VIERNES, 29 DE NOV

El eterno e inolvidable Negro Fontanarrosa: “Fue un grande como artista, como persona y amigo”

Su recuerdo sigue tan o más vigente que nunca. Conclusión estuvo en el bar El Cairo con dos amigos con los que el Negro solía reunirse allí: Ricardo Centurión y Aldo Pedro Poy, quienes dialogaron acerca de su vida, contaron anécdotas y hablaron de sus vivencias compartidas.

Por Juan Manuel Martellotto

Sólo vive quien es recordado y que mejor ocasión hoy para tener presente más que nunca al Negro Fontanarrosa, que estaría cumpliendo 79 años. Su legado pervive entre sus familiares, en muchos amigos que supo cosechar a lo largo de toda su vida y en el fiel público que logró conquistar con su memorable obra y su sencilla personalidad.

El mítico bar El Cairo, era algo así como su segunda casa o en todo caso su otro hogar y es allí adonde al Negro lo rememoran dos grandes amigos que le regaló la vida en poco más de 6 décadas que vivió en este plano terrenal: Ricardo Centurión, músico y uno de los referentes de la distinguida “mesa de los galanes” y Aldo Pedro Poy, ídolo canalla, en especial del Negro que fue uno de los hinchas más reconocidos de Central, con quien tenía una mutua admiración.

La escultura del Negro Fontanarrosa en el tradicional bar rosarino, parece querer tomar vida para acompañar y compartir un café con sus entrañables amigos en el mismo día de su cumpleaños.

“¿Cómo lo recordamos? Para nosotros fue acostumbrarnos, porque de tenerlo 35 años, cuando aparece esta escultura de él, íbamos al baño y la verdad que nos costó adaptarnos. Enseguida le encontramos todos los defectos. Pobre tipo el que la hizo. Porque uno le conocía cosas muy íntimas del rostro, del cuerpo, todo, y decían ´che, no es, no está parecido’. Después nos acostumbramos”, dice a Conclusión, Centurión quien ofició de anfitrión en el emblemático bar de Santa Fe y Sarmiento cuya esquina fué rebautizada Fontanarrosa Serrat.

Poy asiente a su amigo y agrega: “Y ahora lo vemos parecido. Lo más importante es que uno al Negro lo tiene presente todos los días. Él vivía en la misma calle de mi casa, Agrelo, a dos o tres cuadras de diferencia, y tenía el estudio a la vuelta de mi casa, así que yo prácticamente lo veía todos los días cada vez que salía a caminar. Pasaba por el estudio del Negro, siempre alguna palabra ahí cortita, hablábamos, pero lo veía todos los días. El Negro pasaba con su Citröen 3CV, por la puerta de mi casa, muchos años, y además el Negro es una persona tan querible que uno jamás se puede olvidar de él. 

-¿Alguna anécdota que puedan contar del Negro?

-Ricardo Centurión: El otro día que hubo un homenaje en la sede fundacional de Central, fue muy graciosa una anécdota que cuenta Perla, la hermana, que es un personaje que queremos mucho. Nos sorprendió, porque contó algo del Negro que nosotros no sabíamos, y es que jugaba a los soldaditos, que hacía soldaditos, que era un chico muy introvertido, todo eso lo sabíamos.

Lo que no sabíamos es que en uno de esos experimentos que hacía con fuego, provoca un incendio y se le prende fuego el living, quemándole todos los muebles que había, que eran de la abuela. Cuando la abuela se asoma y ve que se le prendió fuego todo, lo dice Perla de esta manera: “mi abuela se murió”. Nosotros esperamos a ver cuál era el chiste. No era chiste. Era cierto. Porque nunca nos contó el Negro a nosotros que había matado a la abuela de un disgusto. Y nos dimos vuelta todos como diciendo, ‘no te podés reír’, pero fue muy gracioso lo de Perla.

– Por ordenanza Nº 9226 se declaró en la intersección de Catamarca y Corrientes, con el nombre de «Esquina Roberto Fontanarrosa», como también en esta esquina del bar El Cairo, denominada Fontanarrosa Serrat. El nombre del Centro Cultural Fontanarrosa, que se lo cambiaron en 2012, antiguamente era Bernardino Rivadavia. Se lo recuerda de distintas maneras.

