El obispo metodista Federico Pagura falleció este lunes al mediodía, víctima de un cuadro infeccioso que sufrió complicaciones.  El religioso había sido internado el sábado por la noche, con una grave infección y un panorama general poco auspicioso. Si bien, el domingo presentó una leve mejoría que despertó algunas esperanzas de recuperación, al atardecer la situación volvió a agravarse y finalmente, hoy se conoció el triste desenlace.

 A lo largo de su vida, Federico Pagura desplegó una intensa y comprometida labor en favor de los más débiles y fue un incansable activista de los Derechos Humanos.

Se recibió de maestro y luego de obtener la licenciatura en teología, fue ordenado pastor de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina (IEMA) en 1950. Desde sus orígenes, sus pasos lo llevaron siempre a pelear codo a codo con los más necesitados, trabajando siempre con gran vocación ecuménica, como él mismo solía afirmar.

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El obispo Pagura acompañando a las Madres de Plaza de Mayo el último 24 de marzo

Ejerció el obispado en Costa Rica y Panamá y fue elegido obispo, la máxima autoridad de la IEMA, en 1977. Fue una voz invalorable que denunció y actuó contra la última dictadura militar en el país. Fue uno de los integrantes de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep) que investigó los crímenes cometidas por la dictadura. Desde 1976, presidió  el  Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos de Argentina .

Como obispo ejerció durante doce años. Ya emérito se radicó en Rosario, donde el Concejo Deliberante lo declaró ciudadano ilustre. En este tiempo fue referente obligado de proyectos de paz y derechos humanos. Un libro con sello del CLAI refleja su biografía.

Fue figura relevante del Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Latinoamericano de Iglesias.

Pagura fue nombrado Doctor Honoris causa por la Universidad de Toronto, Canada, en Humanidades y por la Universidad De Paul, Indiana, en divinidades, recibió tambiénel Premio Mauricio López, por el Consejo Nacional de Iglesias de USA en 1997.

Además de su inquebrantable compromiso social, y su apasionada opción por los pueblos empobrecidos de América Latina, la vida del obispo emérito estuvo íntimamente ligada a la música y la poesía.

Su trabajo musical fue inmenso, por cantidad, calidad y por repercusión internacional. Se le atribuye el “primer tango evangélico”, llamado la marsellesa evangélica, con el título “Tenemos esperanza”. Tradujo, además, muchos himnos protestantes  clásicos, y también es de su autoría el candombe  «Que no caiga la fe».

La escritura tambiénfue una importante parte de su vida, publicó  libros de poemas y reflexiones  con un denominador común: la esperanza.

 «No me propuse escribir sobre algo en particular, pero me brotó eso. Estuve en los tiempos difíciles de la Argentina, fui perseguido, tuve denuncias y sufrí amenazas. También conocí situaciones muy duras en Centroamérica y en todas ellas aparecía la palabra profética de esperanza: no desmayen, tengan ánimo, hay fuerza.
Recuerdo que cuando estuve en Nicaragua, en pleno triunfo de la Revolución Sandinista, aparecía el presidente Daniel Ortega y proponía: “Cantemos el himno de Pagura”. Era una manera de decir hay esperanza.
Entre mis tangos el que es más exitoso, que ha sido traducido a gran cantidad de idiomas y ha llegado a todo el mundo, es precisamente “Tenemos esperanza”, señaló en una entrevista al diario La Capital de Rosario, en al año 2014.
Hasta los últimos días de su vida, Pagura mantuvo su militancia activa, participando junto a los movimientos sociales y políticos. Se lo vio junto a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo de Rosario en la última movilización del 24 de marzo y acompañando el reclamo de los trabajadores mercantiles por el Descanso Dominical.
Alguna vez supo decir, no hace mucho: «No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo a una vida sin sentido». Su legado, humanitario y artístico evidencia con creces una vida plena de amor, solidaridad y compromiso social. No hay mayor sentido que ese.