Todas las semanas se emite por Conclusión un ciclo que buscará acercar la realidad, para poder interpelarla profundamente. Es por ello que Catalejo a lo largo de treinta minutos, abordará diversos temas ligados a la actualidad, cultura, salud, política, opinión e investigación, tratando de amplificar en todos los casos, un imprescindible debate.

En este capítulo Gisela Gentile y Alejandro Maidana dialogaron con el abogado ambientalista Lucas Micheloud sobre la peligrosidad que referencia la derogación de la Ley de Tierras. La médula de la ley 26737, tiene su nacimiento en la regulación de la administración del suelo. También conocida como “ley de protección de tierras rurales”, ésta limita la posibilidad de vender a extranjeros tierras que tienen fuentes de agua importantes, o que están en zonas de seguridad de fronteras.

Su derogación implica que capitales extranjeros puedan además de comprar sin límites ni restricciones nuestro suelo rural, también disponer de nuestros sistemas de cuencas fluvio-marítimas, apropiándose de ríos, riachos, lagos, lagunas incluso de aquellos que se encuentran en zonas fronterizas.

Un punto fundamental de la ley, es que prohíbe la titularidad o posesión por parte de personas extranjeras de inmuebles que contengan o sean ribereños de cuerpos de agua de envergadura y permanentes o los ubicados en zonas de seguridad de frontera. “Por lo que su derogación implica que capitales extranjeros puedan además de comprar sin límites ni restricciones nuestro suelo rural, también disponer de nuestros sistemas de cuencas fluvio-marítimas, apropiándose de ríos, riachos, lagos, lagunas incluso de aquellos que se encuentran en zonas fronterizas”, le dijo a Catalejo el abogado ambientalista Lucas Micheloud.

Esto no solo significa la pérdida de soberanía sobre nuestros suelos ecológicos integrados, sino la sesión de nuestra seguridad nacional a privados en estos corredores biológicos y de frontera. “Finalmente, ceder soberanía sobre nuestros bienes comunes más preciados y estratégicos, como la tierra y el agua, es preocupante también frente a los eventos climáticos extremos que se han acelerado, como consecuencia del calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. Tomando como referencia que los bosques y humedales son reguladores del clima, purifican el agua y regulan sus ciclos, generan infraestructura natural para mitigar los impactos climáticos como las intensas sequías, inundaciones, tornados e incendios que estamos viviendo, entre muchísimos servicios ambientales”.

En total, la tierra extranjerizada de nuestro país asciende a 11.790.229,15 hectárea, una cifra que, si bien se ajusta a ley 26737, invita a reflexionar cobre que Argentina necesitamos para salir definitivamente de perdedor. Si a esto le sumamos que el 1% de las explotaciones agropecuarias concentra el 36 por ciento de la tierra, resulta imposible pensar en un futuro en donde cada uno de los habitantes de este suelo pueda contar con un derecho vulnerado desde el nacimiento del mismo.