Venezuela se encuentra sumida en una crisis económica, social, política y humanitaria, impensada años atrás. Hace cinco años aproximadamente que el escenario es harto complicado: los acontecimientos se producen en una atmósfera pesada y con una dinámica incierta, con decisiones insólitas de los gobiernos de la región y extrarregionales, con sobre-información y en un contexto inacabado.

El cuadro se reordena periódicamente en función de las decisiones del gobierno, de la correlación de fuerzas con la oposición, de los precios internacionales del petróleo, de los apoyos internacionales y de los movimientos sociales. Sin lugar a dudas, esta crítica situación adquirió ribetes de tragedia y mayor visibilidad (internacional) tras la cruzada de Juan Guaidó de declararse “Presidente encargado”.

En los últimos años, el gobierno ha tomado algunas decisiones que han puesto en duda su apego a determinados criterios de lo que se denomina el “contrato democrático”. Si se pretende dilucidar la compleja realidad venezolana hay una cadena de hechos que son insoslayables. Veámoslo:

-En diciembre de 2015, tras las elecciones legislativas en las que la oposición consiguió la mayoría de dos tercios que le permitía bloquear políticamente al gobierno de Maduro, el oficialismo denunció irregularidades en las elecciones y el Tribunal Supremo de Justicia admitió esa denuncia, instando a realizar elecciones nuevamente en el Estado de Amazonas. Tras la negación de la Asamblea Nacional a aceptar esta sentencia (sin los 3 diputados de ese estado, la oposición perdía la mayoría especial), la misma fue declarada por el Tribunal en desacato.

-Al año siguiente, se sucedieron una serie de protestas que decantaron en violentas represiones y un importante número de muertos, generalizándose la violencia política.

-Las elecciones a la Asamblea Constituyente convocadas para mayo de 2017 fue la salida política que Maduro efectuó para salir de esta crisis. Sin embargo, el sistema electoral bajo el que se realizaron (un sistema “sectorial-representativo, una arquitectura diseñada por el oficialismo para ganar aun perdiendo) no estaba contemplado en la Constitución vigente, por lo que la oposición no se presentó a las elecciones. El objeto de esta Asamblea era la modificación de la Constitución nacional, propósito nunca concretado, y aquella se convirtió en una especie de órgano supra-poder que asumió las funciones legislativas. En los hechos, el órgano legislativo por excelencia de Venezuela quedaba vaciado de poder y de sentido.

-El cambio en la correlación de fuerzas con respecto a la oposición motivó el contundente triunfo del oficialismo en las elecciones a gobernador en octubre de 2017. Luego de la arrasante victoria, el oficialismo, que antes había postergado las elecciones regionales, ahora decidía adelantar las presidenciales. Fue así como tras unos comicios muy criticados, Maduro ganó las elecciones de mayo del año pasado, y el 10 de enero del presente prestó su juramento como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Es necesario recalcar que, desde las elecciones a la Asamblea Constituyente, no hay veedores internacionales independientes y de prestigio (como el observatorio Jimmy Carter o los enviados de la ONU) como sí los hubo en todo el período chavista.

La decisión de Guaidó no se explica sin este telón de fondo y, menos aún, el notable apoyo que ha recibido de buena parte de la comunidad internacional. Ahora bien, más allá de las intromisiones externas, la crisis venezolana es una crisis local, nacional.

Pocas veces los datos son tan contundentes y elocuentes: el año pasado la inflación en Venezuela fue de 1 millón por ciento; hay más de dos millones y medio de emigrantes; existe desabastecimiento y la población no accede a los bienes básicos; la pobreza escala al 62% (según los índices de universidades nacionales) y es un cálculo precavido; Venezuela importa el 80% de lo que consume, incluyendo alimentos y medicamentos, y la producción de petróleo monopoliza el 80% de la actividad económica nacional; la tasa de homicidios cada 100 mil habitantes es solamente más baja que la de Siria, que está en medio de una guerra civil, y semejante a la de Honduras y El Salvador, países con Estados débiles y casi ninguna experiencia democrática anterior a los ‘80. Analistas de distinta procedencia coinciden en la dependencia estructural de la renta del petróleo como piedra fundamental que explica el colapso venezolano.

Maduro básicamente se sostiene en el poder debido a 4 factores: 1)_ las FFAA permanecen leales al gobierno y como dice José Natanson no son un “aliado del gobierno sino parte esencial del dispositivo de poder”; 2)_ los restos de legitimidad que aún conserva como resultado de los formidables avances sociales conseguidos durante los gobiernos de Chávez; 3)_la impericia y la falta de coordinación de la oposición (poco democrática en general), que se ha autoboicotea cada vez que reitera su vocación de terminar con la experiencia democrática plebeya y proclama un país para pocos; 4)_el respaldo geopolítico de potencias emergentes como Irán y Turquía y de grandes potencias como China y Rusia, que ofrecieron asistencia financiera, energética y militar en los momentos más críticos y demostraron que el gobierno no está totalmente aislado.

Ante la gravedad de la crisis, y teniendo en cuenta los posicionamientos geopolíticos de la región y de las potencias, queremos dejar en claro algunas cuestiones. En primer lugar, hay un manoseo y un uso desatendido de conceptos tales como democracia y dictadura. Quizás se pierda de vista el carácter performativo de los mismos.

En todo caso, el celo conceptual no obedece a una parusía lingüística ni a un antojo intelectual sino a la responsabilidad en el uso de la palabra, a sabiendas de las prácticas y comportamientos políticos que cada uno de ellos puede inducir en los distintos actores. En segunda instancia, si bien no se puede escamotear la presencia y el injerencismo de EEUU, es menester justipreciarla. No negamos motivaciones del tipo “vienen por el petróleo!”, pero también le prestamos atención a sus objetivos geopolíticos, máxime si se considera que los informes anticipan su soberanía energética debido a la explotación del petróleo no convencional.

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El país conducido por Trump se encuentra en una disputa mundial con China y busca alinear políticamente su patio trasero. Por último, queremos indicar que la solución a la caótica realidad venezolana no es reconocer al “Presidente encargado”. Muy por el contrario, esa no es una salida democrática.

Debe haber un gran consenso y una transición acordada, con todas las garantías constitucionales e inmunidades legales para el oficialismo, como para que se pueda presentarse a elecciones sin miedo de perder la vida o quedar encarcelado. Y hablamos de elecciones anticipadas porque el gobierno de Maduro carece de legitimidad de origen debido a las acusaciones de fraude y cuenta con muy poca aprobación popular.

No obstante, si continuara la intención de apuntalar a Guaidó de esta manera, se sentaría un precedente peligrosísimo para la región. Por añadidura tomaríamos distancia del período inaugurado en este milenio, caracterizado por soluciones intrarregionales y sin la presencia directa de EEUU.

*Caren Camiscia es licenciada en Relaciones Internacionales y periodista

*Pablo Piacenza es investigador del CEIEP