Un alto el fuego de 72 horas pactado entre los dos generales que se disputan el poder en Sudán entró en vigor hoy tras 10 días de combates que provocaron cientos de muertos y un éxodo masivo de extranjeros, que continuaba al amparo de la tregua.

El Jartum, la capital sudanesa, de 5 millones de habitantes, ya no se escuchaban ráfagas, disparos ni explosiones casi por primera vez desde el inicio de los combates, el 15 de abril, dijeron medios internacionales y locales.

Durante la noche del lunes, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, anunció que un alto el fuego de 72 horas había sido acordado por el jefe del Ejército, Abdel Fatah al-Burhan, y del grupo paramilitar Fuerzas de Respuesta Rápida (FAR), Mohamed Hamdan Daglo.

Ambos generales dieron un golpe de Estado en 2021 contra el Gobierno civil surgido tras el derrocamiento del expresidente autocrático Omar al-Bashir, y su lucha pone freno a planes para que el país tenga finalmente una democracia tras décadas de dictadura.

Las FAR confirmaron y anunciaron una «tregua dedicada a la apertura de corredores humanitarios y para facilitar los desplazamientos de civiles».

El Ejército en tanto, en un comunicado en Facebook, dijo que respetará el alto el fuego si sus enemigos también lo respetan.

Las Fuerzas de la Libertad y el Cambio, el principal bloque civil que ambos generales ahora enfrentados echaron del poder en un golpe en 2021, confiaron en que la tregua permitirá «dialogar en las modalidades de un alto el fuego permanente».

Este lunes, el secretario general de la ONU, António Guterres, había advertido que los combates entre ambos generales en pugna habían puesto a Sudán «al borde del precipicio».

Sudán, un país árabe y de mayoría musulmana ubicado en el noreste de África, es la tercera nación entre las más extensas del continente.

En tanto, este martes, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) destacó que el nuevo alto el fuego podría ser «un salvavidas» para los civiles atrapados por los combates.

«Damos la bienvenida a los informes de un alto el fuego e instamos a la comunidad internacional a ayudar a encontrar una solución política duradera para poner fin al derramamiento de sangre», dijo el director regional del CICR para África, Patrick Youssef.

Las partes beligerantes habían anunciado repetidas veces en los últimos días que aceptaban parar los combates, pero en cada ocasión se acusaban mutuamente de romper la tregua, que esta vez parece mantenerse.

Los enfrentamientos han dejado 427 muertos y más de 3.700 heridos, según la ONU.

Antes del alto el fuego, las capitales extranjeras lograron negociar con los dos beligerantes la evacuación de su personal diplomático y de ciudadanos de sus países.

Más de 1.000 ciudadanos de la Unión Europea fueron evacuados, según el jefe de la diplomacia del bloque, Josep Borrell. España anunció la salida de 100 personas, entre las que había latinoamericanos.

China, Estados Unidos, Japón, Reino Unido y varios países árabes también anunciaron el retiro de cientos de personas.

Luego de haber completado el fin de semana la evacuación de su personal diplomático, el Gobierno británico anunció este martes que comenzaba a sacar al resto de sus ciudadanos de Sudán en vuelos militares.

Los aviones partirán de un aeródromo en las afueras de Jartum y estarán disponibles para aquellos con pasaporte británico, dijo el Gobierno británico en un comunicado.

La nota subrayó que se dará prioridad a grupos familiares con niños y ancianos o personas con condiciones médicas.

Además, unos 700 empleados de la ONU, embajadas y de organizaciones internacionales «fueron evacuados hacia Puerto Sudán», una ciudad a orillas del mar Rojo, indicó Naciones Unidas.

El organismo de la ONU para los refugiados (Acnur) estimó que hasta 270.000 personas podrían huir a Chad y Sudán del Sur.

Quienes no consiguen huir del fuego cruzado intentan sobrevivir sin suministro de agua ni electricidad, con escasez de comida y cortes de Internet y de teléfono.

Esta espiral «corre el riesgo de una conflagración catastrófica dentro de Sudán que podría envolver a toda la región y más allá», aseguró ayer Guterres.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunirá hoy por la noche para analizar la situación.

Pese a la partida de numerosos diplomáticos y ciudadanos extranjeros, el emisario de la ONU en Sudán, Volker Perthes, aún permanece en este país del este de África.

Desde hace cuatro años este funcionario negocia con los militares para que acepten una transición hacia la democracia.

«A medida que huyen los extranjeros, que pueden hacerlo, se agrava el impacto de la violencia en una situación humanitaria ya crítica en Sudán», advirtió la ONU.

El estallido de violencia fue la culminación de las divisiones entre el Ejército y las FAR, creadas en 2013 por el depuesto Al Bashir, derrocado por Burhan y Daglo en abril de 2019, tras grandes protestas contra sus tres décadas de gobierno férreo.

En octubre de 2021, los dos hombres encabezaron un golpe contra el gobierno civil instalado tras la salida de Al Bashir, poniendo fin a una transición apoyada por la comunidad internacional.

Burhan, un militar de carrera formado en Egipto y oriundo del norte de Sudán, ha dicho que el golpe era «necesario» para incluir a otras facciones en la política.

Pero Daglo dice que el golpe fue un «error» que no logro generar cambio y más bien reforzó a los remanentes del régimen de Al Bashir.

Burhan es apoyado por Egipto, que desde hace décadas tiene a Sudán como aliado en una rivalidad de larga data con Etiopía.

Daglo y sus FAR forjaron estrechos vínculos con Emiratos Árabes Unidos, una monarquía del golgo Pérsico de creciente poder e influencia regional. Cientos de efectivos de las FAR pelearon en Yemen junto a Emiratos Árabes Unidos contra rebeldes yemeníes.