como correspondía, Monzó fue preventivamente aislado.
Sólo podía tratarse la superioridad científica del Ángel.

Carolina Mantegari

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Por Jorge Asís

El terror plantado a La Doctora tiene el efecto circular. Les vuelve. Como un bumerang.

Fue plantado con el extraordinario complemento de los grandes medios de comunicación.

Asustados y cautivos reflejaron el susto de los inversores que no existen. Buscapinas, en realidad, que hacen equilibrios entre las bicicletas financieras.

Merced al temor de referencia, a la interacción directa entre el crecimiento de La Doctora y la elevación moral del dólar, el TGR logró retomar la iniciativa.

Y profundizarla a través del WhatsApp, el instrumento para penetrar con el verso egregio del consenso.

Transcurrió la redacción de las 10 razones genéricas que se le atribuyen a Rogelio Frigerio, El Tapir.

Para ilustrar el mito insignificante de la Moncloa doméstica. Motivaciones aptas para implantar el verso egregio del consenso entre el TGR y la oposición “racional”.

Con los selectivos sectores del Peronismo Perdonable, alejados conceptualmente del “apocalipsis” que el gran medio identifica con la maléfica Doctora.

Los orígenes fueron estimulados durante las caravanas académicas hacia Wall Street. Es donde se distribuyen los beneficios de la aprobación o los rigores del rechazo.

Es precisamente entre “Los Buscapinas de Wall Street”, donde prosperó, con unanimidad, el folklórico terror hacia La Doctora.

Suspenso del Alfred Hitchcock, de “Psicosis”, que se transfirió mecánicamente hacia el segundo ámbito de decisión. Washington, sede del Fondo Monetario Internacional.

Es donde exhibe su secreto encanto la señora directora Christine Lagarde, Madame Bovary.

Pero quien despacha es David Lipton, Michael Douglas, el director adjunto y reticente receptor de las instrucciones de Donald Trump, Nuestro Conductor.

El inexplicable populista, Trump, aterrado por el populismo peor, el maldito y peligroso.

Populismo que, por el canal de La Doctora, puede instalarse otra vez en un país aún extravagante, como la Argentina.

Pese al mediocre surrealismo estructural, Argentina es todavía un país clave gracias a la catastrófica deriva del Brasil de Bolsonaro, El Maluco.

Un Brasil en banda que oscila entre el efectismo geopolítico y el papelón estrafalario.

En materia de papelones, El Maluco es superado, apenas, por Mike Pompeo, el Primo de Fulvio, Secretario de Estado de Nuestro Conductor. Y por Johnny Bolton, brutal Consejero de Seguridad.

Entre los tres, Trump, Pompeo y Bolton, protagonizaron en Venezuela los papelones más gravitantes del joven siglo XXI.

Pero son los dueños del gran circo continental que arrastraron en sus payasadas y malabarismos a los integrantes del elenco estable.

Como el Ángel, quien sin nociones de política exterior, ni consejeros sensatos habilitados, apostó por la perspicacia de unir el presente de Venezuela con el futuro inmediato de la Argentina.

Si es que la sucursal vuelve a ser presidida por La Doctora.

Al menos, los papelones de Trump fueron explotados por un inspirado Macri para regar el terror hacia La Doctora. Tal como si fuera una maceta con geranios.

Para la geopolítica circense, el regreso del maldito populismo a la Argentina podía consolidar el populismo rusófilo, chinófilo y cubanófilo de Venezuela.

Se imponía entonces evitar el retorno de La Doctora a las monotonías del poder. Junto a los “pibes saltarines para la Liberación” y las cadenas nacionales como instrumentos de tortura.

Aunque no les sirviera para más nada, los tenedores de bonos debían sostener al Ángel y ayudarlo con la epopeya de la reelección.

Sin contemplar, por dos o tres semanas, el Plan V, si es que logra recuperarse el Ángel del vértigo que reproduce la sistemática caída.

Caravanas académicas

En las caravanas académicas hacia Wall Street se registró la consagración como estadista del senador Miguel Pichetto, El Lepenito.

La diplomatura acelerada de estadista le fue dictaminada por El Ángel Exterminador. Cuando percibió que no disponía de ningún funcionario propio que le fuera de mayor utilidad que El Lepenito.

El Ángel Exterminador lo calificó de estadista sin intenciones de exterminarlo entre los pares que comparten la identidad del peronismo.

Al contrario, los elogios fueron un acto objetivo de justicia.

Pero también emocionaron, en Washington, las solidaridades democráticas de Marco Lavagna, En el Nombre del Hijo.

El muchacho conmovió a los oficialistas capacitados para poner la cara ante la adversidad (preferentemente fuera del país).

Como el senador Pinedo, El Gentleman, con el mandato a punto de ser cumplido, como el de Pichetto. En ambos casos sin atisbos de renovación.

El verso egregio del consenso por WhatsApp motivó la algarabía de los empresarios sensibilizados por el terror similar hacia La Doctora.

La detestan, aunque, en el fondo, mientras les pontificaba desde la cadena nacional, ganaban mangos superiores. No pueden compararse con los mangos que pucherean hoy.

Cambiar el aire

Cuando un político confirma que, en adelante, quiere dedicarse a gozar de su familia, es porque lo «garcaron».

En la misma línea, cuando quien detenta el poder llama al «gran acuerdo» es porque está en la lona y quiere ganar tiempo.

En 2009, después de la derrota de Néstor, El Furia, con Francisco De Narváez, El Caudillo Popular, La Doctora lo envió a Randazzo, El Loco, para iniciar “una ronda de diálogo” y repartir caramelos de madera.

Significa enfriar el juego para recuperarse. “Cambiar el aire”, como decía Carlos Monzón, para volver luego a golpear con fuerza.

Pero al TGR se le agota el aire y ya casi ni tiene tiempo. Y los peronistas selectivos buscados pueden ser perdonables, pero distan de mascar vidrio.

Pese al voluntarismo con viáticos del hijo Marco, La Esfinge, Roberto, el padre, despreció de entrada, por marketinero, el verso egregio del consenso.

Y hasta Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero, de pronto respondió que debían convocar también a La Doctora.

El bumerang circular que siempre les vuelve. Si llaman a La Doctora es «el pálido final».

En la misma onda que Urtubey, algo más categórico se encuentra El Titular de la Franja de Massa, Sergio (a quien en el PRO dejaron de llamar Ventajita para apodarlo El Meme).

Pero Sergio fue aún más allá, no sólo en el documento escrito.

Si el Ángel buscaba un consenso verdadero, un Moncloa para tomar en serio, aparte de La Doctora, según Massa debían convocar a Hugo Moyano, El Charol, a quien el Ángel quería ver preso.

Pero también a los gobernadores. A la Iglesia.

Agrandar un proyecto, para los expertos, es la mejor manera de destruirlo. Agigantarlo hasta lo imposible.

Cuando uno quiere acordarse, el proyecto no existe más. Así sea de consenso y egregio.

Un pretexto para olvidar. Se agota con otro WhatsApp menos imaginativo.

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