Los llamados agonistas de la hormona liberadora de gonadotropina, comúnmente conocidos como «bloqueadores de la pubertad» han sido producto en los últimos tiempos de una gran controversia científica, debates y denuncias, a nivel mundial, sobre todo, por su utilización para retrasar la pubertad en adolescentes que manifiestan «disforia» de género, a pesar de que el uso de estas drogas se extienden a diversas patologías. 

Los bloqueadores puberales son recetados para tratar a niños con pubertad precoz, mujeres que necesitan estimulación ovárica controlada (componente esencial en la fecundación in vitro). personas que padecen endometriosis o cáncer de próstata. Diversas organizaciones objetan sus usos y recientemente, en Estados Unidos, en medio de una polémica el presidente Joe Biden, por su postura a favor de los tratamientos médicos de las personas «transgénero», la Food and Drug Administration (FDA) lanzó una advertencia sobre la relación del uso de esas drogas con la aparición de posibles pseudotumores cerebrales. Sin embargo, la misma FDA apunta en su advertencia que «la tasa de incidencia de pseudotumores cerebrales asociado con el uso de agonistas de GnRH en pacientes pediátricos no pudo establecerse de forma fiable debido al pequeño número de casos y a las limitaciones de los datos».

La advertencia de la FDA

Una de las polémicas desatadas en el último mes tiene que ver con las críticas que un sector de la sociedad norteamericana le enrostra al actual presidente Joe Biden por su postura en cuanto a las personas transgénero. Tras su asunción, Biden  nombró como subsecretaria de Salud a una mujer transgénero, Rachel Levine, en diversas oportunidades, se mostró a favor de los derechos de los niños transgénero y generó diversas iniciativas en favor de esa minoría y de la comunidad LGTBQ en general.

Mientras el presidente norteamericano se mostró a favor de proteger los tratamientos médicos de los niños trans, a quienes a veces se les recetan bloqueadores puberales para que puedan enfrentar con más calma y seguridad los cambios en sus cuerpos a partir de su identidad de género, esos sectores salieron a criticar con dureza dicha postura.

En medio de la polémica, loa FDA agregó una advertencia en las etiquetas de los agonistas de la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH) que están aprobados para el tratamiento de pubertad precoz en pacientes pediátricos sobre el riesgo de pseudotumores cerebrales (hipertensión intracraneal idiopática). La nueva advertencia incluye recomendaciones de monitoreo a los pacientes, en tanto que el organismo detalló que se identificaron seis casos que apoyaban una asociación plausible entre el uso de agonistas de GnRH y pseudotumores cerebrales. Los seis casos se informaron en mujeres asignadas al nacimiento de 5 a 12 años. Cinco eran en tratamiento por pubertad precoz central y otro por atención a personas transgénero. El comienzo de los síntomas del pseudotumor cerebral variaron de tres a 240 días después del inicio del agonista de GnRH.

Sin embargo, la FDA también explicó en dicha advertencia que «la tasa de incidencia no pudo establecerse de forma fiable debido al pequeño número de casos y a las limitaciones de los datos».

En el mundo se expande esta controversia que también versa sobre los efectos a largo plazo de los bloqueadores puberales, que no son posibles de comprobar empíricamente de forma anticipada. Quienes están a favor de su utilización destacan las ventajas psicológicas porque se lograría una mejor aceptación del cuerpo, menor depresión, fobias sociales y trastornos alimentarios, un aumento de la autoestima, y una disminución de la tendencia al suicidio y las automutilaciones. Además, plantean que contribuirían con la prevención de la autoadministración de hormonas sin supervisión médica. También sostienen que su uso amplía el tiempo para que el/la adolescente explore su identidad y no haya errores en el diagnóstico de transexualidad. La detención de la aparición de los signos sexuales secundarios, además, evitaría cirugías invasivas como las mastectomías o las modificaciones maxilares, y no se modificará la voz o crecerá la nuez
de Adán.

Los argumentos más difundidos en contra del uso de bloqueadores puberales están relacionados con los efectos deletéreos de largo plazo, Algunos profesionales plantean que puede producir alteraciones cerebrales en las parcelas social, emocional y cognitiva. Otros construyen evidencias en torno de la repercusión orgánica: retraso en la adquisición de masa ósea y riesgo de osteoporosis; la reducción de la talla; la imposibilidad de realizar una vaginoplastía por la poca disponibilidad de tejido prepucial que quedaría y el riesgo de infertilidad. A cada uno de estos posicionamientos,  otros especialistas responden aludiendo al carácter reversible del tratamiento, a través de su suspensión o de la incorporación de otras hormonas.

Las iglesias evangélicas norteamericanas también se han sumado a las voces opositoras a estos tratamientos, retomando los argumentos biomédicos sobre los efectos adversos e inciertos. En Inglaterra, el National Health Service (NHS) recibió una acción legal iniciada por una enfermera y una madre en la que planteaban que no podía admitirse el consentimiento de los niños y las niñas para iniciar el tratamiento porque no era posible identificar los efectos de las hormonas en el cerebro, ni en la psiquis. Cinco profesionales de ese país también hicieron pública su renuncia a su trabajo en centros especializados y manifestaron haber recibido presiones para recetar dichos medicamentos sin haber informado suficientemente a los pacientes.

En Argentina

La Sociedad Pediátrica Argentina publicó un profuso y detallado informe sobre los diversos usos de estas drogas en las distintas patologías y en sus conclusiones destaca: «Dada la amplia experiencia en la utilización de aGnRH, se considera un tratamiento eficaz y seguro, que permite la inhibición transitoria y reversible del desarrollo puberal. En niñas, niños y adolescentes, sus principales indicaciones son la inhibición puberal en PPC, en adolescentes transgénero, así como la inhibición puberal transitoria en adolescentes mujeres con patología oncológica. Pueden ser considerados de utilidad en niños y niñas que presentan una pubertad
rápidamente progresiva con talla baja de inicio asociada a mal pronóstico de estatura adulta, y en algunas ocasiones en niñas y niños con discapacidad.

Se destaca el rol de la pediatría, con su derivación oportuna ante los primeros cambios puberales, y también el trabajo conjunto con endocrinología para favorecer la adherencia y el cumplimiento del tratamiento de los niños, niñas y adolescentes, optimizando así su efectividad. En todos los casos, el tratamiento debe ser individualizado y adecuarse a las necesidades de los y las pacientes, y de sus familias