Aldo Pedro Poy: Sí, que se lo recuerde también porque es muy merecido por todo lo que hizo el Negro. Fijate que triunfar de la manera que él triunfó, no solamente en Argentina, sino en el mundo, y no moviéndose de Rosario es muy difícil eso, porque la mayoría de las personas que tienen éxito se van a Buenos Aires y de ahí van agrandando sus  figuras. El Negro siempre es Rosario, Rosarino a muerte, y logró todo eso desde acá, entonces para los Rosarinos tiene un valor  extraordinario. 

-Yo resalto mucho que tiene la sencillez de los grandes, que no todos tienen, pero ustedes que son amigos pueden dar fe de ello, tal como lo vienen haciendo. Creo que esas cosas retratan un poco su personalidad.

Aldo Pedro Poy: En el fondo yo creo que el Negro era un poco tímido, pero con una capacidad asombrosa. A veces estaban ahí en la mesa de los galanes y él veía entrar una persona, el lo anotaba y le hacía un dibujito. Una capacidad de trabajo y una humildad tremenda. Además veía todo bien. A veces íbamos a la cancha y después del partido íbamos a cenar al Club Regatas que está al lado, y el Negro hablaba y parecía que lo veía mejor que el técnico. Brillante en todo. Y como persona, ni hablar. Con todo lo que tuvo que luchar pobre.

– ¿Qué otras pasiones tenía, aparte de ser fanático acérrimo de Central, y de su actividad profesional, que de hecho la hacía muy bien?

– Ricardo Centurión: El Negro era medio tanguero. La música, pero también era generacional, me parece. Porque era raro que tuviéramos el mismo gusto. Serrat, Silvio Rodríguez, Goyeneche, Troilo, Pugliese, esa mezcla del folclore Carnota, los Chalchaleros, qué sé yo… Y hay fotos ahí en la mesa que, como en todo asado, siempre un vino hace cantor a cualquiera. Y el Negro cantaba, cosa que no sabían. La otra vez se lo mostraba a Franco (su hijo):  «mirá tu viejo cantando». Pero bueno, era un asado. Pero el Negro era un tipo que lo más grande de él era que sabía manejar esa cosa de ser un grande y que no le importaba. Sabía quién era, pero no le daba lugar en su persona a esa cosa que por ahí, viste, tiene privilegio, tiene la admiración de los demás, creen que vos tenés que ser diferente. El tipo lo manejaba de una manera muy simple y tenía claro lo que le gustaba. Mirá, yo tomé de él una frase que yo le dije, “che negro, vos nunca hablás mal de nadie”. Me dice, ¿para qué vas a perder el tiempo?. Lo que no te guste, si vos te pones a hablar mucho de lo que no te gusta, te hace mal.

Lo más grande de él era que sabía manejar esa cosa de ser un grande y que no le importaba

-Muy sabio.

-Aldo Pedro Poy: Te perdés lo que te gusta.

– Ricardo Centurión: Claro, entonces, por qué vos no lo escuchabas hablar mal de alguien ¿Y cómo es que a este le guste todo? No, no, si no le gustaba, no hablaba. Y me pareció brillante.

-Creo que una de esas características que vos mencionás es un poco el porqué caló tan hondo no solamente en sus amigos, sino en la gente. Que a eso la gente lo percibió.

Aldo Pedro Poy: Pero aparte el negro con una humildad total. No le preocupaban las grandes cosas, sino le preocupaba la gente, los amigos. Y era un apasionado de los autos. Porque él siempre…  Tuvo un Citroen 3 CV  20 años… (risas)

– Ricardo Centurión: Bueno, ya lo había cambiado. Pero le tenía cariño… (risas)

– Aldo Pedro Poy: No, el negro es inolvidable. La verdad que uno lo recuerda casi todos los días no solamente al venir o pasar por la puerta del Cairo, sino que yo paso mucho también por la puerta donde él vivía cerca de mi casa y siempre lo recuerdo. Porque fue un grande. Fue un grande como artista. Fue un grande como persona, más que nada. Que eso es lo más importante que tiene la vida. Y como amigo.

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