Por Alejandro Maidana

Nacido en Tegucigalpa (Honduras) hace 39 años, carga sobre su espalda un linaje antiquísimo que nació allá por Asia Central, para trasladarse por el resto del mundo abrazado a su condición de nómade.

Haciéndole culto al perfil bajo, digno de los sabios y de aquellos que han conseguido solidificar el equilibrio emocional. Afincado en la ciudad de Córdoba comparte su tiempo con todos aquellos que se interesan por su rica historia, pero por sobre todas las cosas, por su poder sanador.

En diálogo exclusivo con Conclusión, Albert Suazo, compartió su largo camino aferrado a la espiritualidad y a la medicina ancestral.

—¿Cómo surge este don que te acompaña desde los primeros días de vida?

—Esto tiene que ver con mis ancestros, una tribu milenaria que dio sus primeros pasos en Asia para después pisar todo tipo de territorio, como por ejemplo éste a través de mi persona. Desde mis primeros años de vida me acompaña una enorme sensibilidad, sólo con tocar al otro podía sentir por lo que estaba pasando o experimentando. Aprendí a conectarme con los árboles y animales de una manera profunda, me sentía un bicho raro y lógicamente me costaba adaptarme a lo preestablecido.

—Hablaste de la conexión interior con el otro con tan solo un tacto.  ¿En donde se cimenta esa experiencia tan inusual?

—Tiene que ver con ese don del cual te hablaba, soy una persona muy sensible que percibe el estadío interior de aquel que sufre o está pasando por una crisis. Recuerdo mi paso por el colegio, en donde compartí tiempo con compañeros de todas las clases sociales, me costaba la adaptación, sentía que lo que se buscaba enseñar no me serviría en mi camino. No fui un buen estudiante, pero para alguien que emprendió este viaje, el cúmulo de experiencias vividas resulta algo esencial.

—¿Quién te guío y acompaño hasta que pudieses entender para qué estabas en este mundo?

—El único que sabía lo que me sucedía era mi padre, pero a él recién lo conocí a mis 19 años. Recuerdo que al comentarle por lo que estaba pasando, me respondió que ya lo sabía, lo que me sorprendió. Es allí que me dijo que no iba a tener ningún guía de carne y huesos, pero si que me prepare a recibir señales  de aquellos que hablan a través de mi interior. Y así fue como llegué a este país a los 30 años producto de un designio ancestral.

Teniendo en cuenta que la medicina ancestral que practicás no tiene nada que ver con la que conocemos en América. ¿Dónde se encuentra enfocada la misma?

Nuestros ancestros nunca utilizaron frutos u otras hierbas alucinógenas para ingresar en una meditación profunda. La práctica que llevamos adelante está basada en el aliento, que no es otra cosa que la respiración que viene desde la esencia, es la fuerza que nutre la existencia. Para lograr el equilibrio comenzamos por reconocer nuestro cuerpo para continuar con la sanación y posterior meditación.

—¿Es un mito aquello que dice que el secreto de la felicidad está en aprender a respirar?

—Nuestra práctica difiere a las disciplinas que utilizan como mecanismo de transformación espiritual la respiración. Si forzas a la misma permanentemente y por un largo tiempo, no servirá para nada. Otra cosa importante para marcar es que si la respiración física no está acompañada por la energética, tampoco servirá de mucho.

—¿Se la conoce con algún nombre en especial a la disciplina que practicás?

Nunca tuvo un nombre fijo que podamos decir haya transitado a lo largo del tiempo, pero si fue adaptando algunos de ellos de acuerdo a la cultura que abrazaba. Por ejemplo en la China es el chamanismo chino, al cual su práctica podemos relacionarla con el chibis con el cumulo de energías que podemos generar con nuestras manos. En la India tienen que ver con las corrientes tántricas que no tiene que ver sólo con la sexualidad. Tantra quiere decir entretejido, y lo que uno aprende a percibir es que todos estamos conectados, eso es el Tantra, la conexión con el todo. Aquí no tenemos un nombre específico, sólo lo presentamos como técnicas de iniciación y sanación chamánica.

—¿Cómo se llega a ser un Chamán y a transitar un camino tan especial como poco común?

—Literalmente y como para graficarlo, Chamán significa aquel que aprendió a saborear todas las experiencias sin dejar pasar ninguna de ellas. Vale la pena destacar algo que no está en todos los linajes pero si en el nuestro, es que nosotros aceptamos las influencias de los brujos y los magos. Hablamos de que la brujería nace hace 35 mil o 40 mil años, el chamanismo entre los 15 y 20 mil años, y la magia surge unos 10 años atrás . Los chamanes hacemos referencia a tres predominantes, el bajo vientre tiene que ver con el cuerpo, el del medio con el espíritu y el superior con el alma. El del espíritu, ese que nos acompaña desde que somos un feto, es el que nos marca el sentido de nuestro propio camino.

—¿Existe una cadena de valores en el chamanismo?

—No sé si llamarlas valores, pero si existen tres puntos importantes de respeto en nuestro camino. Primero el respeto a sí mismo, nada de lo que haga o por lo que lo haga, tiene que originarnos la desconexión con nuestro ser interior. El segundo es el respeto a nuestros ancestros, ya que una cosa es respetarlos y otra cosa diferente seguirles la corriente como se dice. Porque uno puede respetar a su linaje, a todo lo que viene en uno pero no puede dejarse encapsular en estructuras que tienen más que ver con el ego que con su propia naturaleza. Por eso en muchas oportunidades hay que soltar esa relación con abuelos y padres que atentan contra nuestra autonomía como ser individual. Y el tercer respeto es hacia los espíritus, que no es lo mismo saber conectarse a ellos que con las almas en pena. Esto tiene que ver con la conexión desde el corazón que se encuentra mucho más allá de las palabras, entonces cuando reconoce esa sensación sabe que existe una conexión con el todo del universo.